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Si una anemia se deja evolucionar sin intervención, el esfuerzo constante del corazón por compensar la falta de oxígeno puede derivar en problemas cardíacos mayores

Por: Dra. Karen Courville, FACP, SNI

La Dra. Karen Courville es egresada de la Facultad de Medicina de la Universidad de Panamá. Realizó estudios en Medicina Interna y Nefrología en el Complejo Hospitalario Dr. Arnulfo A. Madrid.  Tiene un Fellow en Investigación Renal del Instituto Mario Negri en Bérgamo, Italia.  Investigadora del Instituto de Ciencias Médicas de Las Tablas. Miembro del Sistema Nacional de Investigación (SNI)

La anemia representa uno de los desafíos de salud pública más comunes a nivel global, afectando a personas de todas las edades y condiciones sociales. No se trata de una enfermedad aislada, sino de una manifestación clínica que indica la presencia de una alteración subyacente en el organismo.

Dos mil millones de personas en todo el mundo y el 14% de los adultos en EE. UU han sido diagnosticados con anemia.

De todas las clases de anemia, la anemia ferropénica, definida como un nivel bajo de hemoglobina debido a la escasez de hierro, afecta aproximadamente a 1200 millones de personas en todo el mundo, incluidos 10 millones en EE. UU.

Su detección temprana y comprensión por parte de todo el equipo que trabaja en entornos de salud es fundamental para mejorar la calidad de vida de los pacientes y prevenir complicaciones a largo plazo que pueden comprometer seriamente la estabilidad del individuo.

¿Qué es la anemia?

En términos sencillos, la anemia se define como una disminución en la masa de glóbulos rojos o en la concentración de hemoglobina dentro de la sangre.

Según la Organización Mundial de la Salud, los niveles normales de hemoglobina (Hb) en adultos a nivel del mar son: hombres entre 13-18 g/dL y mujeres entre 12-16 g/dL, aunque estos pueden variar ligeramente por laboratorio y altitud.

La hemoglobina es la proteína encargada de capturar el oxígeno en los pulmones y distribuirlo a todos los tejidos del cuerpo.

Cuando estos niveles caen por debajo de los rangos normales, la capacidad del torrente sanguíneo para transportar oxígeno se ve limitada.

Esto provoca que los órganos y músculos no reciban el combustible necesario para funcionar de manera óptima, lo que desencadena una serie de respuestas compensatorias por parte del sistema cardiovascular y respiratorio.

Síntomas

La presentación clínica de la anemia puede variar dependiendo de la rapidez con la que se desarrolle y de su severidad. Los síntomas más característicos incluyen una sensación persistente de cansancio, fatiga extrema y debilidad generalizada, incluso tras realizar esfuerzos mínimos.

Es común observar palidez en la piel y en las mucosas, como el interior de los párpados. Otros signos frecuentes son la falta de aire o dificultad para respirar al caminar, mareos, dolores de cabeza y, en ocasiones, una sensación de frío constante en las manos y los pies.

En casos más acentuados, el paciente puede experimentar palpitaciones o un ritmo cardíaco acelerado, ya que el corazón intenta bombear más sangre para compensar la falta de oxígeno.

Importancia de un tratamiento oportuno

Abordar la anemia de manera eficiente no solo busca aliviar los síntomas inmediatos, sino evitar daños crónicos.

Si una anemia se deja evolucionar sin intervención, el esfuerzo constante del corazón por compensar la hipoxia puede derivar en problemas cardíacos mayores.

Además, la anemia suele ser el síntoma de otra condición, como deficiencias nutricionales, pérdidas de sangre ocultas o enfermedades inflamatorias crónicas.

Por lo tanto, el tratamiento adecuado es la llave para estabilizar al paciente y permitir que su metabolismo recupere el equilibrio necesario para enfrentar otros problemas de salud.

Implicaciones de la anemia de manera individualizada: afectación a órganos

-El sistema cardiovascular y el corazón

El corazón es uno de los órganos que más sufre ante la presencia de anemia. Debido a que la sangre transporta menos oxígeno, el corazón debe latir con mayor frecuencia y fuerza para intentar abastecer a los tejidos.

Este esfuerzo adicional se manifiesta clínicamente como taquicardia y palpitaciones, que el paciente describe como sentir el latido acelerado o irregular.

Si la anemia es severa o se mantiene por mucho tiempo, este sobreesfuerzo puede llevar a un agrandamiento del corazón o incluso a una insuficiencia cardíaca de gasto alto, donde el órgano se agota por el trabajo excesivo realizado de manera constante.

-El sistema respiratorio y los pulmones

Los pulmones trabajan en estrecha coordinación con el sistema circulatorio. Cuando los niveles de hemoglobina son insuficientes, el centro respiratorio en el cerebro detecta la falta de oxígeno y ordena un aumento en la frecuencia de las respiraciones.

El paciente experimenta esto como disnea o falta de aire, que inicialmente aparece solo al hacer ejercicio o subir escaleras, pero que en casos graves puede presentarse incluso en reposo.

Es un intento desesperado del cuerpo por captar la mayor cantidad de oxígeno posible del aire ambiental para compensar la baja capacidad de transporte en la sangre.

