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Leopoldo Briceño-Iragorry, Individuo de Numero de la Academia Nacional de Medicina Sillón VIII, conversa con Horacio Vanegas Fischbach, quien acaba de ocupar el Sillón XL de la Academia Nacional de Medicina de Venezuela

Leopoldo: Hola Horacio, ¿cómo te encuentras? Un placer siendo tu compañero de estudios, cumplir con este cometido asignado a mi persona. Cuéntame de tus padres y tu infancia

Horacio: Nací en Caracas, soy hijo de una familia que tuvo orígenes en otros países, te cuento, mi madre era puertorriqueña, había nacido en Culebra[1], una pequeña isla al noreste de Puerto Rico, cuyo nombre viene dado por los españoles que conquistaron esa isla y recibe su nombre no por la abundancia de culebras sino por el  de un Obispo de Toledo llamado San Ildefonso de Culebra.

Antes de la llegada de los españoles se llamaba isla del Paisaje y estaba habitada por los indios tainos e indios caribes.

Hoy forma parte de una reserva natural junto a islas cercanas como Culebrita o Tortuga y Vieques.

Mi madre era hija de una puertorriqueña (Carmen Nazario) nacida en Sabana Grande  y de un alemán neto (Paul Fischbach). Mi padre, Horacio Vanega,s nacido en Caracas,  hijo de Rosa Wessolossky, de padre polaco y de Elías Vanegas, trujillano de Valera, quien a su vez era hijo de Ricardo Vanegas originario de Vélez, Colombia. Como ves una mezcolanza de razas.

Cuando tenía 8 meses, mi madre me llevó a conocer a mis abuelos en Culebra, allí apagué la velita de mi primer año. Andábamos en fechas que coincidían con la Segunda Guerra Mundial, ya que yo había nacido en Caracas el 3 de setiembre  de 1939, justamente el día en que empezó la guerra.

Al regreso volvimos a Caracas. A la casa que había construido mi tía Narcisa (Tata), hermana de mi abuela,  en la urbanización Prado de María, al sur oeste de Caracas, y esa casita quedaba a la orilla de una quebrada denominada La Pica; esta quebrada estaba seca y contenía desperdicios y peroles de toda clase.

Mi padre, quien era maestro, se la alquiló, y allí vivíamos junto con mis dos hermanas Carmen y Mireya. Vivimos allí modestamente hasta el año 1945, cuando nos mudamos para Los Rosales, a casa de mi abuela, y en 1951 una urbanización denominada “Urbanización Delgado Chalbaud” que fue los restos de la Hacienda Coche[2]. La quebrada La Pica había sido rellenada y convertida en una calle.

Estudié mis primeras letras en el Centro Escolar Valparaíso, donde me inscribió mi padre, quien era profesor de Literatura en el Instituto Pedagógico Nacional[3] ubicado en el Paraíso.

L: ¿Cómo describirías tu infancia en general?

H: Sana y feliz

L: ¿Cuáles eran tus actividades favoritas de pequeño?

H: Montar bicicleta y metra

L: ¿Que rasgos de personalidad tenías cuando pequeño?

H: Ordenado, respetuoso, puntual, elegante.

L: ¿Dónde estudiaste secundaria?

H: En el Liceo Aplicación.

L: ¿Lo pasaste bien en la escuela?

H: Perfectamente bien

L: ¿Dónde aprendiste tus mejores habilidades?

H: En el Liceo y la Universidad.

L: ¿Tuviste modelos a los que seguir en tu infancia o adolescencia?

H: No tuve.

Horacio adolescente

El Liceo Aplicación era un modelo de liceo para la formación profesional de los alumnos del Pedagógico. En 1954 me fue conferido el Diploma al Mejor Alumno del Liceo Aplicación y me gradué de Bachiller en Ciencias Biológicas en 1956. El paso siguiente fue mi inscripción en la Facultad de Medicina de la Universidad Central de Venezuela.

L: Cuéntame de tu carrera universitaria.

