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Después de una dura semana de trabajo, nada mejor que arrancar el fin de semana con el “viernes cultural”, esa reunión de amigos en las esquinas del barrio presagiando ya el descanso y la fiesta. Esta sección pretende hacer eso, arrancar nuestro fin de semana desde esta esquina virtual con cuentos y poemas de autores panameños para que los conozcan y los disfruten. Así que, ¡feliz fin de semana!, con sabor a literatura panameña de la buena.

Pedro Crenes Castro, coordinador del Viernes Cultural: Literatura Panameña [email protected]
Diseño: Carlos García Ponte

Dos cuentos de Griselda López

Griselda López


Griselda López (Guararé, Panamá,1938), es periodista y escritora. Ha publicado los cuentos de Piel de adentro (1986) y Las capas del tiempo (2017) entre otros. Su mirada siempre certera y reflexiva sobre la vida, convierte sus cuentos y relatos en una radiografía siempre audaz del alma panameña. Próximamente presentará, No me extraña tu presencia, su nueva colección de cuentos.

El imprescindible

“El mundo se está convirtiendo en una caverna igual que la de Platón:

todos miramos imágenes y creyendo que son la realidad”.

José Saramago

Allí estaba él, como todos los días, esperándola. Arrinconado en el sofá de cuero negro. Silencioso. Anhelando la cotidiana caricia de sus dedos. Ese contacto que con un solo toque lo hacía renacer y en un instante lo iluminaba. Estaba tranquilo. Sabía que nunca fallaba, que ella siempre lo encontraría.

Aquí estoy. Listo. Es muy temprano. Veo tu rostro. No me gusta. No se parece al rostro sonriente de ayer. Ojos apagados, sin luz, mueca en vez de sonrisa. Me miras, te miras y un rictus de amargura aparece en tu cara. No te gusta lo que ves. Oprimes, el flash te ilumina. Miras la fotografía varias veces. Amplías la imagen hasta el close up, pero una negación surge dentro de ti y la borras con rapidez.

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Pulsas, buscas afanosamente, una y otra vez. Ahora, una amplia sonrisa se dibuja en tu rostro. Estoy intrigado. ¡Hay felicidad!  ¡Me conmuevo, todavía, a pesar del tiempo, me sorprende cuántas reacciones diversas puedo provocar en un instante! De la tristeza a la alegría, de la alegría a la amargura ¿Qué será? ¡Ah, ya veo!, es tu cumpleaños, te rodean, tu esposo, hijos y amigos, todos alegres alrededor de un inmenso pastel. Siento tus lágrimas caer, sobre mi lisa superficie. Varios minutos dura esa ensoñación que te recreas en contemplar.

Te quedas mirando fijamente. ¿A mí?  No, a mí nunca me miras. Siempre penetras mi irrompible pantalla. Buscas más allá. Sigues pulsando nerviosamente.

Ahora tus ojos se agrandan por la sorpresa. Memoria, ¿para qué la memoria? Yo soy tu memoria. Acabas de encontrar la carta. Aquella que habías guardado, sin querer queriendo y habías hecho como que la habías olvidado. Aquella, en la cual tu esposo te pedía el divorcio. La rescataste, junto a otros recuerdos, del disco duro de la vieja computadora que habías regalado a tu sobrino y me la enviaste a mí. ¿Será por qué soy más moderno, más chiquitito, más actualizado y tengo más mañas, además de tener un nombre exótico?

Dentro de mí, cabe todo. Gracias por la confianza. Aquí guardo tu tesis de grado, tu foto de primera comunión, las cartas para tu novio, ¡ah!, también tengo tus recetas médicas, el resultado del azúcar que te envío el laboratorio, la radiografía de tus pulmones, las selfies con tus amigos, las fotos de tus paseos por Argentina, tu visita al Teatro Colón y, ¿por qué no? bailando tango con tus compañeros en el entarimado de aquel cabaret. Atesoro aquel memorable encuentro que tuviste en Praga con aquel novio furtivo, como sacado de una película de Hollywood.

Aquí estoy cual caja fuerte guardando tus hermosos, misteriosos y algunos, no publicables secretos. Por ello me asusto cuando me pierdes. ¿Cuántas veces he quedado olvidado en varios sanitarios, o en el asiento del cine. Apagado, esperándote? Pero, aparecías lívida de pánico y me besabas y acariciabas al encontrarme, junto a tu pecho, haciéndome sentir que yo era el amor de tu vida, que sin mí no podrías vivir. Me alegraba. ¿Qué sería de mí en manos de otro o de otra? Borrarían toda la historia. Yo te conozco y ya te quiero. Quiero estar contigo hasta que mi vida se agote. ¿Para qué conocer a alguien más? Ya me acostumbré a ti y conozco casi todos tus pasos, tus desencantos, tus sentimientos, tus alegrías, y he disfrutado esos momentos felices y te he acompañado en los momentos tristes. Me has tratado con ternura, con delicadeza como la dama gentil que eres. Además, yo soy tu memoria.

