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Amigos lectores:

Pocos escritores gozan de los privilegios que Elisa Lerner (Premio Nacional de Literatura 1999) ha conquistado a lo largo de los años: se la quiere, se la lee, se la estudia. Se la recuerda y reconoce. El magnetismo de su obra es múltiple: atrae a narradores, críticos, dramaturgos, ensayistas y cronistas, de todas las generaciones.

Quienes seguimos con alguna atención el desenvolvimiento de los hechos de cultura venezolana podemos dar testimonio: Lerner siempre está allí. Presente de algún modo. La celebración de sus 90 años (los cumplió el 6 de junio) ha ratificado la facultad movilizadora de su obra.

En este marco de cosas (el 2022, si me permiten la licencia, ha sido, entre otras cosas, el año Lerner), la Fundación para la Cultura Urbana ha publicado Sin orden ni concierto. Homenaje pospuesto a Virginia Wolf. Al mismo está dedicado el ensayo de Camila Pulgar Machado que viene en la página 1: “Claro que Sin orden ni concierto es un libro actual, es decir, nos encontramos con referentes del universo de estos días. Por ejemplo, hay una escena donde “la escritora que ya no va a fiestas” escucha el relato de dos invitados que han asistido a una protesta. Y aunque la escena no especifique que se trata de la Venezuela de nuestros días, esto se respira netamente pues en Elisa Lerner el país está siempre a la vista y se le siente en su tesitura histórica, aunque no lleve fechas. Diría que Venezuela es uno de los tópicos principales de este libro excéntrico, así como también lo es el paso del tiempo y las edades de Elisa”.

Alejandro Varderi recuerda a Isaac Chocrón, en un cuidado ensayo en el que la memoria personal se entrelaza con la aproximación literaria. Arranca así: “Once años sin Isaac Chocrón (1930-2011). Dramaturgo, novelista, ensayista, traductor, cofundador de El Nuevo Grupo, director gerente de varios teatros, economista, diplomático, son algunos de los campos donde incursionó dejándonos además una amplia obra escrita. Textos teatrales como Animales feroces (1963), Asia y el lejano Oriente (1966), La revolución (1971), La máxima felicidad (1975), Mesopotamia (1980), Escrito y sellado (1993), Los navegaos (2006); novelas como Pájaro de mar por tierra (1972), Cincuenta vacas gordas (1982)¸ Pronombres personales (2002), El vergel (2005); y ensayos como Tendencias del teatro contemporáneo (1966), Tres fechas clave del teatro venezolano (1979), Sueño y tragedia del teatro norteamericano (1985), El teatro de Sam Shepard (1991) quedan en el acervo cultural latinoamericano de la segunda mitad del siglo XX”. Páginas 2 y 3.

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En diciembre de 2021, Claudia Cavallín, periodista y crítica literaria, publicó una entrevista al escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez, en la revista Carátula.net. Con su autorización, la reproducimos hoy. Dice allí el escritor: “La figura del padre siempre ha sido, para mí, una metáfora del conflicto histórico. El padre está muy presente en Los informantes (2004), está muy presente en Historia secreta de Costaguana (2007), y en esta última obra hay una especie de vuelta de tuerca en la que aparece el hijo investigando sobre la vida del padre, y también se introduce el fenómeno contrario, el padre preocupado por la vida de su hija, que es lo que se reproduce también en El ruido de las cosas al caer (2011). Esas relaciones son para mí una metáfora de cómo funciona la historia, de esos procesos, los legados históricos con los cuales cargamos los seres humanos. Una de las cosas que yo quería explorar en Volver la vista atrás (2021) es algo que ya había tocado en otras novelas y que aquí es muy explícito: la exploración del proceso por el cual tomamos decisiones los seres humanos”. Páginas 4 y 5.

Ricardo Ramírez Requena correspondió presentar Cuadernos de Urumaco, la segunda novela de Andrés Levell, publicada por Oscar Todtmann Editores: “Cuadernos de Urumaco es un libro de viaje hacia un desierto en Falcón, en donde un hombre busca algún tipo de respuestas a sus incertidumbres. Este viaje es iniciático, en todo su elemento arquetipal. La presencia de lo onírico, del desierto como un personaje más, va definiendo todo. Pero en este libro todo es personaje: el clima, los sueños, lo erótico, la vegetación, la fauna, los cielos, lo infiernos. Por eso hablo de una composición sinfónica”. Parte inferior de la página 5.

El texto de Manuel Gerardo Sánchez se titula La no humanidad de la diferencia. Su reflexión gira en torno a la publicación, en 1972, del libro de Guy HocquenguemEl deseo homosexual: “Reimpreso en 2009 por la editorial española Melusina, El deseo homosexual es una fuente requeteconsultada en la teoría queer. Sus razonamientos desnudan la cualidad poliforme del deseo, entendido como una máquina de producción: “Solo hay deseo y lo social y nada más”, esclarecieron Deleuze y Guattari en El anti-Edipo. Asimismo, sus reflexiones ponen la lupa en la paranoia que orbita alrededor del muchacho que sorbe el beso de otro. Este acto entre amantes provoca el rechazo de instituciones de coerción como la escuela, iglesia y medicina, entre otras”. Página 6.

Las siguientes dos páginas están dedicadas a Juan Alonso Molina, chef, historiador, cronista y consultor del ámbito gastronómico. Molina reunió algunas de sus crónicas y las publicó con el nombre de Un bocado del mundo (Gastro Encuentro Ediciones, Venezuela, 2022). Julio Bolívar reseña el libro (“Un conjunto de ensayos, crónicas, y artículos especializados sobre diversos aspectos de la cocina del centrooccidente venezolano y notas valorativas de otros libros sobre el tema.  Artículos venidos de diferentes momentos y preocupaciones, que, a pesar de los cambios en el gusto, bien por escasez, o abundancia, siguen presente en la cocina venezolana, escritos desde una perspectiva de interpretación multidisciplinaria del fenómeno gastronómico)”; por mi parte, lo entrevisto. Cuando le pregunté por el vínculo entre cocina y conversación, respondió Molina: “Si se cultiva la sobremesa son absolutamente inseparables. De hecho, la degustación de un producto o plato y la huella que deja en nuestra memoria gustativa, cambia significativamente dependiendo de la capacidad de interpretarlo, relacionándolo con experiencias previas no necesariamente gastronómicas, como pueden ser la literatura, la música o el cine, y de comentar todo ello, en el momento o posteriormente, con algún contertulio. Esa práctica contribuye a hacer la experiencia gastronómica no solo más perdurable, sino definitivamente entrañable. Y, naturalmente, es la base más firme para soportar y otorgarle sentido a una propuesta culinaria”.

Llegamos así a las páginas 9 y 10, que traen la transcripción de la conferencia En Makarrech, de la mano de Elias Canetti, que Tulio Hernández dictó en febrero, como parte de la Cátedra de Imágenes Urbanas: “Es profundamente sugerente la idea de desvanecimiento de lo poco que podemos aprender de otro país y esa noción de lo inatrapable de las otras culturas es clave en Las voces de Marrakesch,  a mi juicio uno de los libros de viajes más breves, enigmáticos y seductores que se hayan escrito alguna vez. No se trata de una saga de crónicas turísticas ni de aventuras en el extranjero. Es más bien un conjunto de relatos breves, una colección de escenas, incidentes y situaciones”.

Hasta aquí esta pluralidad de materiales de lectura que ofrece esta edición. Van mis buenos deseos para todos.

Nelson Rivera, director del Papel Literario del diario El Nacional

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