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En los últimos 50 años, Rafael Pernett y Morales, ha personificado la excelencia que produce desde la literatura, donde ha dejado obras que soportan el embate de un entorno hostil

Por: Mario García Hudson

Investigador, encargado del Centro Audiovisual de la Biblioteca Nacional Ernesto J. Castillero R.

En la vida se es pasajero en tránsito. Se nace y muere, como un ciclo normal. No obstante, hay la posibilidad de dejar un legado que con el transcurrir de los tiempos puede ser ponderado o valorado en su justa dimensión.

Panamá como país siempre ha sido grande. Esa cosmovisión que nos hace ver pequeños o como un sitio dormitorio, debe ir desapareciendo de la mente. Culturalmente, nuestra impronta ha dado frutos local e internacionalmente. La literatura no es ajena a este hecho.

En los últimos 50 años, Rafael Pernett y Morales, ha personificado la excelencia que produce desde la literatura, donde ha dejado obras que soportan el embate de un entorno hostil.

Originario de la provincia de Colón (ciudad de resistencia y combate), donde lo nacieron el 10 de julio de 1949.  El 20 de abril del año en curso, partió hacia el otro lado a armar en letras, un universo rodeado de figuras como Diógenes de la Rosa, Mario Benedetti y Rogelio Sinan, jurado de lujo que, en 1973, premió su novela “Loma ardiente y vestida de sol”, en el curso Ricardo Miró, máximo galardón de las letras panameñas.

La loma, Fruta de la Pava (quizás, u otro punto abierto a la imaginación), con sus caserones improvisados, a gente de bajos recursos que viven el día al día; a alegrías momentáneas, a música escuchada y bailada, con sus códigos al hablar, tratando de resolver su existencia de la mejor manera, donde el transcurrir del tiempo hizo que la codicia de unos cuantos rompiera con lo ardiente y acabara con el sol que les brindaba esperanzas.

Petra, Sebastián, Fabiola, Viviana, Maribel, Santos, María, Clodoveo, entre otros, presentes como personajes, en un universo paralelo entre la ficción propia, del oficio del escritor y la convivencia, rodeada de envidias, celos y bondades, inherentes a la vida misma dentro del espacio geográfico de convivencia.

Pero Rafael no solo fue literato. Está el médico de vocación y compromiso, entregado a su apostolado, el hombre bonachón, sencillo y tranquilo que proyectaba paz. El ser disciplinado, el padre de familia.

Pernett y Morales. Excelencia desde sus dos profesiones; el ser que alivia-cura y el soñador que desde las letras nos brinda el deleite y la paz tan necesarios, como fórmula para seguir librando los embates propios de la vida, y no quedar como barco a la deriva, sin deleites que nos hagan la existencia más llevadera. 

Por: Mario García Hudson