Bajo su liderazgo, Venezuela logró reducir la mortalidad por malaria de 164 por 100,000 habitantes en 1936 a apenas 1 por 100,000 en 1950. Fue una de las hazañas de salud pública más espectaculares del siglo XX
Por David A. Osorio G.
El autor es médico salubrista, miembro de la Sociedad Venezolana de Salud Publica
A treinta y cinco años de su partida, la figura del Dr. Arnoldo Gabaldón no se desvanece en el recuerdo, por el contrario, se agiganta con el tiempo, erguida como un faro de lo que significa la voluntad política al servicio de la ciencia y el bien común.
Hoy, le rendimos el más sentido homenaje no solo con palabras, sino recordando la monumental obra que nos legó.
El arquitecto de la victoria sanitaria
Si hay una palabra que define la carrera de Gabaldón, es «erradicación». En la primera mitad del siglo XX, Venezuela estaba postrada bajo el yugo de la malaria (o paludismo). La enfermedad era endémica, una sombra mortífera que se cernía sobre vastas regiones del país, diezmando poblaciones, paralizando la industria y condenando a generaciones a la fiebre y la debilidad.
Frente a este panorama, Gabaldón, formado en las mejores universidades de Europa y con una mente científica brillante, no propuso pequeñas soluciones.
Concibió una estrategia integral y audaz. Como director especial de Malariología del Ministerio de Sanidad, diseñó y ejecutó un plan que parecía una quimera para la época:
- La Guerra Química con DDT (Dicloro-Difenil-Tricloroetano): Con visión pionera, lideró una de las campañas de rociamiento intradomiciliario de DDT más ambiciosas del mundo. No fue una simple aplicación; fue una operación militarmente organizada que llegó a cada rancho, cada casa, cada aldea en las zonas afectadas. Los equipos de «malariología», con sus overoles característicos, se convirtieron en símbolos de esperanza.
- El Enfoque Integral: Gabaldón comprendió que vencer la malaria requería más que insecticidas. Fortaleció el diagnóstico con una red de laboratorios, promovió el tratamiento con cloroquina y, crucialmente, entendió la importancia del saneamiento ambiental: drenaje de aguas estancadas, control de criaderos del vector (el mosquito Anopheles) y educación sanitaria. Los resultados fueron, sencillamente, históricos.
Bajo su liderazgo, Venezuela logró reducir la mortalidad por malaria de 164 por 100,000 habitantes en 1936 a apenas 1 por 100,000 en 1950. Fue una de las hazañas de salud pública más espectaculares del siglo XX, estudiada y admirada en todo el mundo. Le demostró al planeta que era posible domeñar a uno de sus más antiguos y mortíferos flagelos.
Más allá de la malaria: El visionario de lo público
La genialidad de Gabaldón no se limitó a una enfermedad. Él fue el principal arquitecto del Instituto Venezolano de Seguros Sociales (IVSS), vislumbrando un sistema de previsión y atención en salud para los trabajadores. Además, como ministro de Sanidad y Asistencia Social, sentó las bases del sistema de salud nacional, impulsando la construcción de infraestructura sanitaria y formando cuadros técnicos. Fue un convencido de que la salud es un pilar fundamental del desarrollo de un país. «Un pueblo sano es la base de la grandeza de las naciones», era una de sus máximas, y actuó en consecuencia.
Lecciones eternas para el salubrista moderno
En la era de las pandemias y las enfermedades emergentes, el legado de Gabaldón es más vigente que nunca. Nos enseña:
• El poder de la evidencia científica: Todas sus acciones estuvieron guiadas por la data, la investigación y el método científico.
• La importancia del liderazgo y la voluntad política: Supo articular el conocimiento técnico con la decisión política para obtener los recursos y el apoyo necesarios.
• La estrategia integral: No hay balas de plata. La salud pública exitosa requiere combinar múltiples armas: prevención, tratamiento, educación y saneamiento.
• El trabajo en terreno: Gabaldón y sus equipos salieron del escritorio y fueron al campo, a la comunidad, al lugar donde ocurría el problema.
Hoy, al conmemorar 35 años de su siembra, nuestro mejor homenaje al Dr. Arnoldo Gabaldón es no dar un paso atrás en la defensa de la salud pública. Es seguir luchando contra las enfermedades, es valorar a nuestros trabajadores de la salud, es apostar por la ciencia y es recordar siempre que la salud no es un gasto, es la inversión más valiosa que puede hacer una sociedad. Descansa en paz, Titán.
Tu lucha sigue inspirando nuestra batalla.
Por: Dr. David A. Osorio G.