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Ricardo Gago, presidente de la Fundación Nosa Terra. Esta pala que muestra fue utilizada por algún obrero en la construcción del Canal Foto | Cortesía

Por: Ricardo Gago

La Embajada de Panamá en España, junto a la Fundación Nosa Terra, organizaron el reciente jueves 29 de septiembre, en la sala Miguel de Cervantes de Casa América, la conferencia De Galicia a Panamá: los gallegos en la construcción del canal interoceánico, a cargo de Ricardo Gago, presidente de la Fundación Nosa Terra, texto que presentamos por cortesía del autor. El evento contó con la presencia de Allen Sellers Lara, embajador de Panamá en España, de Enrique Ojeda Vila, director general de Casa de América y de Antonio Rodríguez Miranda, secretario de la Xunta de Migración de Galicia

Antes de iniciar este conversatorio, quisiera compartirles cómo surge la idea que me tiene hoy aquí…

La Fundación Nosa Terra fue creada por descendientes de gallegos con el objetivo de realizar un reconocimiento póstumo a la labor realizada por españoles en la construcción del Canal de Panamá, una historia poco conocida, tanto aquí… como allá.

Una historia que empezó a ser contada gracias al gallego Juan Manuel Pérez, quien en el 2007 publicó un libro llamado “Pro Mundi y Beneficio: Los trabajadores gallegos en la construcción del Canal de Panamá 1904-1914”.

Juan Manuel, bibliotecario de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, tuvo a su cargo la División Hispánica, donde reposan los informes sobre la construcción del Canal de Panamá.

Con el inicio de la pandemia, nos pusimos en contacto con Juan Manuel y, después de explicarle nuestro proyecto, nos entregó todas sus investigaciones, publicadas y no publicadas. 

Contratamos a las investigadoras Wendy Tribaldos, panameña y Susana Cabezas, española, aquí presente, quienes encontraron, no solamente en los documentos de Juan Manuel, sino también en archivos en Panamá, Estados Unidos y España, información valiosa e inédita sobre el tema de la construcción del Canal de Panamá.

Hoy compartiremos algunos datos que más adelante formarán parte de un libro que publicaremos para seguir contribuyendo a dar a conocer esta historia. Es más, analizando información recién recibida podemos concluir que con su publicación se CAMBIARÁ la historia como la conocemos hasta hoy.

Regresemos a los finales del siglo 19:  en esa época Estados Unidos experimentó un enorme crecimiento económico, que le permitió convertirse en una importante potencia mundial. Así las cosas, abordó la construcción de un canal interoceánico por el istmo de Panamá, apoyando su separación de Colombia en noviembre de 1903.

El nuevo canal istmeño sería una vía de comunicación entre sus dos costas, lo cual permitiría su expansión y control, así como el comercio con los países asiáticos. Era también una gran oportunidad para demostrar al mundo la eficacia de la tecnología norteamericana, favoreciendo su prestigio nacional e internacional.

Retos asociados a la construcción del Canal

En mayo de 1904 el gigante norteño tomó el control de la obra, que había sido iniciada y abandonada por los franceses. Sin embargo, ellos no se imaginaron las dificultades que encontrarían e inicialmente su gestión probó ser desastrosa.

Ese fracaso inicial los impulsó a tomar medidas radicales en la organización de los trabajos. Para finales de 1905 habían concluido que era preciso atender con urgencia y de forma inmediata los siguientes temas:

  • SANIDAD
  • MANO DE OBRA
  • ALIMENTACIÓN
  • VIVIENDA Y
  • TECNOLOGÍA

De estos, un análisis efectuado en los periódicos de los Estados Unidos indica que el aspecto laboral fue una prioridad ante la escasez y pobre calidad de la mano de obra, lo cual podría deslucir la imagen del proyecto. Era necesario reclutar con urgencia obreros para apurar el avance de la construcción canalera

Las leyes norteamericanas prohibían la contratación de obreros chinos y jamaicanos y los obreros antillanos contratados no estaban dando el resultado esperado. Es allí cuando el ingeniero jefe de la Isthmian Canal Commission, John Frank Stevens, sugiere probar suerte con un grupo de 500 gallegos que trabajaban en Cuba, principalmente en la construcción de los ferrocarriles, y que habían dado muy buenos resultados en la isla.

