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En la mesa del venezolano, el tenedor y el cuchillo cada vez se ven menos. La falta de proteínas como la carne y el pollo, explican el predominio de la cuchara y la popular expresión de los “tres golpes” (desayuno, almuerzo y cena), no es la realidad de los hogares de menores recursos en el país.

La Dra. Marianella Herrera-Cuenca analizó que cuando se habla de cifras de inseguridad alimentaria en Venezuela, pasa inadvertida la desaparición de la mesa familiar, de las tradiciones culinarias, del cambio en los usos y costumbres.

La Dra. Herrera-Cuenca, profesora de la Universidad Central de Venezuela (UCV), miembro del Centro de Estudios del Desarrollo (Cendes) de la UCV  y de la Fundación José María Bengoa para la Alimentación y Nutrición (Fundación Bengoa), compartió estas reflexiones al ofrecer los resultados de la Encuesta sobre Seguridad Alimentaria, realizada por el Observatorio Venezolano de Seguridad Alimentaria y Nutrición (Ovsan 2020-2021).

La especialista participó en  el XIX Congreso Venezolano de Ciencias Médicas Dr. Francisco Kerdel Vegas de la Academia Nacional de Medicina de VenezuelaXIX Congreso de Ciencias Médicas, legado de la medicina venezolana

Muestra de alcance nacional

Los datos de la encuesta se recogieron entre diciembre de 2020 y febrero de 2021, con alcance en los 23 estados y el Distrito Federal, tanto en hogares venezolanos urbanos como no urbanos.

El estudio considera la seguridad alimentaria y nutricional como el “acceso que tienen todas las personas a alimentos apropiados (saludables) que satisfagan sus necesidades y permitan el desenvolvimiento de la vida en óptimas condiciones”.

Su lado opuesto es la inseguridad alimentaria que se expresa en desnutrición aguda y crónica, patrón alterado del consumo de alimentos, cambios en el uso de utensilios, de tradiciones y en los tiempos de las comidas.

La investigación se basó en la clasificación que establece el Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas de cuatro tipos de seguridad alimentaria:

  • Seguridad alimentaria: El hogar es capaz de suplir todas las necesidades alimentarias y no alimentarias
  • Seguridad alimentaria marginal: Refleja un consumo de alimentos mínimamente adecuado. Si logra comprar los alimentos, la familia no está en capacidad de afrontar otros gastos. Por ejemplo, es un hogar que debe decidir entre comprar alimentos o medicamentos.
  • Seguridad alimentaria moderada: Hogares que logran alimentarse, sin embargo deben gastar sus ahorros o vender bienes de su casa.
  • Seguridad alimentaria severa: Brechas extremas en el consumo de alimentos. Son hogares que pueden pasar uno o varios días sin consumir alimentos.

¿Cuál es la lectura de los resultados?

La Encuesta sobre Seguridad Alimentaria refleja que existe un 70% de la población con seguridad alimentaria marginal.

Es decir, señala la Dra. Herrera-Cuenca “están sacrificando sus gastos en salud y en educación, de vestido o higiene que también forman parte de la calidad de vida”.

La fuente principal de abastecimiento de los alimentos depende si se trata de población urbana o rural.

Como se observa en el gráfico, en el caso del hogar no urbano hay un importante componente de producción propia (27.8%). En el hogar urbano, predomina la compra en el mercado.

Observa que otra dificultad para el consumo de alimentos es el costo. “Usted puede caminar y conseguirlos, pero no comprarlos debido a su precio. Es el gran problema de la población venezolana”.

Al evaluar el renglón de consumo de alimentos, en el hogar urbano predomina el consumo de cereales, grasas, azúcares, tubérculos y lácteos. No se consumen carnes (38.6%), pescados (86.3%) o leguminosas (55%).

En los no urbanos, el consumo de leguminosas, frutas y hortalizas está por debajo del 50%.

En conclusión: sin diversidad, más calorías y menos proteínas.

Por sexos, los testimonios de madres y abuelas conducen a una dramática realidad: dejan de comer para alimentar a los niños o al resto de la familia.

Estrategias de sobrevivencia

Otros resultados de interés que arroja el estudio conducen a las siguientes estrategias de sobrevivencia de la población:

  • El 74% adquiere día a día sus alimentos
  • 44% trabaja con pago en alimentos
  • 76% comió alimentos menos preferidos o más baratos
  • 56% gasta sus ahorros para comprar alimentos
  • 43% reduce los gastos en salud y educación
  • 58% redujo el tamaño de las porciones
  • 17% acepta empleos riesgosos
  • 51% pidió alimentos o dinero para alimentos

Por otra parte, al analizar la disponibilidad de servicios básicos, menos del 25% dispone de una provisión regular de estos servicios (agua, luz…)

El impacto en la seguridad alimentaria es determinante porque la falta de agua dificulta la preparación de los alimentos y mucho más si no existe gas o electricidad.

En el caso de los programas de asistencia social (bolsa CLAP), 8 de cada 10 hogares dijo recibir la caja de bolsa CLAP “y le dura menos de dos semanas”.

El 73% de los hogares la reciben cada dos o más meses. No hay una periodicidad fija.

El arroz (97%) es el principal producto, seguido de harina (96%) y de pasta (90%).

Zulia, Apure, Falcón, Delta Amacuro y Amazonas presentan los mayores niveles de inseguridad alimentaria.

Hogares y pandemia

Como parte de la encuesta, se consultó a la población sobre temas de salud a objeto de determinar cómo las familias llevaban la pandemia:

  • El 80% dijo aplicar medidas de bioseguridad
  • 3 de cada 10 hogares perdió a un familiar o amigo a causa del virus
  • 29% necesitó ayuda para cubrir gastos en salud
  • 66% se sentía más angustiado de lo habitual
  • 48% más deprimido de lo habitual
  • 32% estaba durmiendo peor de lo habitual

La Dra. Herrera-Cuenca subraya que estos datos permiten medir parte del impacto de la pandemia en la población y es una estadística a considerar para intervenciones futuras.

En general, la encuesta revela la disminución en el acceso a los alimentos, fallas en los servicios públicos, poca diversidad y más inseguridad nutricional.

El exhorto es a actuar para defender  los derechos humanos de los venezolanos en salud y alimentación.

“No solo estamos hablando del impacto biológico; también social y cultural. Está desapareciendo la mesa del venezolano con cambios que de no detenerse serán difíciles de revertir en el tiempo”.