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Por:  Anette Orillac Icaza, psicóloga clínica. Fundación Relaciones Sanas

Anette Orillac Icaza, es psicóloga clínica y ofrece psicoeducación gratis a través de la cuenta de Instagram @SanaMente_Pty, de la Fundación Relaciones Sanas. En egresada de Psicología de la Universidad Santa María La Antigua (USMA) y expertas en temas de gestión de cambio y responsababilidad social

Hoy queremos invitarte a pensar en el tema de las relaciones, ¿cómo se forman? ¿Cómo reconocemos si estamos en una relación sana o en una relación tóxica? y ¿Qué podemos hacer cuando encontramos señales de alerta?

¿Cómo se forman las relaciones?

No se si alguna vez has pensado en esto, pero la primera relación que establecemos en nuestra vida, es con nuestra madre o con nuestro cuidador primario y esta se convierte en una especie de plantilla sobre la cual repetiremos nuestras siguientes relaciones, con nuestros amigos, parejas, compañeros de trabajo…

Este patrón, además, se ve impactado por todos las relaciones que experimentamos de manera temprana de manera directa o indirecta. Es decir, nuestra percepción de la relación de pareja de nuestros padres, abuelos e incluso sus propios modelos internos de relación. 

Una relación sana se construye y mantiene con valores importantes como amor, respeto, comunicación, admiración, comprensión, responsabilidad…

Fomenta que cada miembro goce y brinde bienestar emocional, crecimiento, cierto grado de independencia, y auto-validación.

Es muy difícil ofrecer lo que uno no tiene.

Una pareja o familia en sana relación conversa sobre sus diferencias, llega a acuerdos y celebra sus logros; es una relación constructiva donde todos ganan.

Así como hay relaciones sanas, también las hay tóxicas. Esto ocurre en muchas parejas, pero también se da entre miembros de la familia, padres e hijos, en ambientes laborales, sociales, etc. Recordemos que la “manipulación” es el arte de hacer que el otro haga lo que uno quiere, sin que se dé cuenta.  

¿Cómo reconocemos una relación tóxica? 

Desafortunadamente es más común de lo que pensamos. Existen relaciones simbióticas con fuerte dependencia emocional, donde uno requiere aprobación constante del otro para tomar pequeñas decisiones.

En otras encontramos lucha de poderes, o mezcla de seducción y abuso, creando un círculo vicioso de violencia (física, verbal, económica o psicológica) del cual cuesta mucho salir, sea por miedo, desconocimiento o sentimientos de desamparo. 

Es oportuno tomarse un ratito, revisar los comportamientos y reconocer a tiempo si sentimos  algún malestar o incomodidad, para evitar que se formen patrones (costumbres) que empeoren la situación.

La toxicidad puede ser fuerte; no tienes por qué afrontarla solo/a. A continuación, detallo algunas características de las relaciones más tóxicas que pueden servir de guía para reconocer si algo no está bien y encender nuestras alarmas mentales.

  1. Intimidación y control mediante el “mal carácter”:  La excusa del mal genio disfraza la situación de control o chantaje; el otro decide callar o “no discutir” para “evitar más enfrentamientos”.  En una relación sana no hay intimidación ni control, se pide “perdón” genuinamente.  Se conversa y si las diferencias son grandes, se llega al “acuerdo de estar en desacuerdo”, pues ambos tienen los mismos derechos y nivel.
  2. Menosprecio y denigración:  En una relación sana no hay diferencia de poder, hay paz.  El verdadero amor no admite maltratos ni busca peleas. La frase “en el amor todo se vale”, tiende a confundir.  
  3. Inducción de culpa:  Revisa si hay insinuaciones de culpa o si el juego de palabras injusta y mágicamente siempre termina en tu contra.  La culpa pesa, no es buena compañía y crea angustia y desesperación. 
  4. Independencia excesiva, no considerar al otro:  Los planes y decisiones deben compartirse para satisfacción de ambos; tener presente al otro hace más cálida y cercana la relación.
  5. Actitud utilitaria:  Si sólo uno obtiene beneficios o se siente complacido, la relación va en un solo sentido, anulando al otro. Cuando la relación es por conveniencia, o sumisión, la pareja se distancia, se enfría, y crecen en distintas direcciones y proporciones.
  6. Actitud posesiva y controladora:  Cuando uno actúa como dueño del otro, termina aislándolo, controlando su tiempo, vestuario, amistades, visitas, placeres, y a veces hasta uso y contraseñas de celular, redes, etc.  Surgen chantajes, celos infundados y soledad.  

Por lo general el cambio es paulatino y sutil, por lo que es difícil de detectar, tal como ocurre en el experimento de la rana. Este menciona que si ponemos una rana en una olla grande con agua fría, y la calentamos poco a poco hasta hervir, la rana no se daría cuenta del cambio de temperatura por lo tanto no podrá defenderse y terminaría muerta.

Mientras que por otro lado, si pones el agua a hervir primero, y dejas caer la rana, ésta al sentir el cambio brusco de temperatura, inmediatamente saltará y se salvaría.

Cuando los cambios son paulatinos, no nos percatamos y los patrones se afianzan hasta hacerse costumbre o ley.  

¿Qué se puede hacer? ¿Por qué la historia se repite?

Escucha tu voz interna, y si sientes malestar emocional o te identificas de algún modo con lo que mencionamos aquí arriba, no te juzgues; recuerda que no estás solo/a.  Los cambios no surgen sin apoyo profesional. Date permiso para cuidarte, y busca una base terapéutica segura que te permita relacionarte sanamente. 

Publicado de manera original:
http://fundacionrelacionessanas.org/relaciones-toxicas-vs-relaciones-sanas/