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Dr. Miguel A. Cedeño T.

En 1978, cuando el gran campeón panameño de boxeo, Eusebio “El Alacrán” Pedroza (QEPD), conquistó el título mundial de peso pluma ante el español Cecilio “Uco” Lastra en la ciudad de Panamá, nada llamó la atención sobre el pantaloncillo de terciopelo rojo que utilizó para tan importante pelea.

Años después, en 1985, cuando bajó del cuadrilátero instalado en el estadio de fútbol Loftus Road de Londres, Inglaterra, habiendo ya resignado el título ante el irlandés Barry McGuigan,en su vigésima defensa titular, lo ataviaba el mismo pantaloncillo.

El panameño había decidido, después de conquistar su título, que el llamativo pantaloncillo le había traído suerte, y que por lo tanto continuaría usándolo el resto de sus peleas.

Lo cierto es que Pedroza, y su característico pantaloncillo, se pasearon por todo el mundo hilvanando grandes triunfos, lo que le valdría al “Alacrán” su posterior ingreso al Salón de la Fama del Boxeo en 1999.

Conocido esto, en esa noche londinense cayeron dos mitos: la invencibilidad de Pedroza como campeón y la infalible suerte atribuida al famoso pantaloncillo de terciopelo rojo.

Sin embargo, Pedroza no fue el único en estas prácticas, ya que la mayoría de los atletas de diferentes disciplinas confiesan tener rituales que realizan rigurosamente antes de una competición. Michael Jordan tenía muchos, como jugar todos sus partidos con los pantalones de su universidad, Carolina del Norte, debajo de los de su equipo, Chicago Bulls.

Tiger Woods siempre vestía con un polo rojo el último día de una competición importante. Rafael Nadal se toca el calzoncillo antes de un saque, y así podría seguir con muchos otros deportistas.

El hecho anterior nada tendría de raro en términos cotidianos, y pasaría como una cábala, un mito o una superstición más, algo que ocurre de manera muy  frecuente  en los seres humanos.

De hecho, podemos ver muchos ejemplos cotidianos: aquellos hoteles que carecen de un piso número 13, así como los aviones que prescinden de un asiento con dicho número.

Igualmente el temor a la aparición de un gato negro, que al igual que el número 13, constituyen sinónimo de mala suerte. En forma contraria, hechizos, oraciones y talismanes son utilizados por personas de diversas culturas para “protegerse”.

A su vez, adivinos, brujos, cartistas, quirománticos y otros expertos “en atraer la buena suerte, y ahuyentar la mala”, proliferan por doquier.

Sin embargo, estas creencias revisten, en términos psicológicos y psiquiátricos, una significativa importancia ya que conectan directamente con el pensamiento mágico-primitivo, el tipo de pensamiento que se considera el primero utilizado por el Homo sapiens sapiens desde su aparición en África hace miles de años.

El pensamiento mágico-primitivo alude etimológicamente al concepto de magia (los fenómenos no ocurren por una causa física, sino por una generalmente sobrenatural, aludiendo también a la creencia en algo que no existe), y primitivo (lo primero, que por lo tanto es antiguo y poco evolucionado).

Este pensamiento se considera propio del niño en edades de 3-5 años: le teme al cuco, juega con el Pato Donald, está seguro que la cigüeña le trae sus hermanitos y Santa Claus sus juguetes navideños.

En esta etapa al niño le cuesta separar lo real de lo irreal y suele mezclar realidad con fantasía. Pero también se considera este pensamiento como característico del hombre de escasa evolución y de los pueblos primitivos, dados a explicar muchas de sus situaciones a través de cábalas, mitos y supersticiones.

Su existencia entonces parece determinada tanto por factores filogenéticos, como ontogénicos.

El pensamiento mágico- primitivo, se considera que llega a conclusiones basadas en supuestos informales, erróneos o no justificados y, frecuentemente, sobrenaturales, que generan opiniones o ideas carentes de fundamentación empírica robusta.

Básicamente, consiste en atribuir un efecto a un suceso determinado, sin existir una relación de causa-efecto comprobable entre ellos. Utiliza la lógica de las operaciones mentales sobre la realidad externa para explicar el funcionamiento de esta última.

Además, suele estar basado en prejuicios o percepciones psíquicas subjetivas del individuo/colectivo, quizás por haber sido pre-condicionado por otras personas que haya conocido, o aceptando de algún modo las teorías de los individuos con esas percepciones.

Generalmente se señala que el pensamiento mágico-primitivo ha acompañado al ser humano desde el inicio de su existencia, y a juzgar por los hechos, parece que nunca se ha separado de él.

