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Semblanza múltiple del cuento en Panamá. Compilación de 95 cuentistas panameños vivos, de Enrique Jaramillo-Levi, con prólogo de Ela Urriola, que también incluimos en este espacio, es un homenaje al nosotros, a la historia contada y a quienes escriben para que la memoria gane todas las batallas

Violeta Villar Liste

Si la literatura exige una actitud de compromiso, su divulgación lo reafirma. Las sociedades que conocen, preservan, valoran y difunden su literatura son sociedades más honestas con la naturaleza primigenia del humano, aquello que lo distingue de otras especies: la conciencia acerca de su existencia”.

Esta reflexión de Ela Urriola en La palabra que irradia la magia: Prólogo a Semblanza múltiple del cuento en Panamá. Compilación de 95 cuentistas panameños vivos; selección, introducción y microbiografías del escritor, docente e investigador Enrique Jaramillo-Levi, ilustran el valor para la sociedad del nacimiento de un nuevo libro en conceptos que repetimos con Urriola: Conocer, preservar y valorar.

En este caso, Urriola destaca que en esta compilación “está la historia, nuestra historia, el peso de la historia, la que viven los otros, la que nos han contado y la que callaron los demás…” una extraordinaria manera de reconocer el nosotros de la mano del cuento, mérito añadido que suma al valor literario.

Semblanza múltiple del cuento en Panamá. Compilación de 95 cuentistas panameños vivos, de Enrique Jaramillo-Levi, cuenta con el patrocinio del Banco Nacional de Panamá, institución que se pone del lado de la cultura porque “es una inversión que enaltece a toda la sociedad, a la educación y a la preservación de los recursos históricos”, celebra la institución.

La compilación, explica el autor, debe aparecer a finales de febrero, no se podrá vender, pero será obsequiada en todo el país por el Banco Nacional de Panamá, que me brindó su patrocinio y confianza, por lo cual les estoy muy agradecido.

El autor agradece otros apoyos en esta travesía intelectual: “Al escritor Marco Ponce Adroher por su larga y generosa dedicación al diseño gráfico del libro; a la versátil escritora, profesora universitaria y pintora Ela Urriola, quien escribió el Prólogo y cedió la imagen de uno de sus cuadros como fondo de portada; y a mi hijo Enrique Jaramillo Barnes, responsable del diseño de portada, contraportada y solapas del libro.

También mi agradecimiento a la escritora Danae Brugiati Boussounis, por sus buenos consejos y apoyo moral, al igual que a Graciela Quelqueyé por las mismas razones”.

Semblanza múltiple del cuento en Panamá reúne en 346 páginas impresas, desde autores nacidos en 1931 “hasta a una jovencita de 1995: cuatro generaciones de escritores, con muy variados temas, estilos y visiones de mundo”, explica el propio autor, quien, a su vez, no solo reúne cuentos: también los escribe.

-¿Por qué esta pasión tan absoluta por el cuento?

-No tengo una razón absoluta, salvo que me encanta contar historias y las escribo desde muy joven.

Como creador de ficciones, la experiencia y la imaginación son dos caras de la misma moneda al ir armando una trama que sea verosímil y a la vez sorprendente, con una gran precisión y solvencia de lenguaje.

Un cuento es una tajada de vida, un pequeño universo paralelo, una fascinada salida por la tangente para llegar al meollo del asunto.

-¿Relato breve, brevísimo… qué es un cuento? 

  -Generalmente escribo cuentos breves, a menudo brevísimos: auténticos minicuentos, en los que sin embargo no sobre ni falte nada esencial.

Aunque a menudo los términos relato y cuento se manejan como sinónimos, algunos críticos consideran que un cuento es más elaborado y estéticamente ingenioso y complejo en su construcción, que un simple relato al que solo sostiene una anécdota.

-¿Cuál es el honor del cuento dentro de la literatura como género?

