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Por Hisvet Fernández

Hisvet Fernández es psicóloga social, feminista, activista de los DDHH de las Mujeres y los Derechos Sexuales y Reproductivos, directora del Centro de Capacitación para la Vida (Cecavid). Integrante de la Alianza Salud Para Todas. Coordinadora del Observatorio Venezolano de los Derechos Humanos de las Mujeres, núcleo Lara. 
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El deseo sexual distingue de manera específica la relación de pareja erótico-afectiva con respecto a cualquier otra relación entre los seres humanos.

Las relaciones de pareja implican tres dimensiones fundamentales expresadas en tres tipos de vínculos que son: la Identidad, la Vinculación y el Deseo Sexual.  

Tanto la identidad como la vinculación son dimensiones que comparte, la relación de pareja con otras relaciones humanas.

La amistad, la hermandad, las relaciones familiares de consanguinidad, la fraternidad, la sororidad y otras relaciones implican y conllevan tanto la identidad de sus integrantes como la vinculación que se da entre y con ellos y ellas. Pero en ninguna de estas relaciones está presente el deseo sexual. Y no solo no está presente sino que es prohibido y censurado socialmente en estas relaciones.

El deseo sexual se trata de una dimensión de la relación, que se dá solo y exclusivamente en la relación de pareja, sin tomar en cuenta el tipo de pareja que representa en el tiempo y el compromiso que pueda existir.

De este modo, en la relación de pareja se establece la más profunda comunicación que se pueda establecer entre dos personas, ya que se utilizan todos los lenguajes de que dispone el ser humano: el verbal, el corporal, el gestual, incluyendo en estos el lenguaje sexual.

Por ello sentir deseo sexual, ese deseo fuerte hacia otra persona, produce el tercer tipo de vinculación, entre las dos personas que forman la pareja.

Cuando ambos integrantes de la pareja sienten ese profundo deseo una/o por la otra/o y además sienten satisfecho su deseo, se producen una serie de emociones agradables, con componentes fisiológicos, psicológicos y sociales, que ligan fuertemente a la pareja. Esto es lo que llamamos la dimensión del “Deseo”. Es como un pegamento para las otras dimensiones.

Si no se siente atracción o deseo, la pareja, en cuanto pareja como tal, no va a funcionar. La relación deja de ser o no llega a ser una relación erótico-afectiva.

Aún sintiendo esa atracción, hay que subrayar que, es una dimensión que por sí misma no establece la igualdad necesaria, en la pareja.

La igualdad se establece especialmente en la vinculación cargada de reciprocidad y se consolida cuando existe apoyo a la identidad de cada quien, por parte de la otra persona, de la pareja.

El deseo interviene, en las relaciones de pareja, haciendo poderosos y sólidos los vínculos, pero no sustituye las otras dos dimensiones.

En las mujeres el deseo sexual tiene un desarrollo particular, ya que este se encuentra en el centro de los valores culturales que componen y rodean la vida de las mujeres y la construcción de su identidad. La característica central de la identidad de estas, es su núcleo del cautiverio de “ser para otros” y esto pasa por anular, adormecer y si es posible matar el deseo sexual en las mujeres, para que puedan responder al deseo de los otros. La educación sexual recibida y la religiosidad influyen de manera determinante en el deseo sexual de las mujeres.

Muchos estudios que tratan de describir el deseo en las mujeres, nos indican que el deseo sexual de en ellas es menos directo y más difícil de identificar, por ellas mismas y por sus parejas. De la misma manera un grupo de colegas, psicólogos/as sociales de la Universidad de Florida han comprobado que las mujeres se excitan menos espontáneamente y tienen mucho menos fantasías sexuales que los hombres.

A las mujeres les es prohibido el autoerotismo y no tienen un acercamiento positivo con su sexualidad.

Las mujeres suelen experimentar sus deseos de manera reactiva y menos de manera espontánea y necesitan tener, o creer que tienen, algún tipo de conexión emocional para disponerse a tener relaciones sexuales, con alguien.

Vale la pena recordar que siempre hay excepciones y que el deseo sexual, depende de cada persona y de su propia individualidad.

El camino para llegar a la satisfacción sexual también parece diferente para hombres y mujeres, tomando en cuenta que el modelo que vemos y copiamos es de encuentros de hombres con mujeres donde todo se centra en el coito y donde los hombres son mucho más activos y directivos que las mujeres, que solo se dejan llevar por estos y suelen presentarse más pasivas generalmente. Estas se especializan en darse y entregarse a ellos. El deseo en las mujeres ha sido muy condicionado para adormecerlo.

Si eres mujer, te pregunto: ¿Cómo has manejado, sentido y vivido tu deseo? Te invito a reflexionar sobre esto.

Por Hisvet Fernández