Su incorporación contribuyó a terminar con el monopolio laboral antillano, a fomentar la competencia entre trabajadores y a evitar movimientos huelguistas. 

Los primeros gallegos

Los primeros gallegos llegaron en el Buque Serven de la naviera inglesa Mala Real el 3 de febrero de 1906 y fueron asignados al campamento canalero de Lirio.

Al español Ernesto Suero le correspondió el honor de poseer el metal check, número 1, insignia esta que se usó para identificar a los obreros canaleros. Posiblemente era gallego pues embarcó en Vigo.

Me imagino que muchos se estarán preguntando qué representa la estrella que les entregamos a la entrada, similar a la que llevo en mi solapa con el número 4252…

Es un metal check del Isthmian Canal Commission y corresponde al registro 29/625 del gallego Eugenio Álvarez Rodríguez, quien salió de Vigo y llegó a Panamá el 9 de enero de 1907.  Fue asignado a trabajar en el campamento de Bas Obispo. Algo así como el DNI para cada uno de los obreros y tenían la obligación de portarlo. 

La estrella que tiene cada uno en sus manos es una réplica de un metal check grabado, no solo con el nombre de la Comisión y un número en el anverso, sino que además en el reverso hemos incluido el nombre de un gallego, su fecha de llegada al Istmo y su lugar de trabajo. Dicha información se incluyó para este evento y no era parte de los originales.

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Los primeros contingentes de gallegos que llegaron a laborar al canal no la pasaron nada bien. Hay varios informes negativos sobre la calidad de la comida que recibían, la mala vivienda, el clima sofocante en verano y en invierno la lluvia y la humedad, así como la falta de entretenimiento, las enfermedades que los aquejaban como la malaria y la fiebre amarilla, en muchos casos mortales, y, sobre todo, la pérdida de extremidades por accidentes laborales. Por otra parte, los obreros españoles no recibían un contrato formal, sino un documento que definía las funciones laborales.

De los 500 que llegaron al campamento de Lirio procedentes de Cuba se sabe que 20 días después 101 habían sido hospitalizados y de esos sólo 38 habían podido regresar a laborar.

A pesar de estar en la misma categoría, el silver roll, los obreros españoles ganaban más que los antillanos. Veinte centavos de plata frente a los dieciséis centavos de los antillanos.

Además, recibían atención médica gratuita, una alimentación diferenciada hecha por cocineros gallegos y vivían en barracas diferentes.  Aunque las condiciones eran mejores que las de los antillanos, eran peores que las de los norteamericanos blancos, con la categoría gold roll. El experimento con esos primeros gallegos fue tan exitoso que se tomó la decisión de reclutar más, pero ya no en Cuba, sino directamente en España.

Me imagino que muchos se preguntarán cómo los norteamericanos pudieron convencer a estos gallegos para que dejaran su tierra y fueran a trabajar en el Canal de Panamá.  Pues muy sencillo: engañándolos.

Contrataron a un personaje llamado Leroy Park, quien abrió una oficina en París y subcontrató a 120 enganchadores en Galicia, que venían a ser los reclutadores de la época.  Estas personas se ubicaban fuera de las iglesias, en parques y en las ferias, allí entregaban unos panfletos titulados “Emigración a Colón, Panamá”.

En este documento explicaban las maravillas de venir a trabajar al Canal de Panamá, fotos de un hospital, de un hotel y de grupos de españoles. El hospital sí existía, pero el hotel era solamente para norteamericanos blancos y las fotos de grupo de españoles fueron invento de los fotógrafos.

La mayoría de los trabajadores que llegaron al istmo fueron enviados a los campamentos de Gatún, PortoBello, Empire, Buena Vista, Bas Obispo y La Boca y en mayor número al campamento de Culebra, cerca del lugar más complejo y difícil para trabajar en el canal.

Una descripción de este sitio lee así: ABRO COMILLAS “en el peligroso y sucio Corte Culebra los trabajadores estaban rodeados por el ruido de las palas de vapor, los trenes a toda prisa, los cientos de taladros de roca, y todo ello a temperaturas que podían alcanzar los 120 grados Fahrenheit.  Mirar dentro del corte era, como dijo un observador, abrir la tapa del infierno.” CIERRO COMILLAS En total 422 españoles ofrendaron sus vidas en este lugar.