-Es, junto con la poesía, el más antiguo de los géneros literarios. Grandes cuentistas universales: Edgar Allan Poe (norteamericano); Antón Chékov (ruso), Guy de Maupassant (francés); Ernest Hemingway (norteamericano); en Latinoamérica: Horacio Quiroga y Juan Carlos Onetti (uruguayos), Juan Rulfo y Carlos Fuentes (mexicanos). En Panamá, es el género literario que más abunda y se destaca; más que en ningún otro país de Centroamérica. 

Con respecto a la antología, Semblanza múltiple del cuento en Panamá. Compilación de 95 cuentistas panameños vivos¿cuál motivación acompañó este desafío de reunir a autores consagrados y más jóvenes en este texto? 

-Esta antología es en realidad, más que eso, una exhaustiva compilación histórica nunca antes intentada en nuestro país: Su título y subtítulo lo dicen casi todo: “Semblanza múltiple del cuento en Panamá. Compilación de 95 cuentistas panameños vivos”. 

Es decir, gran cantidad de autores vivos, temas, técnicas narrativas, estilos visiones de mundo muy diversas, cuentos largos medianos y muy breves…

Se cruzan cuatro generaciones, hombres y mujeres (más mujeres que hombres), desde los nacidos en 1931 hasta la más jovencita, Diana Mayora, nacida en 1995.

Hay una abundante cantidad de autores talentosos que surgen en el Siglo XXI, más de 100 solo entre los cuentistas hasta la fecha.

-¿En qué consistió el proceso, cuáles fueron las fuentes consultadas y la relación con los autores?

-Me tomó tres años y medio preparar este libro. Implicó, por supuesto, mucha investigación y lectura, resolver en cada caso criterios de selección, mucha disciplina y paciencia.

Los requisitos: que los autores estuvieran vivos, hubieran publicado ya al menos un buen libro de cuentos, y que el cuento seleccionado fuera de alta calidad literaria y humana.

No pensaba en cómo iba a publicar semejante libro tan voluminoso sino en hacer el libro.

Tendrá 346 páginas impresas, gracias al patrocinio del Banco Nacional de Panamá.

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Consulté libros en la Biblioteca Nacional Ernesto J. Castillero R. y en mi propia biblioteca, que es abundante en colecciones de cuentos.

Tres buenos cuentistas se negaron a autorizar su inclusión, y varios más nunca respondieron. De lo contrario, hubiéramos llegado sin duda a 100 destacados autores fácilmente.

Escribí una larga introducción y las 95 minibiografías de los autores antologados.

-Es complejo y comprometedor hablar de preferidos, pero en lo particular, ¿algún autor que considere es el gran referente del cuento en Panamá?

En realidad, no tengo favoritos. Los predecesores del cuento istmeño a finales del siglo XIX, en revistas y periódicos del Panamá colombiano, fueron Darío Herrera (primer autor panameño en publicar un libro de cuentos: Horas lejanas, 1903), Ricardo Miró y Gaspar Octavio Hernández, tres poetas destacados.

Luego en el siglo XX destacó Rogelio Sinán, entre otros muchos, aunque en sus 92 años de vida no escribió más de 30 cuentos, todos excelentes, si bien publicó muy buena poesía y dos espléndidas novelas: Plenilunio y La isla mágica.

-A propósito de la pandemia y el tiempo de incertidumbre que estamos viviendo, ¿cuál es el cuento qué vendrá? 

Eso solo lo saben los dioses. Pero como dirían los colombianos “toca” seguir escribiendo sin tregua. Es una forma de no deprimirse, a veces de no enloquecer. Yo ya he escrito un par de cuentos y poemas sobre la maldita pandemia, como una forma de exorcizarla.


LA PALABRA QUE IRRADIA LA MAGIA: Prólogo a Semblanza múltiple del cuento en Panamá. Compilación de 95 cuentistas panameños vivos

Por Ela Urriola

Ela Urriola es licenciada en Filosofía e Historia por la Universidad de Panamá, doctora por la Karlová Univerzita, en Praga, República Checa,investigadora de Estética, Bioética y Derechos Humanos.