H: Desde mi infancia quise ser médico, sin porqué alguno, y por eso mi padre no me llamaba por mi nombre sino por el de “Doc.”. Me fue muy bien en el periodo preclínico en la Ciudad Universitaria y también en el periodo clínico en el Hospital Vargas.

Fui delegado de curso y vicepresidente del Centro de Estudiantes de Medicina y como  delegado estudiantil en el Consejo de Facultad me tocó formar parte de la creación de la Escuela Vargas de Medicina[4].

Autorretrato (1976)

En 5to y 6to año fui el único preparador de Prácticas, por Concurso en la Catedra de Fisiopatología, cuyo jefe era el Dr. Francisco de Venanzi y además Interno Jefe de Guardia No 7 del Hospital Carlos J. Bello de la Cruz Roja.

Cuando en agosto 21 de 1962 nos graduamos en la Promoción Centenario Luis Razetti, me tocó pronunciar el discurso de orden en la Sala de Conciertos de la Universidad Central de Venezuela.

“¡Me voy a sentar en la silla de Marcel Roche!”, pensé mientras Francisco Montbrun, en tónica de solemnidad y enseñando la palma de su mano levantada, recitaba,  el inevitable: ¿Jura Ud. cumplir con las obligaciones inherentes al cargo de director del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas?”, Sí juro, respondí en la misma tónica…

En parte de ese discurso de grado en 1962, entre otras cosas dije “…La juventud universitaria es evolucionista como podría ser creacionista si esta como aquella doctrina explicara los fenómenos naturales, no al amparo del milagro y la leyenda, sino a la luz de la observación y la experimentación y más adelante…

De aquí que el Dr. Razetti no haya infiltrado en nuestros espíritus ideas inventadas por pura vanidad especulativa: él no ha hecho sino “presentar a sus discípulos la Ciencia tal como es la Ciencia de hoy”.

Ya el Dr. de Venanzi me había inscrito para hacer mi Posgrado en Fisiología en Yale University, y para allá, en New Haven Connecticut, me fui al mes de graduado.

Según copio de su extenso curriculum vitae:

después de sus investigaciones iniciales sobre la neurofisiología del comportamiento, su actividad académica se centró en el estudio electrofisiológico y morfológico de las vías y los centros visuales del cerebro, tanto en peces como mamíferos, en el IVIC, cuyas puertas se las abrió nuestro compañero Miguel Laufer, Universidad de Virginia (EEUU) y el Instituto Max Planck (Alemania).

Desde 1983, en la Universidad de California en San Francisco (EEUU), el Instituto Politécnico de México, el IVIC[5] y las Universidades de Wurzburg y Jena (Alemania), estudia los mecanismos neurofisiológicos del dolor y la analgesia, así como la acción de los analgésicos en el sistema nervioso central.

Sus estudios han dado lugar a más de 100 trabajos científicos publicados (24 de ellos como capítulos de libros especializados) y un libro enciclopédico, 37 charlas por invitación en congresos internacionales y numerosas comunicaciones libres a congresos, artículos divulgativos…

Sus trabajos científicos han sido citados 6288 veces y su factor h es de 46 (Google Scholar).

En el IVIC ha sido jefe de Laboratorio de Neurofisiología, jefe del Centro de biofísica y Bioquímica, director-presidente del Instituto (1988-92).

Director del IVIC

Profesor titular emérito de Fisiología de la UCV y profesor de postgrado de Fisiología y Biofísica en el IVIC, la UCV, la Universidad Pablo de Olavide (Sevilla) y otras universidades internacionales.

Ha sido directivo de asociaciones científicas y culturales tanto nacionales como internacionales y organizador de eventos científicos internacionales. Miembro de numerosas Sociedades de Neurociencia, del Dolor y de investigaciones cerebrales.

Fue miembro principal del Directorio del Conicit. Miembro de la Academia de Ciencias de América Latina y es el único venezolano que ha recibido el Premio Humboldt de Investigación (de Alemania, “para investigadores no alemanes que han alcanzado eminencia internacional”).

