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Por: María Mercedes Armas (Psicóloga)

La licenciada María Mercedes Armas Barrios es psicóloga egresada de la Universidad Central de Venezuela. Es integrante del Observatorio Venezolano de los DDHH de las Mujeres y del Centro de Investigación Social Formación y Estudios de la Mujer.
@psico.mm.armas
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La rabia es otra de las emociones considerada como  negativa, sin embargo es tan útil y necesaria como todas las emociones básicas del ser humano.

Al experimentar rabia, nuestro cuerpo se activa y nos disponemos para la acción, debido a los grandes cambios biológicos y fisiológicos que activa esta emoción, entre ellos: aumento de la presión arterial, del impulso cardíaco y de los niveles de noradrenalina y adrenalina. Como todas las emociones, la rabia va en un continuo en el que se puede experimentar desde una leve molestia hasta una rabia intensa o ira incontrolable.

Su función básica es de alerta y protección, ya que consiste en una respuesta ante una amenaza, intimidación o injusticia, que nos lleva a asumir una posición de defensa, preparándonos para ello.

Socialmente la rabia es penalizada, etiquetándola de negativa. Sin embargo, es importante aprender a “escuchar” lo que nos dice nuestra rabia porque nos puede estar indicando que algo no está funcionando bien en nuestras relaciones y que hay conflictos por solucionar.

Esto en el contexto de las situaciones cotidianas y normales, pero también hay situaciones extremas, de riesgo, en las cuales la rabia va a jugar un papel fundamental para la protección e incluso de la sobrevivencia.

De allí que necesitamos aprender a identificar y diferenciar la causa de la rabia que sentimos, su intensidad, proporción y duración, porque el manejo inadecuado de la rabia nos generará problemas y daños a veces irreparables.

En el contexto cotidiano, familiar, laboral y social en general, lo fundamental es aprender a manejar nuestra rabia de manera positiva, expresándola sin agredir a los demás, ni física ni verbalmente.

Para ello necesitamos desarrollar asertividad. Por lo general, la emoción pasa, es decir, baja la intensidad de la respuesta de rabia, cuando se logra expresar asertivamente y también  cuando el estímulo que la genera cesa. Reprimir y prohibir la rabia causa un efecto contrario a lo deseado, ya que esta emoción pudiera acumularse y ser expresada inadecuadamente como un estallido o en forma de ataque hacia alguien y, como frecuentemente sucede, “pagarla” con alguien que no tiene nada que ver; así como generarnos efectos negativos en la salud como por ejemplo cuadros de hipertensión arterial y estrés emocional.

Una parte importante de la crianza es la educación emocional de los niños, niñas y adolescentes, para que aprendan a sentir,  conocer y expresar adecuadamente sus emociones, entre ellas la rabia. Así los apoyamos a desarrollar su inteligencia emocional.

  • Si le hacemos creer a nuestros hijos que sentir rabia “es malo” o que son malas personas por sentirla, le estaremos haciendo un daño a nivel emocional y este es uno de los motivos frecuentes de consulta a nivel psicológico.
  • Hay que diferenciar que sentir y expresar rabia en algún momento dado, no le va a convertir en una persona de mal carácter. Los niños(as) pueden sentir rechazo hacia personas adultas que muestran un carácter agrio permanentemente y, por evitar parecerse a ellos, puede que inhiban su rabia.
  • Hay que permitirle a los niños sentir y expresar su rabia adecuadamente, haciéndoles saber que ellos pueden manejar su emoción sin el miedo a “perder el control”.

Prohibirles o reprimir la rabia, es dejar a los niños indefensos a nivel emocional, ya que la rabia es el indicador que los puede ayudar a darse cuenta de cuando son victimizados y les proporciona la herramienta para defenderse.

La rabia, en ocasiones surge de situaciones que nos atemorizan o por la cuales nos sentimos frustrados o vulnerables; también por eventos o relaciones pasadas que aún no hemos resuelto internamente. Su canalización adecuada, en muchas ocasiones, tiene que ver con la necesidad de comunicarnos asertivamente, de poner límites y revisar, de manera consciente, el significado que esa emoción tiene en un momento dado, para decidir cómo queremos expresarla y dejarla salir, liberándonos del malestar emocional que conlleva.

Por: María Mercedes Armas (Psicóloga)