(…) el cuento es esa luz que se debe, ráfaga acotada entre ciertos límites y apresada de determinada manera; es una forma de prestidigitación, un pase de magia.

Mempo Giardinelli

¿Qué es un cuento? Para José Donoso un cuento es un destello, «o debe serlo, o tiende a serlo»; para Mario Lanzelotti es «un orbe cerrado y finito»; para Clare Hanson, el cuento es «una forma que abraza lo desconocido». O, como dice Mempo Giardinelli[1]: «El cuento -creo, en principio- es una rica sustancia contenida en una forma pura. Es resolución del “cómo” a la vez que invención del “qué”».

Ciertamente, hay algo de magia y luz en ese género de pocas páginas y grandes ventanas que ha cautivado a los escritores más importantes en todas las épocas y todos los idiomas; algo que fascina y atrae en el cuento, algo que también resulta inasible cuando se pretende explicar en qué consiste su verdadera naturaleza, su alcance o sus límites.

¿Qué caracteriza a un cuentista, quién o qué suerte de escritor es aquel que escribe cuentos? 

Julio Cortázar, uno de los buenos, lo tiene claro: «Un cuentista es un hombre que de pronto, rodeado de la inmensa algarabía del mundo, comprometido en mayor o en menor grado con la realidad histórica que lo contiene, escoge un determinado tema y hace con él un cuento.

Este escoger un tema no es tan sencillo. A veces el cuentista escoge, y otras veces siente como si el tema se le impusiera irresistiblemente, lo empujara a escribirlo».[2]

El autor expresa que hay una cierta façon d’être intraducible en el cuentista, que sin embargo permite analogía con el arte de la fotografía y que explica de la siguiente manera: tanto el fotógrafo como el cuentista «se ven precisados a escoger y limitar una imagen o un acaecimiento que sean significativos, que no solamente valgan por sí mismos, sino que sean capaces de actuar en el espectador o en el lector como una especie de apertura, de fermento que proyecta la inteligencia y la sensibilidad hacia algo que va mucha más allá de la anécdota visual o literaria contenidas en la foto o en el cuento».[3]

Escribir es un acto de conciencia, una conciencia sobre la realidad y los límites que ella conlleva.

Significa que, en poco espacio hay que producir un impacto más grande que lo contemplado, «ganar por knock-out» -como decía Cortázar-; escribir de suerte que llegue a embru-jar al mundo que nos lee; escribir cuentos es participar del esfuerzo por producir un mundo distinto en el cual, de una u otra manera, el lector ha de sentirse interpelado, llamado a creer algo, a no cerrar la página, a detenerse o abstraerse del bullicio o parsimonia del mundo real para sumergirse en un mundo distinto: el ficticio.

Todo eso es parte de lo que se supone debe acontecer en el cuento, lo que define al quehacer del que lo emprende.

Para Juan Rulfo el cuento es un género más importante que la novela porque es preciso concentrar en pocas páginas todo lo que debe ser dicho

Cada escritor tiene sus hijos predilectos, y si es cuentista tendrá a su vez los cuentos que considera de mejor valía, aquellos a los que les tiene un especial afecto.

Cuando un cuento es antologado, poco participa la voluntad o el cariño del autor por su texto, antes bien, el ojo avezado del antologador, del lector consumado y experto (que, en no pocas ocasiones, resulta también escritor él mismo), el que va hilvanando una creación con otra, hasta crear esa obra que compendia y da testimonio del quehacer de otros, esa hazaña de verter en una sola caracola todas las voces y palabras, ordenadas para replicar su magia.

Si la literatura exige una actitud de compromiso, su divulgación lo reafirma. Las sociedades que conocen, preservan, valoran y difunden su literatura son sociedades más honestas con la naturaleza primigenia del humano, aquello que lo distingue de otras especies: la conciencia acerca de su existencia.