Editor Asociado de la revista científica Pain y Miembro de Honor de la International Association for Study off Pain (IASP).

Horacio ha recibido numerosas distinciones en su vida, que van desde el Diploma al Mejor Alumno del Liceo Aplicación en 1954; Premio Centenario del Natalicio del Dr. Luis Razetti de la Sociedad Venezolana de Historia de la Medicina en 1962; Epónimo, Centro de Ciencias “Dr. Horacio Vanegas”, Unidad de Educación Media Febres Cordero, Colon, Edo. Táchira; Orden Guaicaipuro (1ra Clase) 1991; Orden Francisco de Miranda (Corbata y Banda de Honor) 1991; Orden Andrés Bello (Medalla, Corbata y Banda de Honor) 1889; Orden Libertador grado de Comendador; Orden Gabriela Mistral Chile 1991.

H: Ahora continúo con mi vida personal. En 1964 vino mi novia, Carmen Elena Toro, a New Haven, y allí nos casamos. Al obtener mi PhD en Yale, en enero de 1969 regresamos a Venezuela, nos establecimos en un apartamento ubicado en Santa Eduvigis, ese mismo mes comencé a trabajar en el IVIC y en mayo de ese año nació nuestro primer hijo, Luis Alonso. Nuestro segundo hijo, Rodrigo, nació en 1971. Desgraciadamente Rodrigo falleció en un accidente en 1993, después de haberse graduado de Licenciado en Administración en la Universidad Metropolitana. Luis Alonso se graduó de Ingeniero Químico en la Universidad Metropolitana, hizo su postgrado en Múnich para obtener un Magister en Fabricación de Cerveza y es en  la actualidad miembro del cuerpo gerencial de la Cervecería Polar.

Carmen Elena Toro falleció después de habernos divorciado, y en 1982 me casé con Alicia Ponte-Sucre, egresada de la Universidad Católica Andrés Bello.

Alicia hizo su Postgrado en Fisiología y Biofísica en el IVIC, obtuvo en la UCV el primer Doctorado en Farmacología conferido en Venezuela, fue profesor titular, fundadora del Laboratorio de Fisiología Molecular, jefe de la Cátedra de Fisiología y Coordinador de Investigación en la Facultad de Medicina de la UCV. 

Ambos hemos ido con carácter de científicos invitados, cada quien en su especialidad, a realizar proyectos de investigación con nuestros colegas en la Universidad de California en San Francisco y, muchas veces, en las Universidades de Wurzburg y de Jena  en Alemania.

Mi pequeña familia, Alicia, Luis Alonso, mi nieto, mi nieta y mi nuera.

A mi regreso a Venezuela y al incorporarme a la plantilla de investigadores del IVIC decidí “nunca más tocar un paciente”, recuerda Horacio.

Esa decisión radical tiene que ver con la libertad intelectual que respiraba en la institución: “Hacía lo que me inspiraba hacer mi vocación científica y además, viajaba mucho”.

En 1982 decidí dar un vuelco a mi vida: “Deje mis investigaciones del sistema visual, Inicie mi año sabático y le escribí a uno de los descubridores del sistema de control del dolor en San Francisco (California, Estados Unidos”. Estuve un año trabajando con él”.

A mi regreso a Venezuela debí de comenzar de cero a rearmar mi laboratorio “Fue un esfuerzo inmenso”.

L: eres poliglota, entiendo

H: Como te conté nací en Caracas el día que comenzó la II Guerra Mundial, y, hasta que llegué a ser un adulto, en esta parte del mundo todo lo alemán era malo. En el cine angloparlante, francoparlante y rusoparlante los alemanes eran siempre los villanos. Aunque mi abuelo materno era alemán, él era ciudadano de los EE.UU., vivía en Puerto Rico y trabajaba para la Marina (Navy).

Mi único contacto con Alemania derivaba de mi insaciable gusto por la música clásica, para la cual los germanos siempre fueron estelares.