El corte Culebra estaba a 101 metros sobre el nivel del mar y tiene 15 kilómetros de largo. Diariamente 160 trenes llevaban vagones con piedra y tierra. Para construir el puerto de Balboa, el rompeolas de las islas de Perico, Naos y Flamenco, así como la presa de Gatún se rellenaron más de 200 hectáreas y millones de yardas cúbicas fueron arrojadas a la selva.

Cada gallego valía por tres

Los informes de los administradores norteamericanos hablaban de los gallegos como blancos manejables, ambiciosos, inteligentes y dóciles. En los documentos de contratación a los obreros se les clasificaba como obreros de pico y pala.

A su llegada a Panamá muchos fueron ubicados en trabajos como bomberos, pasadores de carbón, carpinteros, aceiteros, policías, y el más común, trabajos en las vías del tren y, por supuesto, pico y pala.

A principios del siglo 20, Galicia era un territorio abandonado por el gobierno español ya que los aportes a la economía nacional no eran sustanciales. Una región extensa y homogénea, contrario a las otras regiones peninsulares.

El pueblo gallego nunca optó por el camino de la revuelta cuando las condiciones le eran contrarias, pues veía siempre abierta la posibilidad de América: “el gallego no se rebelaba; hacía la maleta y partía.”

A los gallegos se le atribuían virtudes como honradez, laboriosidad e integridad moral.  Tras resaltar sus cualidades como la raza campesina más fuerte de España y la necesidad de emigrar a causa de la miseria, se le describe como un pueblo amante de su tierra, distinto al resto de los españoles por sus características culturales, tradiciones y lengua. 

Adicionalmente, para las autoridades norteamericanas, “gallego” era un gentilicio oportuno porque disfrazaba su lugar de origen, pues la mala imagen de los españoles se había agravado durante la guerra hispanoamericana de 1898.

La imagen positiva de los gallegos que llegaron al istmo de Panamá se plasmó tanto en las publicaciones de la comisión del canal como en artículos de prensa entre 1906 y 1907, período del intenso reclutamiento canalero.

John Frank Stevens quien se encargaba del proyecto como ingeniero jefe, llegó a valorar tanto su capacidad de trabajo que manifestó que “cada gallego valía por tres.  

El presidente Teodoro Roosevelt, en su informe al Congreso de 1906, después de visitar las obras, resalta la importancia y la necesidad de seguir contratando gallegos.

Los registros oficiales de la comisión del Canal indican que se reclutaron 12,238 españoles, de los cuales 8,298 eran gallegos. El último barco en llegar reclutado por la Isthmian Canal Commission fue el Atrato el 21 de octubre de 1908. 

El 12 de noviembre del mismo año, el gobierno de España publica el Real Decreto por el cual su majestad Alfonso 13 prohíbe temporalmente la emigración española a Panamá y este decreto estuvo vigente hasta 1912.

Luego de la promulgación de este Decreto la Isthmian Canal Commission consideró negociar con el gobierno español, pero pronto se dieron cuenta que era innecesario:  los trabajadores igual venían por cuenta propia, desde los puertos de Vigo, Santander y Barcelona, llegando a países como Cuba y Costa Rica, y allí hacían trasbordo para llegar a Panamá. Y lo mejor: pagando todos sus gastos de transporte. Trabajaban por 16 centavos la hora en lugar de los 20 que se pagaban a los reclutados; de modo que los norteamericanos se ahorraban dinero en planilla, así como los gastos de la oficina en Europa y posibles pleitos con el gobierno español.

Gracias a esta situación las autoridades norteamericanas permitieron que muchos llegaran con sus familias a Panamá lo que hacía más atractiva la aventura.

En las investigaciones realizadas por nuestra fundación hemos encontrado abundante información sobre las muertes de los españoles durante la construcción. Desde 1906 hasta 1913 fallecieron 801 españoles y en trabajos de las vías del tren de carga del canal, 422.   

El gallego José López Foris tenía 15 días de haber llegado al istmo, con 39 años, y falleció por septicemia. Pero los españoles no sólo se encontraron con enfermades, algunos llegaron con enfermedades propias de su región.  

En 1908, se implementó la ley de accidente de trabajo. Todo obrero que sufría lesiones en el trabajo recibía el jornal íntegro de los días que estuviera en el hospital como si los hubiera trabajado, siempre que no fueran más de 30 días al año.  Al obrero que quedaba con alguna discapacidad, se le daba trabajo propio a sus medios y la colocación de una prótesis, si era posible. 