Rodrigo Miró, en la Introducción de su obra La literatura panameña (Origen y proceso), se hace la siguiente pregunta: «¿En qué sentido esa literatura puede y debe interesarnos?»[4]

El preclaro historiador-investigador hace una clara referencia a las particularidades y, por qué no decirlo, falencias, que pudieran matizar o identificar la producción literaria de entonces, pero más adelante dice:

«Pero es nuestra literatura, y este solo hecho aconseja conocerla y sopesarla. Porque la literatura es expresión de la vida social, trasunto de valores humanos (…). En Panamá, donde casi todo lo propio se ignora o menosprecia, la expresión literaria, independientemente de su valor artístico, suministra datos que facilitan el cabal conocimiento de la realidad».[5]

Desde entonces, han surgido diversas propuestas, discursos estéticos y estilísticos, modos de ser particulares, muchos de ellos luminosos, de los escritores panameños, lo que sigue vigente es el gran desconocimiento de esta literatura dentro y fuera de nuestras fronteras.

Dicho esto, todo proyecto de antología o compilación es un paso hacia el constructo literario de un escritor, una sociedad, país, grupo, época histórica.

He aquí, en gran medida, el valor indiscutible de este trabajo de compilación del escritor Enrique Jaramillo Levi, quien en este caso se ha batido con la diversidad de casi un centenar de cuentistas panameños.

Ciertamente, la diversidad como parte de la mezcla de géneros dificulta la tarea de estudiarlos o comprenderlos a cabalidad, sin embargo, el antologador establece criterios o reglas para su trabajo.

Como uno de los criterios empleados en la jardinería de los textos, es decir, de estas últimas antologías, compilaciones o florilegios que ha emprendido Enrique Jaramillo Levi partió de que todos los autores debían estar vivos.

En estos dos trabajos se asegura de que ninguno de los textos sea inédito, pero deja por sentado lo que toda selección implica: el riesgo de la diversidad y, por supuesto, de la inefable subjetividad que atañe a toda elección, trátese esta de flores literalmente, o de frutos de la proeza literaria.

Otra de las características es que en este proyecto de compilación histórica que nace este año, el autor ha otorgado un espacio a lo que a él gusta denominar las nuevas voces (o diríamos, nuevas tintas en el quehacer literario panameño), aunque algunos de ellos no son tan nuevos en el sentido de que los respaldan sendos premios y reconocimientos obtenidos durante ese quinquenio que Enrique Jaramillo Levi aborda.

En Escritos disconformes. Nuevos modelos de lectura[6], Francisca Noguerol Jiménez se expresa de la siguiente manera: «En las últimas décadas el saldo del cuento panameño no puede ser más positivo, ya que se ha visto incrementado con una eclosión de escritores nacionales que lo cultivan y que independientemente de los logros artísticos, disparejos como no podía ser de otro modo, realizan una labor meritoria y que en cualquier caso revela una inquietud y un modo de sentir y de pensar».[7]

Más adelante nos dice: «Pero, a pesar de toda la amplitud de esta prosa de ficción en toda el área centroamericana, se cierne sobre ella un injusto silencio crítico que intentamos en cierto modo paliar desde estas páginas».[8]

En ese mismo texto la autora hace referencia al trabajo de Enrique Jaramillo Levi, específicamente a su Antología crítica de joven narrativa panameña[9].

Para los que no conocen esa obra, resulta pertinente recordar, justo en este momento en que se elogia el cuento actual de Panamá, que ese trabajo de Jaramillo Levi reúne a los «emergentes» de entonces, hoy clásicos y consagrados, escritores de alto vuelo que resuenan con una obra elevadísima a la que no debemos dejar de mirar; estos jóvenes cuentistas eran: Dimas Lidio Pitty, Moravia Ochoa, Pedro Rivera, Enrique Chuez, Bertalicia Peralta, Griselda López, Benjamín Ramón, Luis Carlos Jiménez Varela, Arysteides Turpana, Roberto McKay y el propio antologador.

Así, desde entonces, Jaramillo Levi lleva a cabo su infatigable labor de antologar no solo la brevedad sino también la novedad, esfuerzo coronado en los últimos trabajos a los que hemos mencionado en anteriores escritos, tales como Venir a cuento, Minificcionario. Compilación histórica selecta del minicuento en Panamá (1967-2018)[10], entre otros, cuyos autores y sus respectivas obras que han motivado, por decirlo de alguna manera, la consumación de este nuevo proyecto.

