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Por: Dr. José L. Cevallos MD, PhD

El Dr. José L. Cevallos MD, PhD es Médico Cirujano egresado de la Universidad Central de Venezuela (1963). Médico Especialista en Medicina Interna, UCV (1968). Médico Especialista en Endocrinología, Harvard Medical School of Medicine, Boston, USA (1971). Doctor en Ciencias Médicas (PhD), UCV (2003). Director del Laboratorio de Investigaciones Clínicas de la Facultad de Medicina, UCV (1975-presente)

Comencemos por tomar de la Física clásica la segunda Ley de la Termodinámica, a la cual está sometida toda la energía existente en el Universo, incluyendo la nuestra como seres biológicos que en él habitamos. Dicha ley en términos sencillos dice: “La Energía (masa), ni se crea ni se destruye, sólo se transforma”.

 Si aplicamos esta Ley a nuestros organismos, tendríamos que en una persona con un Índice Masa Corporal (IMC) normal, (al cual nos referimos en la entrega anterior),  aproximadamente un 15% de su peso correspondería a tejido graso.

De allí que todo incremento de peso corporal, no debido a aumento de la masa muscular, es ocasionado por aumento del tejido adiposo, el cual se comporta como un depósito del exceso de energía consumida, bajo la forma de nutrientes, es decir que la energía (masa) contenida en ellos  no se destruye, sólo se transforma en grasa.

Estas consideraciones básicas pudieran ir en contra del mito “Yo no como tanto, y no sé por qué engordo”. No obstante, hay que hacer varias consideraciones al respecto, a saber:

Si planteamos con base en lo anterior esta simple ecuación: EI = EC + EA (Energía Ingerida es igual a la Energía Consumida más la Energía Almacenada) debemos analizar, a los efectos de ganancia de peso el factor EC.

La Energía consumida (EC), por un ser viviente, abarca la empleada en las funciones vitales basales, como la cardíaca, la digestión, la respiración y la actividad motora (AM) y sobre todo en una función que pasa desapercibida, cual es la de mantener una temperatura corporal invariable, independientemente de la existente en el medio ambiente; de allí que durante el invierno con temperaturas hasta  bajo cero, se consume mucho más energía que en primavera, y aunque parezca mentira en los veranos calurosos, se consume igualmente mucha energía, tratando el organismo de disipar el calor.

 Antes cité la AM, la cual como es sabido es sumamente variable de un individuo a otro, debido al “temperamento” de cada quién: apacible y lento en unos, -gordos por lo general- hiperactivo o nervioso en otros -flacos por lo general- A esto se le debe sumar el mayor o menor grado de ejercicio que practique la persona en forma habitual.

Volviendo a la ecuación ya descrita, analicemos la EA que depende en su magnitud de las dos anteriores: la EI y la EC. Si consumimos más de lo que gastamos se incrementa la EA, es decir engordamos, y viceversa enflaquecemos, si la EI no cubre la EC.

Quedaría por considera una variable difícil de medir, se trata de la “eficiencia” como maquinaria en aprovechar en mayor o menor grado la EI, la cual depende entre otras cosas de la microbiota intestinal, lo que pudiera resumirse en una frase:¿ Existen individuos cuyo comportamiento energético conlleva una mayor o menor “asimilación” de lo que ingieren, y pudiera darse el caso que a igual cantidad EI y de EC, unos incrementan otros se mantienen y unos terceros disminuyen de peso?

Por: Dr. José L. Cevallos MD, PhD