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«(Ordenar bibliotecas es ejercer,/de un modo silencioso y modesto,/el arte de la crítica)», eso dice Borges, en un poema suyo que se llama Junio, 1968, que forma parte de su libro Elogio de la sombra (1969). Y quizás tenga razón

Pedro Crenes Castro, coordinador del Viernes Cultural: Literatura Panameña [email protected]

Libros, bibliotecas y Borges

Reseña por: Pedro Crenes Castro


En la entrada de nuestra casa dos bolsas llenas de libros esperan para ser llevadas a una librería de viejo, de segunda mano, de saldo. Los miro en su actitud de despedida y pienso que debí haber sacado tiempo para leerlos, pero ya, ni modo.

Libros, bibliotecas y Borges

«(Ordenar bibliotecas es ejercer,/de un modo silencioso y modesto,/el arte de la crítica)», eso dice Borges, en un poema suyo que se llama Junio, 1968, que forma parte de su libro Elogio de la sombra (1969). Y quizás tenga razón.

Colocar una biblioteca es una forma de hacer crítica —en tanto forma de mirar y relacionar a los autores—, no una crítica a lo escrito y ni siquiera lo leído, sino como una forma de poner a dialogar (arbitraria y azarosa muchas veces) a escritores tan disímiles, tan dispares, tan lejos cronológicamente.

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A veces uno se da cuenta, colocando los libros, cómo enemigos irreconciliables o amigos muy íntimos terminan dialogando en las estanterías, y muchas veces, pensando uno en enlazar caminos, termina cruzando escritores y descubriendo iluminaciones inesperadas.

Por ejemplo, en la mía, son vecinos (en uno de los barrios que la conforman) Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez, que vive debajo. A la derecha de Gabriel, está Terenci Moix, barcelonés, y encima de éste, Carlos Fuentes, panameño a su pesar, y a la derecha de él, como en una conversación infinita, el bueno y parajódico Guillermo Cabrera Infante, vecino, sin pretenderlo él, del mismísimo Borges.

Tener libros. Colocarlos, visitarlos, clasificarlos. Pretender aplicar ese artículo célebre de nuestro querido Augusto Monterroso, Cómo me deshice de quinientos libros, es una suerte de autolesión a la que uno tiene que someterse cada cierto tiempo. Porque la casa es estrecha y los libros pretenden habitarlo todo.

Borges dice en el citado poema, «El hombre que está ciego —es decir, él—. /sabe que ya no podrá descifrar/los hermosos volúmenes que maneja —esto es curioso y también entrañablemente profundo— /y que no le ayudarán a escribir/el libro que lo justificará ante los otros…». El escritor se sirve de su biblioteca para escribir, para sentirse acompañado (aunque esto no es imprescindible ni necesario) pero, qué bueno es estar en compañía. ¿Y cuándo se tiene pocos libros o no se tienen libros? Uno opta por irse a escribir a las bibliotecas para sentirse acompañado, pero ocurre muchas veces que termina uno paseando la vista sobre los lomos seductores de esos libros que no ha leído y que nunca leerá. Porque, como dice el libro de Eclesiastés, «el hacer libros no tiene fin», y contraviniendo la prevención de no añadir nada al texto sagrado, yo agrego, y muchos han agregado, «y el leerlos tampoco lo tiene».

En la entrada de nuestra casa dos bolsas llenas de libros esperan para ser llevadas a una librería de viejo, de segunda mano, de saldo. Los miro en su actitud de despedida y pienso que debí haber sacado tiempo para leerlos, pero ya, ni modo. Dejan espacio para otros que reclaman mi atención más inmediata. Y espero que no me pase, como en alguna ocasión, que termine por volverlos a comprar.

Borges concluye su poema diciendo «…pero la tarde que es acaso de oro/sonríe ante el curioso destino/y siente esa felicidad peculiar/de las viejas cosas queridas». Sí, como los libros, cosas queridas que uno termina por limpiar, frecuentar y volver a colocar de una manera perversa —crítica— para que los viejos enemigos se reconcilien y los grandes amigos no dejen de disfrutar de esa eternidad encuadernada el uno al lado del otro.


Pedro Crenes Castro, coordinador del Viernes Cultural Literatura Panameña | [email protected]

Pedro Crenes Castro (Panamá, 1972), es escritor. Columnista y colaborador en varios medios panameños y españoles. Ha ganado dos veces el premio Nacional de Literatura Ricardo Miró de Panamá y dicta talleres literarios. Vive en España desde el año 1990.