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Por: psicóloga Hisvet Fernández

Hisvet Fernández es psicóloga social, feminista, activista de los DDHH de las Mujeres y los Derechos Sexuales y Reproductivos, directora del Centro de Capacitación para la Vida (Cecavid). Integrante de la Alianza Salud Para Todas. Coordinadora del Observatorio Venezolano de los Derechos Humanos de las Mujeres, núcleo Lara. 
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@psicohisvetfernandez

La resistencia humana no es una fuerza inagotable. Es una realidad dialéctica, que transcurre en un juego de intercambios entre la realidad objetiva, esa que es independiente de la voluntad y las condiciones subjetivas de la persona de la que se trate.

Un suceso traumático es un acontecimiento negativo intenso que surge de forma brusca, que resulta inesperado e incontrolable y que, al poner en peligro la integridad física y/o psicológica de una persona, que se muestra incapaz de afrontarlo, tiene consecuencias dramáticas para esta, especialmente de terror e indefensión.

Hay diferentes sucesos que pueden considerarse traumáticos, dolorosos, estresantes y que propician cambios impactantes en la vida de las personas y también diferentes maneras de afrontar esos sucesos.

Entre las personas hay muchas diferencias, pero en líneas generales hay quienes han tenido que ingeniárselas con una vida llena de obstáculos y dificultades como pobreza, limitaciones en el ejercicio de sus derechos, enfermedades incapacitantes, abandonos, apuros económicos, desengaños, duelos y otras dificultades y hay otras personas que han podido disfrutar de una vida con salud y llena de posibilidades y oportunidades que le han permitido tener logros personales y sociales.

Cuando hablamos de las capacidades de afrontamiento y las resistencias que devienen de estas, hablamos de un conjunto de recursos que adquiere la persona en el proceso de socialización para salir airosa de las dificultades y resistir los embates de la vida, sin quedar gravemente afectado en el bienestar personal y en su estabilidad.

Y estas dependen tanto de sus realidades objetivas y materiales de existencia como sus particularidades subjetivas desarrolladas en su historia personal.

El grado de daño psicológico y secuelas de una situación estresante o traumática está mediado por la intensidad y duración del hecho y la percepción del suceso sufrido. Esto se relaciona con la significación del hecho, la atribución de intencionalidad o culpa que genere y el carácter inesperado del acontecimiento unido al grado de riesgo, que represente, para la vida.

Las situaciones de violencia, las pérdidas de seres muy significativos y las enfermedades incapacitantes son de las situaciones más fuertes a superar.

Estas habilidades de supervivencia ante la adversidad van a depender, de las condiciones materiales y recursos sociales e institucionales a los que las personas puedan acceder y contar con ellos y también del nivel intelectual, del grado de autoestima, del estilo cognitivo personal y del tipo de experiencias habidas, así como del apoyo familiar y social con el que han podido contar que le han dado seguridad.

Es frecuente que determinados sucesos traumáticos desborden la capacidad de respuesta de una persona, que se sienta sobrepasada para hacer frente a las situaciones que se ve obligada a enfrentar. Y esto produce cambios en su afectividad y en su vida emocional.

Es muy importante el apoyo social con que cuente y los recursos psicológicos de afrontamiento disponibles en la persona. 

Así como las consecuencias físicas, psicológicas y sociales que tenga sobre ella el suceso traumático ocurrido y vivido, para organizar la mayor o menor resistencia al estrés que pueda tener.

Las mujeres, por su resiliencia, pueden tener más recursos de afrontamiento de situaciones estresante, pero no quiere decir que sufran menos. Necesario es tener conductas empáticas con quienes están sometidas a situaciones desbordantes, que afectan su resistencia. Paradójicamente única manera de resistir. Por eso es que podemos decir que la resistencia no solo depende de la voluntad de resistir, es el resultado de múltiples factores.

Por: psicóloga Hisvet Fernández