Cuando me gradué de médico en la UCV (1962) y mi maestro, el Dr. Francisco De Venanzi, rector de la Universidad, me envió a hacer mi postgrado en la Universidad de Yale, EE.UU.

Una vez allí, me encontré con que, para ser admitido, tenía que demostrar suficiencia en dos idiomas extranjeros, pero no se valía inglés, por supuesto, y el español no se consideraba como “apto para las ciencias”.

¡¿Qué hacer?! En esa época uno aprendía algo de francés en bachillerato, y con esfuerzo y suerte pasé mi prueba de francés en Yale, pero… ¿y el otro idioma? Mi inglés era todavía muy rudimentario y estaba pagando un curso para mejorarlo, pero decidí saltarme esas clases y comenzar a aprender alemán en un curso corto de repaso… ¡Esto fue una verdadera revelación! Mi modesto porcentaje de genes alemanes encontraron finalmente un cauce donde expresarse, pasé la otra prueba de idiomas, ¡en alemán!

En las vacaciones me metía en el laboratorio de idiomas y así aprendía no solo alemán sino un montón de cosas sobre Alemania que me hicieron amarla. Mi formación  es “venezolana norteamericana y además  y alemana”.

En Venezuela he sido desde 1974 varias veces miembro de la Junta Directiva de la Asociación Cultural Humboldt, y cuatro veces su presidente.

L: ¿Para ti que es el dolor?

H: Leopoldo la mayoría de las personas estaría de acuerdo con la afirmación de que el placer y el dolor son dos de los resortes fundamentales de la existencia humana.

H:  pero pocos han reflexionado sobre el hecho cierto de que la preservación del hombre como especie podría depender más del dolor que del placer.

Si bien el dolor es de las primeras causas de consulta médica en la historia de la humanidad, entender sus bases, de qué forma se produce y cómo afecta integralmente al ser humano es un logro contemporáneo.

Mi trabajo en el IVIC ha ayudado a entender la lógica de cómo el sistema nervioso central procesa la información que llega desde cualquier zona del cuerpo en forma de impulsos nerviosos que general el dolor.

He ayudado a conocer el sitio y el mecanismo los analgésicos que produce el propio cuerpo humano, como endorfinas, encefalinas y endocanabinoides

L: ¿Por qué hay personas más sensibles que otras al dolor?

H: Hay quienes tienen más sensibilidad al dolor según las circunstancias, los individuos, las poblaciones, sin que sepamos claramente por qué ocurre esa variación.

La depresión y la angustia aumentan la sensibilidad al dolor, y, por el contrario, en situaciones de ira o de lucha, la sensibilidad disminuye.

En todo caso, en cada individuo hay normalmente variaciones de su sensibilidad al dolor y eso depende del funcionamiento de un circuito de neuronas del cerebro denominado “sistema descendente de control nociceptivo, que es donde actúan las emociones y los analgésicos y es precisamente el objeto de mis investigaciones científicas.

L: Es decir, hay conexión entre el dolor y la emoción!

El futuro de las investigaciones de esta materia, será estudiar los mecanismos del dolor y el estudio de los analgésicos. Dolor y analgesia las dos caras de la moneda. Investigar las sustancias que producimos para generar excitación e inhibición.

L: Cuéntame Horacio ahora tu vida actual...

H: Ahora estoy en la Academia de Medicina de Venezuela ya como como Individuo de Numero, en el Sillón XL desde el 30 de julio de 2020.

Te cuento Leopoldo, que estando tú ya en la Academia me asignaste el pronunciar el discurso de conmemoración de los 50 años de nuestra graduación en la Universidad Central de Venezuela, lo cual constituyó un reto, ya que como recuerdas yo lo había hecho cuando nos graduamos.

En ese momento volví a plantear la discusión del evolucionismo y el creacionismo, polémica que existió en el seno de la Academia, entre Razetti y Hernández.

