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Por: Dra. Marta Illueca. Este artículo fue publicado de manera original en la sección Opinión del diario La Prensa de Panamá

La Dra. Marta Illueca es investigadora clínica académica, especialista en desarrollo farmacéutico y negociaciones regulatorias, profesora clínica ad honorem de la Facultad de Medicina de la Universidad de Panamá. Tiene también especialidad médica en Gastroenterología y Hepatología Pediátricas. Es miembro emérito de la North American Society for Pediatric Gastroenterology, Hepatology and Nutrition (NASPGHAN). Fellow de la Academia Americana de Pediatría.

Los niños no son pequeños adultos. Desde sus primeros meses de vida, requieren cuidados especiales, incluyendo alimentación y atención médica especializadas. 

Así mismo, las principales causas de mortalidad infantil en el mundo no solo son innecesarias sino prevenibles.

Entre éstas, la gastroenteritis o diarrea infantil cobra más de 530,000 vidas por año, según las cifras del Grupo Banco Mundial, una de las fuentes más importantes de financiamiento y conocimiento para los países en desarrollo.

En pediatría, seguimos un protocolo para el control del crecimiento y desarrollo en la niñez, el cual implica evaluaciones e intervenciones preventivas como la vacunación.

De esta forma, les protegemos contra estragos producidos por infecciones como el polio, el tétano, la tosferina, la difteria, el sarampión y más recientemente contra la COVID-19.

Sin embargo, a dos años y medio de pandemia, necesitamos unir esfuerzos para restablecer un entorno seguro y protector de la salud de nuestros niños, en especial los más vulnerables en las edades por debajo de los 5 años.

Y como consecuencia del confinamiento y cierres de parvularios, etc. se ha producido un atraso inexcusable en la vacunación completa en las edades pediátricas.

Los niños han sufrido consecuencias catastróficas de la pandemia como el ser víctimas por excelencia del Síndrome multi-sistémico inflamatorio por la COVID (MIS-C, por sus siglas en inglés). 

El cierre escolar prolongado ha afectado profundamente su desarrollo social, mental y emocional. Y como si fuera poco, una nueva infección ahora está azotando a la niñez en el mundo, con un nuevo cuadro de hepatitis aguda fulminante, causado por el virus entérico llamado Adenovirus F 41. Este virus se transmite por las vías digestivas y ha mutado para invadir a uno de los órganos más vitales del cuerpo, el hígado. Así como no se puede prescindir del corazón, de los pulmones, o de los riñones para la vida, así tampoco podemos vivir sin un hígado sano.

El pasado 23 de abril, autoridades internacionales de salud junto con la Organización Mundial de la Salud (OMS), anunciaron una noticia alarmante. Un brote de casos de más de 200 niños de edades de 1 mes a 16 años, afectados por hepatitis aguda se ha desencadenado en varios países, con un cuadro que puede ser fulminante y hasta fatal.

Ya se citan casos que han requerido trasplante de hígado en edades muy tempranas. Los países que han reportado casos incluyen al Reino Unido, España, Israel, Estados Unidos (EEUU), Dinamarca, Irlanda, Holanda, Italia, Noruega, Francia, Rumania, Bélgica y Panamá.

En EEUU solamente, más de la mitad se confirma positivos por el adenovirus, con un 90% de hospitalizados, 14% requiriendo trasplante de hígado y por lo menos 5 muertes.

La hepatitis es una enfermedad que se caracteriza por inflamación del hígado, el cual tiene varias funciones cruciales para nuestra salud. Entre éstas, tenemos el servir como depósito de la glucosa, combustible principal del cuerpo, el producir los factores que permiten que nuestra sangre coagule y no nos desangremos con alguna herida, la eliminación de toxinas  dañinas para el cerebro y el manejo juicioso de las grasas en nuestro cuerpo.

Aunque la hepatitis en su mayoría no es letal en la niñez, nos estamos enfrentando a un cuadro agresivo y fulminante como el de este reciente brote. Esta hepatitis aguda, puede coartar las funciones del hígado, y desencadenar una falla hepática, por la cual solamente se puede salvar la vida de las jóvenes victimas con un trasplante. 

Los aficionados al Google ya habrán descubierto que las causas más comunes de la hepatitis son los virus A,B,C,D, y E. Pero este brote que afecta primordialmente a menores de 5 años no corresponde a ninguna de las hepatitis más comunes.  

El virus sospechoso, es el llamado Adenovirus F 41, detectado en muchos de estos casos. Aunque es un virus conocido por causar una enfermedad diarreica, no hay duda de que se ha declarado enemigo de la humanidad y de la niñez en varios de estos casos.  

Ya Panamá reporta su primer caso de esta hepatitis aguda y gracias a nuestros científicos se pudo caracterizar al virus causante. Se teoriza que la causa del brote es la aparición de cepas más invasoras del adenovirus y hasta una posible sinergia con el coronavirus, ya que estas edades más bajas no cuentan con vacunas autorizadas.

Por tanto, hoy quiero dedicar mi espacio, a unir mi voz, a la de mis colegas que ya están sonando una voz de alerta en pro de la salud de la niñez que está siendo afectada en varios niveles como consecuencia de la pandemia y de los cambios evolutivos de las enfermedades infecciosas.

Vivimos en un mundo colmado de microbios oportunistas, entre los cuales brillan por sus estragos los “virus inteligentes”.

Todo niño con cuadro severo de vómitos y diarrea, acompañado de ictericia (coloración amarilla del blanco del ojo y la piel), postración, fatiga y debilidad, debe ser evaluado por hepatitis cuanto antes.

Como no existe tratamiento conocido para la falla hepática, es imperativo dar apoyo médico oportuno con hospitalización y tratamiento de soporte a estos casos. Eso puede significar la diferencia entre la vida y la muerte.