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Durante la ceremonia virtual de la toma de posesión de la nueva Junta Directiva (2020-2022) de la Academia Nacional de Medicina de Venezuela, su nuevo presidente, el Dr. Enrique Santiago López Loyo, quiso rendir especial homenaje a los trabajadores de la salud, en este particular momento de batalla contra el covid-19.

Son ellos héroes de este difícil momento el cual aborda el académico en su discurso que se reproduce en este espacio.

Dr. Enrique Santiago López Loyo

DISCURSO DE TOMA DE POSESIÓN COMO PRESIDENTE DE LA ACADEMIA NACIONAL DE MEDICINA, DEL DR. ENRIQUE SANTIAGO LÓPEZ-LOYO INDIVIDUO DE NÚMERO SILLÓN XXXI

Hoy, como debe ser, comienzo por dar gracias a Dios al permitirme la honra de presidir el templo de la Medicina Venezolana.

En este día de significación histórica, enmarcado en la particular circunstancia en la cual el mundo se enfrenta a una pandemia devastadora, por cuyo paso arrollador, nos ha obligado a resguardarnos en nuestros hogares y espacios familiares, celebramos este acto con características también históricas, por el hecho de generarse a través de una transmisión electrónica, congregando las voluntades de decenas de académicos, amigos y queridos familiares alrededor de un nuevo ciclo administrativo de nuestra centenaria Academia Nacional de Medicina. 

Estas palabras quiero dedicarlas en homenaje a todo el personal de salud que en condiciones de miserable dotación lucha todos los días para combatir con sus pacientes la agresiva progresión de lo que hoy conocemos como la Covid-19, en especial a los fallecidos en el cumplimiento del sagrado deber de la atención oportuna y profesional de sus pacientes, esto como testimonio de su inquebrantable voluntad de hacer suya la dignidad de nuestra profesión. 

Ese profesional que abandona su hogar para cumplir con su trabajo, realiza sin duda una proeza, en un país depauperado por la ignominia de un Estado agresor, opresor, irresponsable e indolente, bajo el designio del poder totalitario, ese que no perdona el que un ser pensante haga suya la bandera de la libertad, para alzarla por su asta y ondear al viento su férrea voluntad de no doblegarse, de no ser dócil y no renunciar a la búsqueda de una República perdida que todos merecemos.

Es esta Venezuela de 2020 un harapo histórico que se ha ido apagando en el concierto de las naciones civilizadas, convertida en una bufa representación de lo que fue, violada en toda su esencia republicana, invadida por naciones mendigantes de riquezas y que ejemplarizan la miseria humana de colonizar y esclavizar bajo ideologías lamentables que proclaman soberanías que solo pertenecen a pocas personas, que saquean naciones y que se esconden tras el poder de armas en manos de mercenarios locales y foráneos, de forajidos históricos que han sido capaces de profanar el sagrado suelo de la patria de un Bolívar convertido en un motivo y no en una razón de justicia social.

Hemos visto como la nación de grandes riquezas se ha desdibujado, se ha empobrecido y convertido en una caricatura infame de su propio recuerdo.

La emigración progresiva de miles de compatriotas ha mermado las fuerzas necesarias para su reconstrucción.

Salieron despavoridos primero los empresarios, luego los profesionales de alta calificación, incluyendo los médicos especialistas, investigadores y personal técnico de salud, les siguieron los técnicos superiores y medios, y finalmente nuestra gente sencilla que vive del día a día de actividades informales, donde se colaron delincuentes que plagaron aquellos países vecinos del sur que les acogieron con los brazos abiertos.

Esos delincuentes han mancillado nuestro gentilicio en suelos extranjeros, esos mismos nacidos y criados “en revolución” en los últimos 21 años, esos que conformaron el llamado “hombre nuevo”. 

Hoy estamos cobijados con el manto de la esperanza, esa que nace todos los días bajo el sol que sigue iluminando nuestros caminos, esa que brota en cada árbol de mango que se multiplica en las calles de la Venezuela profunda que muere de hambre para ofrecerse como aliciente a los niños que van a las escuela o que se siente en cada maestro y profesor que comparte su alimento, escaso fruto de su miserable sueldo, con el niño que cae desmayado en sus brazos cada mañana, esa que brota en cada palabra de nuestros sacerdotes quienes alimentan el espíritu renovador de la fe inconmovible en el cambio, esa que emerge de nuestros enfermeros, camilleros, camareros, odontólogos, bioanalistas, técnicos sanitarios y médicos que se han quedado aquí para ser ejemplo vivo de servicio sacrificado al prójimo, esa que persiste en quienes abandonaron con dolor su suelo patrio, esa que ofrecen los padres y abuelos que sacan de su boca el pan para saciar la necesidad de su hijo desnutrido.

