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Después de una dura semana de trabajo, nada mejor que arrancar el fin de semana con el “viernes cultural”, esa reunión de amigos en las esquinas del barrio presagiando ya el descanso y la fiesta. Esta sección pretende hacer eso, arrancar nuestro fin de semana desde esta esquina virtual con cuentos y poemas de autores panameños para que los conozcan y los disfruten. Así que, ¡feliz fin de semana!, con sabor a literatura panameña de la buena.

Pedro Crenes Castro, coordinador del Viernes Cultural: Literatura Panameña [email protected]
Diseño: Carlos García Ponte

Dos minificciones y un cuento de Enrique Jaramillo Levi

Enrique Jaramillo Levi

Enrique Jaramillo Levi (Colón, 1944). Es uno de los más importantes escritores panameños. Con más de 50 libros publicados que reúnen cuento, ensayo, poesía y minificción, la versatilidad de registros y técnicas narrativas le ha valido el reconocimiento a nivel internacional de la crítica académica que ha estudiado su obra. Ha escrito libros de cuentos fundamentales como Duplicaciones o Luminoso tiempo gris y se ha destacado como un importante estudioso del género cuento, del cual ha escrito varios ensayos y preparado importantes antologías nacionales y regionales. Ha obtenido numerosos premios, entre ellos en Nacional de Literatura o el de Los Juegos Florales Hispanoamericanos. Ha sido antologado en numerosas ocasiones.

OVNI

La noche que, oteando extasiado la hermosura inmensa del firmamento, vi aquel ovni espectral detenido en medio del espacio, a unos 300 metros de distancia en el horizonte, estaba perfectamente despierto, te lo aseguro. Nada de haber fumado o ingerido cualquier substancia que pudiera haberme alterado los sentidos, ni de estar soñando fantasías. En realidad, era ya de madrugada y la quietud en el ambiente era absoluta. Acababa de despertar escuchando ese indescriptible sonido, líquidamente complejo y a la vez tan simple de las olas, tumbado en la arena de esa inmensa playa mexicana de Mocambo, en Veracruz, donde a falta de mejor morada, por estar sin un centavo había pernoctado tras el asalto. Un vil robo a mano armada como cualquier otro: avieso, injusto, de parte de un chico no muy mayor que el turista joven, inexperto y curioso que yo era. Llegué desde la Ciudad de México pidiendo aventón de pueblo en pueblo, como es tan común en estos días.

No te voy a decir que el ovni bajó por mí y que, como en ciertos libros de ciencia-ficción y películas similares, ocurrió eso que ha dado en llamarse una abducción. No, no me secuestraron. Porque en realidad fui yo el que me quise ir con ellos. Te explico: mi abuela siempre me dijo que yo tenía “poderes”, poderes muy especiales, pero que no lo divulgara o me creerían loco. Y que solo debía usarlos para el bien, y en determinadas emergencias o “raptos supremos”, como le llama ella a ciertos estados de gracia…

Y cuando esa madrugada vi al ovni suspendido en el espacio supe que probablemente también ellos me estaban observando desde lejos, y de pronto fantaseé con estar con ellos, perfeccionar esos supuestos poderes; sin que me hicieran daño, claro. Viajar a otros planetas, y si fuera a otras galaxias, mejor. ¡Imagínate!

Cerré los ojos durante no sé cuántos minutos. Me reconcentré al máximo, haciendo abstracción no solo de todo lo que me rodeaba en aquella hermosa playa mexicana, sino de mí mismo. Me visualicé en la barriga de aquella nave, pequeñito, arremolinado en una esquina, observando todo fascinado. Y en seguida así mismo fue, te lo juro.

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Eran seis, muy altos y delgados, traslúcidos humanoides con cabezas desproporcionadamente pequeñas. O sea, lo contrario de lo que uno suele imaginar. Para mi sorpresa, me hablaron en español, con un acento raro, como metálico, solo unas palabras. “¿Qué haces aquí?”, preguntó lentamente uno, “no has sido invitado,” añadió. Muerto de miedo me atreví a responder: “Curiosidad… solo quería… conocerlos.” Se miraron entre ellos. Y otro dijo, terminante: “Cierra los ojos.” Eso hice. Me pidieron que no los abriera y durante un tiempo que sentí larguísimo y que no supe medir, obedecí. Ante tal orden contundente pensé que de algún modo me iban a castigar.

Y ahora estoy aquí, en esta cárcel veracruzana, contándote una historia que sé muy bien que no crees. Como por supuesto no me creyeron los policías que me arrestaron en la playa y me trajeron… Lo que sí es seguro es que saben muy bien que no estaba borracho ni drogado, porque me hicieron varias pruebas… Hoy es ya el segundo día. Lo bueno es que me dan de comer, y eso se agradece… ¿Y tú? ¿A ti por qué te trajeron?

De Top Secret. (Cuentos sobre Ovnis).

Foro/taller Sagitario Ediciones, 2021.


Acaso los dioses

Lo que se gestó queriendo ser un poema se fue transformando en una mezcolanza descriptiva-reflexiva-narrativa que no parecía tener ni pies ni cabeza. Lo que sí tenía era conciencia de su inverosimilitud formal y no estuvo conforme: su luenga prosapia era de corte tradicional. Apeló entonces a los dioses pero no le hicieron el menor caso. Los poemas en gestación no tienen derecho a quejarse. Sintiéndose contrahecho, cargó con todas sus fuerzas contra su creador y le impidió avanzar en su empeño… Tal vez hubiera sido un maravilloso poema. Acaso los dioses tuvieron celos de tal posibilidad y se sintieron vulnerables por tantos siglos de tiranía. Terminó siendo un simple minicuento.

De Disparates y anomalías.

Indeleble Editores, 2022


Sin edad

Sebastián Dorindo Paniagua había vivido tanto tiempo que ya no podía precisar su edad verdadera. Igual podían ser 110 años que 130. En todo caso, le daba igual, ya que aún se sentía capaz de darle la vuelta a la cuadra con pasitos cortos muy bien calculados, aunque tardara un par de horas en hacerlo.

Muchas veces permanecía tranquilo en su mecedora del portal recordando con precisión sorprendente todo aquello hermoso que no le había sucedido en la vida. Incluso, poco antes de morir, fue capaz de inventarse a una novia de nombre Argelis que, por su juventud y briosa lozanía, podría muy bien ser su bisnieta, con la que dormía todas las noches dejándose lamer complacido los surcos de sus incontables arrugas.

No es mentira, yo lo conocí. Por muchos años fue un fogoso amante incansable: yo soy Argelis y lo quise mucho. Al grado de que cuando hace apenas unos días Don Seba me miró a los ojos llorando y me dijo: “¡Preciosa…, ya ponme a dormir!”, con dolor de mi alma no tuve más remedio que complacerlo.

De Epifanías circulares.

Taller Blanco Ediciones, 2022.


Coordinador del Viernes Cultural Literatura Panameña:
Pedro Crenes Castro

[email protected]
(Panamá, 1972), es escritor. Es columnista y colaborador en varios medios panameños y españoles. Ha ganado dos veces el premio Nacional de Literatura Ricardo Miró de Panamá y dicta talleres literarios. Vive en España desde el año 1990.
https://senderosretorcidos.blogspot.com/