Si la discapacidad era completa, se le enviaba a España por cuenta de la comisión.  Al obrero, que desgraciadamente fallecía, fuese por accidente o enfermedad, se le pagaban las horas trabajadas hasta su fallecimiento y el dinero se entregaba al consulado de España para que fuera enviado a los deudos.

Desafortunadamente, a la fecha no hemos podido localizar ningún registro acerca de los lugares en que estos empleados europeos fueron enterrados.

Siempre nos ha interesado conocer sobre la dieta que tenían los gallegos durante la construcción del canal, y en los informes de la comisión del canal hemos encontrado el costo de las tres comidas diarias era de $0.40 de dólar y eran preparadas por cocineros gallegos.

Desayuno: jamón, pan y café.

Almuerzo: Sopa de carne fresca con garbanzos y patatas, pan y café.

Cena: Sopa de carne guisada con patatas, arroz, judías, pan y café.

No faltaba el postre en la noche y consistía en fruta guisada como ciruelas pasas, salsa de manzana, melocotones y otros frutos secos.

La costumbre que impusieron

En 1911 las tensiones entre los españoles y la Ishtmian Canal Commission estaban a la orden del día. Había quejas de que la jornada laboral era muy corta: querían cobrar sobretiempo. También había casos en que argumentaban que su contrato original era para pico y pala y los tenían haciendo otras funciones.

George Goethals, quien era el ingeniero en jefe de la obra en ese momento, indica que no se puede despedir a los españoles reclutados, a quienes se les había prometido originalmente un mínimo 6 años de trabajo, pero sí a los que llegaron por sus propios medios.

Los obreros españoles se organizan en un comité para dialogar con la comisión y logran, después de una huelga de brazos caídos, que a los obreros que salieran de sus barracones entre las 5 y 6 de la madrugada para iniciar trabajos a las 6:30, se les diese un tiempo para poder comer algo antes del mediodía y no por eso el trabajo se dejaría de hacer, pues acostumbraban a llevar un pedazo de pan y chorizo.

En el informe de la comisión se aprueba esta petición y se le denomina en inglés “coffee break” y de aquí es donde sale esta costumbre de realizar un descanso a media mañana que poco a poco fue adoptada a nivel mundial.

Muchos al finalizar las obras, fueron repatriados y otros, contratados en diferentes países.  Algunos fueron empleados por el gobierno de Panamá para la construcción del ferrocarril en Chiriquí y nos imaginamos que muchos se establecieron permanentemente en el país.

Historia que trasciende fronteras

La Fundación sigue recabando datos, como los que hemos compartido hoy, con el objetivo de que esta historia tan poco conocida se comparta ampliamente. Como dije al inicio, la oportunidad que me han ofrecido hoy nos ha permitido llevar esta historia fuera de nuestras fronteras.

En la Fundación, y con el objetivo de hacer justicia histórica a estos hombres que dejaron su tierra y su familia, nos hemos propuesto hacer un reconocimiento que quede como símbolo de esa emigración al Istmo que inició con ellos, pero que nos representa a todos…

Para ello, hemos encargado al escultor Gonzalo Sánchez Mendizábal, quien nos acompaña esta mañana, la creación de un conjunto escultórico en bronce que mide dos metros cuarenta de alto y consta de 4 estatuas de hombres trabajando con pico y pala. Con un peso de 1200 kilos. Las piedras que estarán colocadas a sus pies serán extraídas del Corte Culebra y la base será de piedra gallega. Esta pala fue utilizada por algún obrero en la construcción del Canal. Fue enviada por la Fundación al escultor para que la usara como modelo para las palas que tendrán 2 de las estatuas y pronto regresará a Panamá.

El gobierno Nacional nos ha entregado una rotonda en lo que hoy en día conocemos como la Calzada de Amador, en la entrada Pacífica del Canal de Panamá, la cual fue construida como un rompeolas con el material extraído del Corte Culebra a punta de pico y pala por muchos de esos trabajadores españoles, principalmente de origen gallego que, como bien dijo Stevens, “valían por tres”.

Así de valioso es también para nosotros en la Fundación Nosa Terra, esta oportunidad de compartir un tiempo con todos ustedes… muchas gracias.

Por: Ricardo Gago