En fin, esa esperanza que está sembrada en la naturaleza creativa y resiliente de cada venezolano que no estrega sus principios forjados bajo la democracia y la libertad.

Hoy, invoco la fuerza de sus convicciones y el legado digno de quienes me han precedido en este cargo, para seguir honrando nuestra historia institucional, con el ejemplo de los doctores Luis Razetti, Francisco Antonio Rísquez, entre otros y nuestro orgullo convertido en beato de la Santa Iglesia Católica, el académico fundador Dr. José Gregorio Hernández, en éste, su año jubilar. 

Es importante trabajar desde nuestra posición Institucional para acompañar las iniciativas que promuevan el rescate de nuestras características como nación civilizada, dejando atrás todas las condicionantes de la crisis humanitaria compleja que hoy vivimos, sabemos que todo pasa por el cambio de modelo político de gobierno cuya concreción parece alejarse día tras día y que ha encontrado dentro de sus estrategias de dominación en estos tiempos de pandemia un aliado en la aplicación de las medidas de restricción social, desplegando a uniformados curtidos por la corrupción esparcidos por todo nuestro territorio, sembrando el terror y el abuso de poder.

Debemos contribuir en el despertar de un venezolano que solo ha sido aleccionado para extender la mano, para recibir las dádivas del estado totalitario.

Ese es un compromiso vital con quienes ni siquiera pueden levantar su voz, solapados bajo la sombra de la dominación.

Debemos, junto con las Academias hermanas propiciar el rescate de los principios republicanos, basados en el respeto del pensamiento ciudadano, de la civilidad, del estado de derecho pleno y del restablecimiento de las garantías económicas y constitucionales.

Nos proponemos lograr dentro de la Academia Nacional de Medicina una estructuración de sus mecanismos de comunicación con la sociedad civil organizada a partir de una plataforma de comunicaciones, que no sólo nos proyecte y dé a conocer en el entorno ciudadano, sino que nos permita ejecutar programas de Educación Médica Continua, promover cursos de actualización, diplomados y mantener la exitosa realización del Congreso Venezolano de Ciencias Médicas de forma periódica y que sea una referencia de encuentro de toda la familia médica de la nación.

Nos preocupa la grave situación de la infraestructura del Palacio de la Academias, heredad histórica del Antiguo Convento de San Francisco, espacios que fueron testigos del engrandecimiento de nuestra Alma Máter Nacional, la casa que vence la sombra, la Universidad Central de Venezuela, aliada incondicional y punto de origen de nuestra centenaria institución.

Esa indivisible unidad ha de persistir para que en justo equilibrio ambas instituciones mantengan el rumbo histórico y filosófico que las rige.

Hoy inicio esta digna representación junto a un equipo constituido por académicos de gran trayectoria, todos forjados en el compromiso de engrandecer los principios y valores de nuestra noble corporación, a quienes acompañaré en la tarea de mantener la unidad y la paz institucional por sobre todas las cosas, punto fundamental para el logro de objetivos comunes y exitosos.

A mis queridos colegas académicos solicito una vez más un voto de confianza para encauzar una gestión basada en el respeto, la solidaridad y la armonía, anteponiendo el diálogo como respuesta a cualquier situación que pueda enturbiar el normal desempeño de nuestras funciones como  ductores de las decisiones emanadas de la asamblea como máxima instancia. 

Debo reconocer y agradecer la gestión exitosa de la Dra. Doris Perdomo de Ponce al frente la Gaceta Médica de Caracas, donde demostró una férrea voluntad de mantener dignamente las ediciones sucesivas de esta, la publicación Médica más antigua de Venezuela, que se mantiene número tras número desde 1893.

Saludando además al nuevo Editor jefe Dr. Manuel Velasco y su equipo, deseando el mayor de los éxitos al asumir esa nueva responsabilidad.