Tus ojos se agrandan, otra vez. ¡Qué hermosos son! Parpadean y dejan caer lágrimas sobre tus tersas mejillas que todavía parecen de adolescente. Tienes muchos amigos. Me agradan tus amigos. No me gusta ese hombre con cara fúnebre que de pronto aparece y desaparece y que tiene la virtud de cambiar tu rostro y producirte angustia. ¿Qué te hizo él? Es tu mejor secreto.

A veces quiero decirte que ya, que dejes de ver ese video. Que uno no debe recrearse con las cosas malas. Camina hacia el futuro. Me encanta cuando ves esa película, que te hace sonrojar. Lo miras escondida, cuidando que no haya nadie a tu alrededor. Ella muestra cuando haces el amor en la orilla del mar, mientras las olas acarician tus pies. Sientes que otro cuerpo penetra en la profundidad de tu ser. Se nota que para ti ese tiempo es infinito y para él también. Él se fue, cruzó mares hacia su Praga natal. Pero quedó ese recuerdo imborrable, infinito que trae luces y no amargura y que te recuerda que la eternidad está en la intensidad del sentimiento. Hay cosas que pasan, quedan, permanecen, enriquecen la vida.

A veces salto en la historia. Me enredo, porque hay fotos del ayer y del hoy. Es una vorágine, soy un pozo insondable. Soy tu pequeño cosmos. Me fascina tu personalidad, la riqueza de tus vivencias, estoy involucrado en tu presente y tu futuro. Cómo habitar ese tiempo. Las dimensiones del mundo, los recuerdos, las inolvidables experiencias.

Estaré contigo siempre que me necesites, cuídame, porque todo permanece en esta pequeña tabletita rectangular que soy yo, el Android.

Te dejo. Mi batería se descarga.


Estado de ánimo

Caminas por los largos pasillos. Durante años habías transitado por ellos.  Lo habías convertido en tu casa, tu hogar, tu morada. Las viejas paredes las transformaste en coloridos murales donde cada una te expresaba algo. Los rostros sonrientes que encontrabas, las miradas llenas de alegría enriquecían tu vida.

Cada vez que entrabas al lugar sentías una sensación placentera y de paz. Mirabas los árboles que rodeaban los edificios, te detenías a observar las aves que revoloteaban, de rama en rama sobre el estacionamiento donde dejabas tu carro. Ya conocías de quién era la camioneta azul y quién salía por la puerta de aquel Nissan color vino.

Tomabas el ancho camino que bajaba por una sinuosa y espectacular escalera, rodeada de árboles de mango, que te conducía a ese lugar que considerabas seguro. Saludabas a todos los que encontrabas en su camino. Los jóvenes caminaban con sus mochilas en la espalda, otros con sus libros bajo el brazo y la mayoría abstraídos por sus celulares. Miradas sonrientes y amicales. Rostros amables que se sucedían unos tras otros. Allí ibas a encontrar a tus colegas, los de ayer que habías conocido desde tu juventud y los de hoy. Te levantabas todos los días a las 6 de la mañana y tomabas la ruta que te llevaría a la Universidad.

Tu auto ya sabía de memoria el camino. Conocías aquella avenida en donde, los taxis amarillos formaban un nudo y era tedioso transitar. Pero no importa. El objetivo era lo más importante. Llegar. Allí todo cambiaría la soledad de tu hogar. No importa si la conversación es anodina, si la funcionaria te cuenta los problemas con la vecina, si la otra te dice que peleó con la compañera, si te susurran al oído cuentos que sabes son mentiras. No importa.

Allí hay vida. Se escuchan risas, discusiones, gritos y de vez en cuando alguien toca el odioso reggeton, (tú que en el camino habías estado escuchando al genial Sibelius); sabes que te encontrarás con gente agradable y también con sabelotodos amargados.  Cumplirías con cada detalle del reglamento, el estatuto, las leyes establecidas. Estabas convencida que en ese hábitat se te quería, y admiraba. La jornada transcurrió, igual que todas, repetida, amable.

Pero hoy, terminado el día, regresas por los pasillos que de pronto dejaron de ser fantásticos y se tornaron reales. Las paredes enmohecidas mostraron manchas y la brisa ya no era fresca. Las voces, antes gentiles, sonaron amargadas, lejanas y secas. Descubriste hostilidad y alejamiento en las miradas. Los saludos se tornaron fríos. Los jóvenes ya no eran tan jóvenes, no estaban allí, estaban lejanos. Habían emprendido la ruta, señalada por sus celulares. Los rostros se volvieron hostiles, una capa herrumbrosa cayó sobre los autos, las ramas permanecieron inmóviles. El viento huyó.

Ahora, subes lentamente la escalera que te conduce de regreso al estacionamiento. Tus piernas están cansadas. Alguien grita de manera displicente.

⸺Oiga, señora, ¡fíjese por dónde camina!

¿Cuál es el tiempo real? No te confundas. No es fantasía. Es solo el maldito estado de ánimo.


Coordinador del Viernes Cultural Literatura Panameña:
Pedro Crenes Castro

[email protected]
(Panamá, 1972), es escritor. Es columnista y colaborador en varios medios panameños y españoles. Ha ganado dos veces el premio Nacional de Literatura Ricardo Miró de Panamá y dicta talleres literarios. Vive en España desde el año 1990.
https://senderosretorcidos.blogspot.com/