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Por: María Mercedes Armas (psicóloga)

La licenciada María Mercedes Armas Barrios es psicóloga egresada de la Universidad Central de Venezuela. Es integrante del Observatorio Venezolano de los DDHH de las Mujeres y del Centro de Investigación Social Formación y Estudios de la Mujer.
@psico.mm.armas
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La tristeza es una de las emociones básicas humanas que, en muchas ocasiones, es considerada negativa y antagónica de la alegría, debido a que resulta desagradable experimentarla. Este estado de ánimo se presenta con diversa intensidad y duración; se manifiesta como un nivel de energía bajo, sentimientos de pérdida y pensamientos limitantes. Supuestamente nadie quiere estar triste; sin embargo, la tristeza juega un rol importante en nuestra vida emocional y social.

Es sano, humano y congruente, experimentar tristeza cuando tenemos un motivo como por ejemplo una pérdida significativa a nivel personal.

Hay situaciones donde la tristeza es la respuesta congruente, por desagradable que sea. Y nos sirve como una alerta acerca de las situaciones con las cuales no estamos conformes o satisfechos en nuestra vida, los cuales podemos cambiar.

Contactar con nuestra tristeza es importante, sentirla y expresarla es lo más sano y deseable. Hay una presión social hacia estar “felices todo el tiempo” y eso es lo que se muestra en las RRSS. Obviamente estar bien y contentos es lo deseable, pero la vida tiene ambas facetas y necesitamos estar capacitados para afrontar todo tipo de situaciones y emociones.

La negación de la tristeza puede llevarnos a acumular tanto este tipo de emoción, que se vaya convirtiendo en un estado de ánimo permanente y decantar en un cuadro depresivo.

Aunque cada persona es diferente y tiene su ritmo emocional, es importante evaluar la manifestación de la tristeza, su intensidad y duración, en relación al evento que la desencadena.

Por lo general la emoción permite procesar las situaciones dolorosas y va disminuyendo en el tiempo hasta que se integra la experiencia y se accede a un estado de ánimo de aceptación, tranquilidad y normalidad. Para superar el estado de tristeza es de gran ayuda la cercanía y el apoyo de las personas cercanas y volver a la rutina cotidiana a su ritmo. Cuando se observa una intensidad o duración algo desproporcionada al evento que la genera, es recomendable buscar apoyo profesional para el manejo de esta situación y así prevenir problemas mayores.

Cada persona afronta su tristeza de manera diferente, pero en general se observa que las personas:

  • Tienden a aislarse de su medio y centrarse en sí mismos porque requieren espacio emocional para procesar su emoción.
  • Disminuyen el ritmo de activación (moderación funcional) debido al bajo nivel de energía disponible.

Ambos procesos son necesarios y positivos porque permiten la preservación de la energía y la reflexión necesaria para una nueva toma de decisiones al facilitar la introspección y el análisis constructivo de la situación que genera la tristeza. Unos de los aspectos positivos es que el entorno social tiende a responder de manera empática con las personas que experimentan tristeza, lo cual es un recurso importante para apoyar a superarla.

Frecuentemente las personas dicen que están deprimidos cuando sienten tristeza. Aunque ambas tienen puntos en común, hay que diferenciarlas.

La depresión es un trastorno mental crónico en el que se experimenta tristeza y también otra serie de síntomas como angustia, apatía, desesperanza, incapacidad para el disfrute (anhedonia) e implica cambios radicales y duraderos en la dinámica bioquímica cerebral. En caso de sospechar de un cuadro depresivo se requiere una evaluación profesional para su diagnóstico y tratamiento adecuado, ya que es necesaria la medicación además de psicoterapia.

Por: María Mercedes Armas (psicóloga)