Sic… “¿Qué podría resultar de una discusión sobre el origen del hombre entre un obispo católico y un profesor de Anatomía? Semejante discusión sería interminable (…) o en un momento se convertiría en (…) un choque violento entre el dogma religioso y el principio científico.

Así asumió Razetti, antes que muchos, el tono que por fortuna han alcanzado en nuestros días las relaciones entre la ciencia y la religión, es decir, por una parte la Iglesia se abstiene de atacar los hallazgos de la ciencia, y por otra parte la ciencia se abstiene de repudiar la fe y acepta que también tener fe es un fenómeno natural, y que además está presente en un inmenso número de miembros de la especie.

Muchos años después de nuestra graduación, el Papa se reconcilió con Galileo y aceptó finalmente que eppur si muove.

En el Vaticano queda la Academia Pontificia de las Ciencias, de la cual fue miembro nuestro ilustre positivista Marcel Roche, fundador del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC).

La Asamblea Plenaria de la Academia Pontificia se reunió en 2008 para deliberar sobre la “Visión científica de la evolución del universo y de la vida”.

El Papa Benedicto XVI, Josef Ratzinger, académico alemán y supremo experto en materia de fe, en sus palabras de salutación a la Asamblea dijo entonces lo siguiente: “Mis predecesores el Papa Pío XII y el Papa Juan Pablo II reafirmaron que no hay oposición entre la visión de la creación por parte de la fe y la prueba de las ciencias empíricas.

En sus inicios, la filosofía propuso imágenes para explicar el origen del cosmos, basándose en uno o varios elementos del mundo material. Esta génesis no se consideraba una creación, sino más bien una mutación o una transformación?”.

L: ¿Cuáles son tus ocupaciones actuales fuera de la actividad académica?

H: Mucha actividad tengo, por ejemplo, soy miembro del Governing Council, International Brain  Research Organization (IBRO), desde 2009; evaluador de proyectos de investigación: National Science Foundation, USA, 1979-85, Wellcome Trust (Reino Unido), Biotechnology and Biological Sciences Research Council (Reino Unido); evaluador de manuscritos para publicación: Physiology and Behavior (Amsterdam), Brain Research (Amsterdam), Experimental Brain Research (Berlín), Neuroscience (Oxford), European Journal of Pain (Erlangen), PAIN (Seattle), European Journal of Neuroscience (Londres), Neuroscience Letters (Heidelberg), Behavioral Brain Research (Amsterdam), Molecular Pain (Londres), Neurological Sciences, Journal of), Pain Practice Neurophysiology (Washington).

L: ¿Has participado en causas benéficas o sociales?

H: Siempre me había gustado trabajar en beneficio de mi comunidad.

En el Liceo Aplicación era el presidente del Centro Musical. En Caracas, desde 1973 hasta 2013, fui miembro de, o vinculado con, la Junta Directiva de la Asociación Cultural Humboldt de Venezuela y cuatro veces su presidente.

Fui co-redactor de los estatutos y miembro de la primera Junta Directiva de la Sociedad Venezolana de Ciencias Fisiológicas, así como redactor de los estatutos y presidente fundador de la Asociación Venezolana para el Estudio del Dolor.

Fui durante seis años representante del IVIC ante la Comisión Nacional de Cooperación con la UNESCO, Ministerio de Relaciones Exteriores.

En el Conicit fui miembro de la Comisión Técnica de Medicina Básica y de la Comisión de Formación de Recursos Humanos. De 2002 a 2004 fui coordinador de la Comisión de Ciencias Biológicas y Ciencias de la Salud de la Fundación Venezolana de Promoción del Investigador (“PPI“).

Fui representante por Venezuela en la Reunión de Altas Autoridades en Ciencia y Tecnología organizada por la Asociación Latinoamericana de Integración (Aladi, Montevideo) y miembro de la Delegación Venezolana que negoció en Bonn la renovación del Convenio Básico de Cooperación Cultural entre Venezuela y Alemania.