Mucho tiempo después de la aparición del sapiens en la sabana sudafricana, la Grecia antigua alcanzó un alto grado de civilización, e intentó dar una explicación lógica-racional al mundo dejando a un lado sus creencias mitológicas, pero nunca logró desembarazarse de su pensamiento mágico-primitivo.

Esto podemos observarlo en un pasaje de la película Alejandro cuando su padre, el rey Filipo II, le explica toda la historia del pueblo griego mediante imágenes de sus mitos grabados de forma cronológica en una caverna.

Igualmente, en pleno auge de la Filosofía ateniense, su gran  filósofo Sócrates, fue condenado a morir bebiendo cicuta por haber expresado sus ideas en contra de la creencia en los dioses ancestrales y corromper de esta forma a los jóvenes. Y por si fuera poco, su gran matemático, Pitágoras de Samos, estaba convencido que un fallecido amigo suyo había reencarnado en un cerdo frente al cual tenía que pasar diariamente.

A pesar de que el pensamiento mágico-primitivo, por definición, se opone al pensamiento lógico, en otro sentido algunos estudiosos consideran ha jugado un papel importante en el desarrollo lógico-racional del ser humano.

Así, para Julio Caro Baroja, resulta evidente que hay un esquema que pervive hoy en las sociedades, en las cuales el pensamiento científico se ha impuesto al mágico pero sin llegar a reemplazarlo de verdad o completamente, en el núcleo del psiquismo humano, ya que, obviamente, a muchos individuos el pensamiento lógico no les ha logrado dar respuestas a todos sus miedos, con la eficacia psicosocial de las explicaciones emocionales, elaboradas por el pensamiento mágico, a fin de eludir la ansiedad que genera el miedo.

Igualmente, Cfr. Pepe Rodríguez en su obra Dios nació mujer, sostiene que el pensamiento mágico, desde sus inicios y, aun actualmente, en todas las culturas primitivas contemporáneas, cumple un papel fundamental para afianzar la supervivencia del ser humano, y en numerosos casos, impulsa su desarrollo cultural.

Sin la aparición del pensamiento mágico, agrega, el ser humano aún permanecería anclado en sus primeros estadios de evolución, incluso, se supone que durante el paleolítico, y en culturas afines actuales, para el individuo supersticioso, la superstición cumple un papel positivo de estabilidad para la psiquis, por medio de los mecanismos de defensa.

 Y termina añadiendo que todos esos elementos, conjugados con el pensamiento mágico, permitieron construir, mediante analogías, las primeras abstracciones capaces de facilitar una interpretación del micro y del macrocosmos, una base que posibilitó emprender las primeras clasificaciones del universo percibido por los sentidos, ordenando sus elementos y fenómenos dentro de un conjunto de categorías coherentes, y en consecuencia, alejaron a nuestra especie de la incertidumbre, creando orden y certeza allí donde no parecía haber más que caos. Incluso, algunos sostienen que el pensamiento mágico-primitivo fue esencial para la creación de la Filosofía y la Lógica.

Todo lo anterior pudiera explicar por qué el vínculo del pensamiento lógico-racional con el mágico-primitivo, lejos de desaparecer, pareciera fortalecerse aún hoy día.

A través de la  imaginación (pensamiento creativo), se mantiene en la actualidad una producción de temas mágicos (fantasías) en la literatura, la pintura, videojuegos y sobre todo en el cine, de una riqueza excepcional que fascina al sapiens del siglo XXI, en lo que parece ser un nuevo estilo de pensamiento mágico.

Libros y películas como el Señor de los Anillos, Juego de Tronos, Harry Potter, Narnia, la Brújula dorada.., deslumbran a las más connotadas mentes racionales del planeta, y constituyen un sobrado éxito económico, mientras los dueños de cine luchan por meter unas cuantas personas a ver cintas históricas o basadas en la realidad.

Todo esto lo explica Antonio Chávez cuando señala: “Finalmente, en la adultez el pensamiento mágico persiste sin obstáculos y desarrolla nuevas formas, como disfrutar de las tendencias en el arte que implican objetos y eventos mágicos (el surrealismo en la pintura, el realismo mágico en la ficción, las formas avanzadas de la música) o, en el lado negativo, estimular artificialmente el compromiso con la realidad mágica a través del uso de drogas alucinógenas” (Sobre genética, neurocognición, pensamiento mágico y religión. Dic. 2013).

Claro está, la diferencia consiste en que el sapiens lógico-racional actual puede separar con facilidad lo real de lo irreal, algo que se le dificultaba al sapiens primitivo, quien, con su cerebro recientemente evolucionado, poco estimulado y con experiencias menos ricas y casi homogéneas, tenía mucha menos capacidad de analizar, comparar, razonar, abstraer e imaginar que los humanos posteriores.