A este esfuerzo de publicaciones periódicas se suman nuestros Libros de Incorporaciones, la Colección Razetti, el Boletín Mensual y la novedosa estructura de nuestra plataforma WEB, todas concatenadas en el propósito de convertir a nuestra Academia en un referente obligado de las ciencias biomédicas dentro y fuera del país.

A todos estos equipos pedimos abocarse a la sagrada tarea de llevar a feliz término este proyecto que ha de ser bandera de nuestra gestión.  

Mención especial merece, quien hoy pasa a la condición de expresidente, mi querido y entrañable amigo y ductor en mi transitar por esta noble institución, el Dr. Leopoldo Briceño-Iragorry, a quien mi amigo Académico, Individuo de Número Dr. Otto Rodríguez Armas ha catalogado en justicia “El hombre Academia”.

Leopoldo, como le decimos quienes le tratamos con afecto respetuoso, luego de permanecer durante 18 años como nuestro secretario académico, hoy ha rendido su mensaje en calidad de presidente saliente, cumpliendo una exitosa gestión que siempre recordaremos todos en la institución y quienes tuvimos la honra de acompañarle en funciones directivas.

Entrega hoy con honores y grandeza, bajo el reconocimiento de todos quienes conformamos esta gran familia.

Nuestra Academia guarda muchos tesoros invaluables, sin embargo, para nosotros el más importante es todo su personal, quienes entregan el máximo esfuerzo para hacerla cada día más grande, a pesar de los limitados recursos.

Mi homenaje especial para Laura, Griselda, Eva, Janeth, Leticia, Pedro y Nelson, entre otros, ellos estarán siempre acompañándonos de forma efectiva y oportuna.

Llego a esta responsabilidad siendo el presidente más joven de nuestra historia contemporánea, pero sigo siendo el niño que nació en la Sierra de Falcón, en el seno de una familia de profundas convicciones y luchadores sociales, de padres que sufrieron persecución en tiempos del General Marcos Pérez Jiménez; sigo siendo el niño que estando en el vientre de mi madre en noviembre de 1965, sufrió el ataque de los guerrilleros que masacraron a mi tío homónimo, sacado de su hogar a media noche, y esperando que llegara mi padre, y siendo mi madre quien alcanzó a llegar primero y ver su presencia, desde su cobarde escondite en la oscuridad comenzaron a disparar a mansalva, obligando a que ella se lanzara a un costado, donde fue herida por esquirlas de piedras por los impactos sucesivos, ella con su espalda ensangrentada permaneció inmóvil en el marco de aquella fatídica escena de horror; también sigo siendo el mismo niño quien solía acompañar a su padre a su hacienda y que una fría  mañana fue sacado por éste de su camioneta sin aparente razón, lo que causó mi llanto desconsolado.

Muy poco tiempo después, jugando frente a mi casa, vi llegar a mi padre de vuelta con el rostro ensangrentado con incrustaciones de vidrio, porque fue víctima en la carretera que conducía a su hacienda de un cobarde atentado perpetrado por más de 20 guerrilleros, destruyendo con perforaciones su vehículo, salvándose por su destreza, al superarlos a gran velocidad, obligándolos a apartarse de la vía.

Él bajó su cuerpo y manejó a ciegas su camioneta que milagrosamente lo llevo lejos de aquel escenario de muerte y odio político, otra vez propiciado por quienes años más tarde se enmascararon de demócratas para asaltar el poder y hoy oprimen a Venezuela.

Por alguna razón Mi Dios, me permitió sobrevivir al horror del odio basado en el querer imponer la voluntad de muy pocos, propiciando ideologías de muerte y devastación.

Hoy asumo esta dignidad relatando estos hechos que son testimonios de vida y que han forjado mi compromiso con todas las responsabilidades que he asumido en la vida.

Por eso, tengo la convicción que el logro de todo objetivo a cumplir jamás ha de estar dirigido por odios o basados en el atropello a las formas diferentes de pensar.

Yo invoco mi memoria histórica para pedir el acompañamiento de ustedes, queridos compañeros académicos en lograr una gestión  basada en la justicia y la participación de todos. 

Por último, agradezco a mi familia, la que esta está dentro y fuera del país, en especial a mi querida esposa y compañera de vida y al mejor premio de la vida que es mi hija, quienes como faros iluminan el camino que transito día tras día.