Una semblanza es un retrato, un bosquejo. Enrique Jaramillo Levi nos regala la semblanza de la cuentística panameña contemporánea, cultivada en contextos variados, sazonada con vivencias y lecturas diversas, aliñada por los temas cotidianos hasta los más insólitos.

De esta manera, los cuentos que el lector recibe le llevarán de paseo por la campiña, lo trascendente y la búsqueda interior; encontrará las rupturas, las reconciliaciones, los miedos de antaño, los miedos presentes, los prejuicios, las costumbres.

Está la historia, nuestra historia, el peso de la historia, la que viven los otros, la que nos han contado y la que callaron los demás;  en esta semblanza de cuentos conocerá el lector el desconocimiento, la cultura, la familia, los afectos, los abismos, las raíces, la ausencia de raíces, pero igualmente lo excelso, lo prosaico, lo necesario, la infancia, la pérdida de la infancia, la exclusión, los estereotipos, la ira, la guerra.

Y todos los tonos de amor, la inocencia, la ignorancia, la venganza, la desesperanza con cada uno de sus nombres; la pobreza, la miseria y cualquier carencia es nombrada también desde algunos de los cuentos. 

Aquí están nombrados los remilgos y los excesos, en voces de abuelas, vecinas, confidentes y conciencias.

El pecado, la oscuridad, la pureza; las luces y las sombras. Una semblanza es un bosquejo pero, tratándose de una semblanza múltiple de cuentos, puede ser un universo entero.

El inmortal William Faulkner dijo que «(…) La finalidad de todo artista es detener el movimiento, que es vida, por medios artificiales y mantenerlo fijo de suerte que cien años después, cuando un extraño lo contemple, vuelva a moverse en virtud de que es vida.

Puesto que el hombre es mortal, la única inmortalidad que le es posible es dejar tras de sí algo que sea inmortal porque siempre se moverá. Esa es la manera que tiene el artista de escribir».[11]

Escribir es un acto de conciencia, y divulgar la obra también lo es.

El esfuerzo y la perseverancia de Enrique Jaramillo Levi se materializan en Semblanza múltiple del cuento en Panamá. Compilación de 95 cuentistas panameños vivos, para que cuando otros ojos y otras manos entren en contacto con él, puedan recorrer, con la certeza de que contiene muchas voces, muchas maneras de ver el mundo; pero sobre todo, de que Panamá, es esa tierra donde abunda la naturaleza y la generosidad, sino también las buenas letras.

Semblanza múltiple del cuento en Panamá. Compilación de 95 cuentistas panameños vivos contiene 95 destellos, artilugios de palabras y luces que reverberan para producir y reproducir magia, la magia del cuento.

 Ojalá este esfuerzo prodigue luz, especialmente en épocas tan densas como las actuales, a la zambullida misma que es la vida. Que este compendio de cuentos sea un brillo extendido más allá de la existencia de sus autores.

Que las letras panameñas no se apaguen y sigan brillando más allá, adonde lo permita la magia.

Panamá, noviembre de 2020.


[1] «Sobre la definición del género», conferencia de 1987 que aparece en la excelente compilación La caza del cuento (Editorial Universitaria, Perú, 2004), a cargo de Roberto Reyes Tarazona.

[2] Algunas observaciones sobre el cuento, Cortázar.

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[3] Ibid.

[4] La literatura panameña (Origen y proceso), Imprenta Trejos Hermanos, San José, 1972.

[5] Ibid.

[6] Universidad de Salamanca, España, 2006.

[7] Op.cit., 139

[8] Ibid.

[9] México, Federación Editorial Mexicana, 1971.

[10] Foro/Taller Sagitario Ediciones, Panamá, 2019.

[11] Opiniones sobre el oficio de escritor, citado por Roberto Reyes Tarazona, opus cit.