Fui delegado Regional (por Venezuela) de la Sociedad Latino Americana de Psicobiología. Coordinador de la Comisión Nacional de la Red Latinoamericana de Ciencias Biológicas (Relab) de la Unesco, representante por Venezuela en el Comité Regional de la South American Brain Research Organization (SABRO) de la IBRO, secretario y luego presidente del Comité Nacional para las Becas Fogarty de los National Institutes of Health (EEUU) y presidente del Comité Nacional para el Latin American Fellows Program de la Pew Foundation (EEUU). En la actualidad miembro del Latin American Regional Committee de la IBRO.

L: ¿Cuáles son tus valores?

H: Honestidad, solidaridad, dedicación al trabajo y cumplimiento del deber.

L: ¿Hay alguna frase o dicho famoso que te haya inspirado a ayudar a personas?

H: No conozco ninguna, trato de ayudar, simplemente

L: ¿Quién te  inspira actualmente y por qué?

H: Me inspiran mi esposa, mi hijo y mis nietos, por el amor que les tengo.

L: ¿Qué te gustaría que cambiara en la sociedad actual y por qué?

H: Me gustaría que aumentara la honestidad, la solidaridad, el orden y el cumplimiento de los deberes, porque es necesario para satisfacer nuestras necesidades actuales y futuras.

L: ¿Qué te gustaría que fuera tu legado?

H: Me gustaría que mi legado fuera mis hallazgos en neurociencias y las enseñanzas a mis alumnos, mi honestidad, mi dedicación a los deberes, mi amor por mi pequeña familia y lo que hemos disfrutado juntos.

En resumen, soy uno de los pocos neurocientíficos “sistémicos” que existen en Venezuela. La mayoría de mis colegas neurocientíficos en el país ha trabajado en tejidos aislados (nervio, músculo, retina…), lo cual permite un análisis cuantitativo de fenómenos funcionales específicos.

Yo he preferido estudiar sistemas o circuitos en el animal entero, porque me interesa comprender cómo funciona el ser vivo en su integridad. Sólo de esta manera es posible conocer las relaciones de la retina con los centros visuales del cerebro, o la manera como los analgésicos, al actuar sobre el cerebro, atenúan la transmisión de mensajes dolorosos en la médula espinal.

Por esta razón he sido poco comprendido por mis colegas venezolanos, pero mi relativo aislamiento nacional contrasta con un gran reconocimiento a nivel internacional.

Desde la época en que trabajaba en sistema visual, y ahora en el campo del dolor y la analgesia, siempre he recibido invitaciones a dar charlas en reuniones y congresos internacionales.

El llamado “factor de impacto” de las revistas donde me aceptan mis trabajos es considerable, y la cantidad de veces que los científicos del mundo citan mis hallazgos es una de las más altas de Venezuela.

Horacio es un virtuoso bolerista cuando tiene una guitarra entre sus manos, aun frecuenta el laboratorio que fundó, escribe textos científicos y divulgativos y encuentra tiempo para sus otras pasiones: la música y la literatura.

  • Con Humboldt y Goethe en la Biblioteca de la Asociación Cultural Humboldt
  • Orden Andrés Bello
  • Con Humboldt en la Biblioteca de la Asociación Cultural Humboldt

[1] https://es.wikipedia.org/wiki/Culebra_(Puerto_Rico)

[2] https://es.wikipedia.org/wiki/Parroquia_Coche_(Caracas)

[3] http://ve.scielo.org/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1315-94962016000200001#:~:text=El%20Instituto%20Pedag%C3%B3gico%20de%20Caracas%20emprende%20su%20labor%20como%20formadora,ese%20momento%20hab%C3%ADa%20estado%20desatendida.

[4] https://es.wikipedia.org/wiki/Escuela_de_Medicina_Dr._Jos%C3%A9_Mar%C3%ADa_Vargas

[5] https://es.wikipedia.org/wiki/Instituto_Venezolano_de_Investigaciones_Cient%C3%ADficas