Aun así, aunque ambos pensamientos parecen discernirse, parecen no separarse, ya que no hay duda que lo mágico sigue muy presente hasta nuestros días, en algunos escenarios incluso, como ya señalé, fascinando, y si algo fascina es porque estimula el sistema de recompensa dopaminérgico, gratificación que pudiera explicar, neurobiológicamente hablando, la fortaleza y la vigencia de lo mágico a través de la existencia humana.

En otro punto de vista neurobiológico, el mismo Chávez en su escrito explica que en los circuitos neurohormonales de recompensa y socialización, la dopamina es el mensajero decisivo para, en el eje frontal-temporal, agudizar el pensamiento mágico como la dimensión cognitiva de una estrategia biológica de afrontamiento del estrés. El control genético es lógicamente necesario aquí.

Se concluye, en vista de esta base neurobiológica, que el pensamiento mágico estaría profundamente pre-programado en el cerebro humano. En síntesis, lo mágico parece gratificarnos y/o liberarnos de ansiedades.

Por último, también se ha considerado que el pensamiento mágico-primitivo ha restringido el desarrollo de la ciencia, pero esto nunca cobró tanta realidad como en estos tiempos pandémicos por el SARS-CoV-2.

Ya en tiempos pre-pandémicos de este siglo empezamos a escuchar y leer cosas, en contraposición a la ciencia, que hasta hace poco nos hubieran dejado atónitos.

De repente, surgieron grupos que sostienen que la Tierra es realmente plana y que el engaño de que es redonda es el resultado de una de estas conspiraciones gigantescas, realizada durante siglos por millones de personas movidas por un propósito oscuro.

De igual manera, otros empezaron a sostener que los alunizajes del programa Apolo entre 1969 y 1972 jamás ocurrieron, sino que fueron falsificados por la NASA, por orden del gobierno de los Estados Unidos, en el marco de la carrera espacial que tuvo lugar entre ese país y la Unión Soviética durante la Guerra Fría. Pero con la llegada de la pandemia estas teorías, mezcla de pensamiento delirante y mágico,y que han recibido el nombre de conspirativas, parecieron alcanzar su clímax.

Hay para todos los gustos y de todos los colores. Una de las más divertida es la trama defendida por el grupo supremacista y ultraderechista de Estados Unidos QAnon.

Su cabeza más visible, Jake Angeli, autodenominado con el protocolario título de Q Chamán, es un personaje que gusta lucir un tocado de piel de bisonte con cuernos, y pintura de guerra en rojo, blanco y azul, llevando a su vez una lanza con una bandera estadounidense atada debajo de la hoja.

Sin embargo, es justo reconocer la coherencia de las teorías de Angeli con su título y su vestimenta, ya que el chamán es la representación humana más simbólica de lo mágico- primitivo, ya que con   atuendos y lanza parecida, cumplía un papel central en las comunidades cazadoras y recolectoras en las cuales supuestamente tenía la facultad de curar, de comunicarse con los espíritus y ancestros, y de presentar habilidades visionarias y adivinatorias.

En la cárcel por los sucesos del 6 de enero pasado en el Capitolio de Washington, Angeli exigió comida orgánica, quizás emulando la inevitable alimentación natural del hombre primitivo. El chamamismo, muy arraigado aún en culturas del África subsahariana, de Oceanía y mesoamericanas, parece deambular hoy por las avenidas y calles del país más desarrollado del mundo en el pellejo de gente blanca, que paradójicamente, se autoproclaman racistas y supremacistas blancos.

Las vacunas, por otra parte, el arma biológica que ha salvado a la humanidad de cuanta epidemia se ha dado en el mundo en los últimos dos siglos, han sido objeto de las más increíbles bulas, a tal punto que parece haber nacido una nueva subespecialidad médica: la Antivacunología.

¿Será este siglo el del retorno del pensamiento mágico-primitivo? ¿Estamos en presencia de un nuevo pensamiento mágico-contemporáneo? ¿Habrá la nueva tecnología contribuido a la configuración de este tipo de pensamiento?  Éstas y muchas otras interrogantes quedan por responderse, y el tiempo dirá. Aunque ciertamente el pensamiento mágico-primitivo nunca nos ha abandonado, sí parece haber irrumpido con fuerza en diversos escenarios del siglo XXI.

Dr. Miguel A. Cedeño T

El autor de este texto es el doctor Miguel A. Cedeño T., psiquiatra y catedrático de Psiquiatría Clínica de la Facultad de Medicina de la Universidad de Panamá.