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Cortesía/ Correo de Lara

Hoy en Venezuela se conmemora el Día del Médico, en homenaje al Dr. José María Vargas, quien nació el 10 de marzo de 1786. A propósito, compartimos este texto del profesor e investigador Carlos Giménez Lizarzado, publicado de manera original en Correo de Lara y que aborda otra perspectiva de quien también fue el primer presidente civil de Venezuela

Carlos Giménez Lizarzado  

Si algún aspecto define la personalidad de José Vargas, como solía firmar todos sus documentos, es su entrega personal-intelectual a la mejora en todo aquello que le estuvo dado hacer, eficiente administrador de los bienes que el país colocó en sus manos, cada vez que desempeñó algún cargo público, cualquiera fuera su magnitud. 

La referencia a sus aportes como impulsor social del bienestar y el progreso, la encontramos en su labor docente, su actividad administrativa como rector y transformador de la Universidad Central de Caracas, su desempeño como constituyentista,   Presidente de la República, presidente de la Dirección de Instrucción Pública, y su función como director de la Sociedad Económica de Amigos del País.

En la labor docente, llevada a cabo en la hoy conocida Universidad Central de Venezuela, desarrolló las Cátedras de Anatomía, Cirugía y Química desde 1827 hasta 1853, cuando tiene que irse a Nueva York por razones de salud. 

Se desempeñó como rector de esta universidad logrando organizar la estructura administrativa y académica, iniciando la apertura a las relaciones interinstitucionales y fraguando el prestigio de esta casa de estudios.

José María Vargas tendrá una significativa participación en la discusión de aquellos asuntos que le van a dar configuración al Estado que se instaura con la Constitución de 1830

En 1835 es elegido presidente de Venezuela, es el primer civil que ejerció este cargo, aunque intenta dejarlo, debido a la pugna que se mantenía entre civiles, militares y caudillos regionales con respecto, a quién podía o no, estar en la magistratura. 

Inicialmente no le aceptan la renuncia, luego lo deponen y exilian (Revolución de las Reformas) y   seguidamente lo vuelven a restituir, hasta que él renuncia de forma irrevocable. Porque hasta para renunciar se necesita eficiencia, y más en los tiempos de efervescencia en la que los grupos políticos buscan más su bienestar particular, que las del pueblo en general y se hace inútil, ir con ellos o contra ellos.

Pero esto no amilana su pasión de servidor, lo vamos a conseguir en otras actividades no menos educativas, dirigidas hacia la sociedad y sus distintas formas organizativas.

Así lo encontramos en el  desempeño de la dirección de la Sociedad Económica Amigos del País,  en la Dirección de Instrucción Pública y como político en el parlamento de entonces, es aquí en  donde se perfila el estadista que combinando la Cátedra y  estas instancias logra su mayor aporte como docente e investigador en la búsqueda del progreso que era el sentido dado a la historia en su momento.

Vargas tendrá una significativa participación en la discusión de aquellos asuntos que le van a dar configuración al Estado que se instaura con la Constitución de 1830, que con todas las limitaciones y prejuicios del momento dejara su huella como constructor de un Estado que busca su perfil liberal, sobre todo en la separación de poderes y a su vez el “mutuo respecto que debe existir entre los poderes públicos” y dentro de este orden le da peso a la tolerancia política y a la libertad de pensamiento y de opinión.

El tema del sistema federal no le es ajeno apunta a esta dirección en el sentido que hace a este sistema como sinónimo de orden y paz; y al referirse al concepto de soberanía parte del clásico modelo representativo para señalar que está en el pueblo delegar en sus representantes la facultad de hacer leyes. 

Aboga por no fortalecer la impunidad por crímenes y robo, así como el respeto a quienes no son afectos al Gobierno.

El asunto de la milicia lo define a partir de que para él, los soldados son ciudadanos armados al servicio del Estado y deben propiciar la seguridad y la paz. El Albacea de la Angustia lo llamó Andrés Eloy Blanco en 1947, aquella angustia no fue otra que por las de las virtudes civiles ante el poder del caudillo militar y los poderes tejidos en sí mismo.

Tenemos los venezolanos, el patrimonio intelectual, político y ético en hombres como Vargas y Cecilio Acosta cuyas obras aún esperan ser conocidas en los retos del presente.

Carlos Giménez Lizarzado. El autor es historiador, miembro del personal docente y de investigación de la UPTAEB y de la UCLA. Director Fundación Buría. Este texto fue publicado de manera original en Correo de Lara (https://correodelara.com/http-bit-ly-2jemqjw/)
Agradecemos al editor del sitio, Luis Alberto Perozo, compartir este material para los lectores de La Web de la Salud y en homenaje al Día del Médico en Venezuela