-El sistema nervioso central

El cerebro es extremadamente sensible a las variaciones en el suministro de oxígeno. La falta de este nutriente vital provoca síntomas neurológicos comunes como dolores de cabeza persistentes, mareos y una sensación de aturdimiento.

Además, la anemia afecta las funciones cognitivas superiores, lo que se traduce en dificultades para concentrarse, irritabilidad y una fatiga mental que no mejora con el sueño.

En situaciones de anemia aguda o muy profunda, la falta de oxígeno en el cerebro puede llegar a provocar síncopes o desmayos repentinos.

-Afectación muscular y en la piel

Los músculos esqueléticos requieren oxígeno para producir energía. Ante su escasez, el metabolismo muscular cambia y produce ácido láctico con mayor facilidad, lo que genera debilidad, calambres y una fatiga muscular rápida ante cualquier actividad física.

Por otro lado, el cuerpo prioriza el envío de la poca sangre oxigenada disponible hacia los órganos vitales como el cerebro y el corazón, retirándola de zonas menos críticas como la piel.

Esto es lo que produce la palidez característica en el rostro, las palmas de las manos y las conjuntivas de los ojos, siendo este uno de los signos visuales más claros para el personal de salud.

-Cambios en el sistema digestivo y la cavidad oral

La anemia, especialmente cuando es causada por deficiencia de hierro, puede provocar cambios notables en el sistema digestivo y la boca.

Algunos pacientes desarrollan glositis, que es la inflamación y pérdida de las papilas de la lengua, dejándola con un aspecto liso y rojizo.

También pueden aparecer grietas dolorosas en las comisuras de los labios, conocidas como queilitis.

Un fenómeno curioso relacionado con el sistema digestivo y el sistema nervioso es la «pica», un deseo compulsivo de ingerir sustancias no nutritivas como hielo, tierra o tiza, lo cual es una señal indirecta de que el cuerpo carece de minerales esenciales.

-El riñón y la producción de eritropoyetina

Los riñones producen una hormona llamada eritropoyetina (EPO).  Cuando el riñón detecta que hay poco oxígeno, libera EPO al torrente sanguíneo. Esta hormona viaja hasta la médula ósea (el interior de los huesos) y le da la orden de fabricar más glóbulos rojos.

Si los riñones están dañados (enfermedad renal), pierden la capacidad de producir suficiente EPO. Sin esta «orden», el cuerpo deja de producir glóbulos rojos, lo que resulta en una anemia muy común en pacientes renales.

Si una persona tiene anemia (por falta de hierro, pérdida de sangre u otras causas), el riñón sufre directamente las consecuencias de la falta de oxígeno (hipoxia).

Esto sucede debido a que el riñón es uno de los órganos que más energía y oxígeno consume por gramo de tejido en todo el cuerpo. Cuando la sangre transporta poco oxígeno debido a la anemia, las células de los túbulos renales empiezan a «asfixiarse».

La falta de oxígeno constante genera estrés oxidativo e inflamación dentro del riñón. Con el tiempo, esto puede causar que el tejido sano sea reemplazado por cicatrices (fibrosis), lo que disminuye la capacidad del riñón para filtrar la sangre.

En casos de anemia aguda o severa, el flujo de oxígeno cae tanto que puede ocurrir una «isquemia», que es básicamente la muerte de porciones del tejido renal por falta de riego, lo que puede llevar a una falla renal aguda.

La inflamación crónica que suele acompañar a la enfermedad renal impide que el cuerpo use correctamente sus reservas de hierro, lo que agrava la anemia.

Por eso, en estos pacientes, tratar la anemia no es solo dar vitaminas, sino asegurar que el hierro llegue a donde se necesita para que los riñones no sigan sufriendo por la falta de oxígeno

Enfoque general del tratamiento

El manejo de la anemia se centra primordialmente en identificar y corregir la causa que la origina. En muchos casos, el tratamiento consiste en la suplementación de los elementos faltantes que el cuerpo necesita para producir glóbulos rojos sanos, como ciertos minerales y vitaminas esenciales (ácido fólico, complejo B, hierro).

En otras situaciones, el enfoque se dirige a tratar la enfermedad de base que está impidiendo la producción normal de sangre (enfermedad renal) o que está provocando su pérdida (sangrados).

En escenarios de mayor urgencia, el objetivo es restaurar rápidamente los niveles de transporte de oxígeno mediante procedimientos de soporte clínico que garanticen la estabilidad hemodinámica del paciente hasta que su organismo pueda retomar la producción normal por sí mismo (transfusiones).

Conclusión

La anemia es una condición multifacética que requiere una vigilancia constante por parte de todo el personal de salud.

Entender que su impacto va más allá de un simple cansancio permite ofrecer una atención más humana y profesional.

Al garantizar que el paciente reciba el abordaje adecuado, se logra no solo mejorar sus niveles sanguíneos, sino devolverle la vitalidad y la capacidad de realizar sus actividades diarias, cerrando así un ciclo de cuidado integral que es la base de una atención de salud de excelencia.

Por: Dra. Karen Courville, FACP, SNI