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La microbiota regula el metabolismo y la energía, da soporte al sistema inmune, lo que nos ayuda a protegernos frente a patógenos

Por: Dra. Karen Courville, FACP, SNI | Miembro de CENCAM y ISNi3C

La Dra. Karen Courville es egresada de la Facultad de Medicina de la Universidad de Panamá. Realizó estudios en Medicina Interna y Nefrología en el Complejo Hospitalario Dr. Arnulfo A. Madrid.  Tiene un Fellow en Investigación Renal del Instituto Mario Negri en Bérgamo, Italia.  Investigadora del Instituto de Ciencias Médicas de Las TablasMiembro del Sistema Nacional de Investigación (SNI)

La microbiota es un término referido a los microorganismos (virus, hongos y bacterias) que se encuentran en el ambiente y en los seres vivos.  La comunidad que recibe a un número de microorganismos en comunidades se denomina microbioma.

En los microbiomas vegetales presentes en el suelo, las plantas y el aire tienen implicaciones favorables en los cultivos, optimizando la producción de alimentos, fibras agrícolas y piensos. Los microbios en el suelo fijan el nitrógeno en el suelo, ayudando al crecimiento de las plantas; otros pueden descomponer el gas metano, producto de descomposición de seres vivos en la tierra; y otros, por ejemplo, pueden contribuir a descomponer los desechos vegetales (incluyendo hojas, troncos, frutas, vegetales) enriqueciendo el suelo, lo que se conoce como compostaje.

Así mismo, podemos decir que existen microbiomas marinos presentes en mares y océanos, como ciertas bacterias y hongos que contribuyen, al ciclo de nutrientes y descomposición de materia orgánica de los corales.

El microbioma es esencial para la salud. En el microbioma humano se ha determinado que la mitad de las células del cuerpo humano son humanas y el resto corresponden a microorganismos. El microbioma humano representa a los microorganismos con sus elementos genéticos y las interacciones que establecen con el medio ambiente en el que se encuentran. Existen diversos microbiomas en el cuerpo, que se pueden agrupar en intestinal, respiratorio, urogenital, cutáneo y bucal. Cada microbioma está compuesto de organismos relacionados y esto se conoce como microbiota.

Las personas adquieren su microbioma al momento del nacimiento. Los recién nacidos por vía vaginal presentan, en los primeros días de vida, mayor concentración de Bacteroides, Bifidobacterias y Lactobacillus, y, con el pasar de las semanas muestran mayor variabilidad de la microbiota. Los recién nacidos por cesárea presentan microbioma semejante a la piel materna y al ambiente hospitalario, poseyendo menor diversidad y siendo principalmente constituida de Staphylococcus, Streptococcus y Clostridium, por lo que tienen un menor número de bacterias Lactobacillus, Escherichia y Bacteroides en sus intestinos.

Este microbiota va modificándose durante nuestra vida, y esto depende de algunas condiciones que pueden modificar la composición de la misma, como la genética, el sexo, el desarrollo hormonal y la edad; y ciertos factores externos como la ubicación geográfica, el clima, el estilo de vida, la higiene personal, así como el uso de antibióticos y fármacos.

Hablando del intestino humano, en él conviven unos 10 billones de bacterias, que conforman este microbiota intestinal y que son esenciales para la salud.

Microbiota intestinal

La microbiota regula el metabolismo y la energía, da soporte al sistema inmune, lo que nos ayuda a protegernos frente a patógenos; favorece la digestión, ayudando a metabolizar alimentos que por sí mismo el organismo no puede digerirlos; ayuda a la producción de vitaminas, esenciales para nuestra salud como la vitamina K y la B12. La disbiosis intestinal es una alteración en la estructura de la comunidad microbiana intestinal, que resulta en una anormalidad. Estas alteraciones pueden deberse a un aumento de presencia de bacterias patógenas, una pérdida de microorganismos beneficiosos o una pérdida de diversidad microbiana.

Cuando la microbiota se encuentra en un equilibrio adecuado, los microorganismos patógenos se mantienen bajo control, sin causar ningún problema.

En algunas situaciones, algunas bacterias patógenas pueden crecer de más, y algunos estudios en animales han demostrado que aquellos que padecían colitis y enfermedad de Crohn tenían una microbiota en la que existía esta mayor presencia de bacterias patógenas, como la E.coli y la Shigella, lo que demuestra la relación existente entre el desarrollo de algunas enfermedades autoinmunes y el estado de nuestra comunidad microbiana intestinal.

En el caso de la disminución de microorganismos beneficiosos, se ha evaluado en estudios en animales que, los tienen una adecuada presencia de Bifidobacterias y los Lactobacillus en la microbiota, tienen mejores respuestas ante la inflamación y su sistema inmune responden mejor ante enfermedades, por lo que la pérdida de estas bacterias beneficiosas, pudieran estar relacionados con un aumento a la susceptibilidad de infecciones.

A su vez, cuanto mayor sea la diversidad de microrganismos que reside en nuestra microbiota, mejor se encontrará ésta, al igual que nuestra salud en general. Algunos estudios en niños han demostrado que los niños con menor diversidad microbiana intestinal presentan una mayor susceptibilidad a sufrir alergias y asma.

¿Cómo afecta a nuestra salud la disbiosis intestinal?

Tener alterada la microbiota intestinal supone un problema para nuestra salud, ya que nuestro sistema inmune se encontrará más débil, nuestra barrera intestinal se encontrará menos protegida.

Se ha estudiado que las bacterias intestinales producen ácidos grasos de cadena corta y parece que estas ayudan en la prevención de diversas patologías crónicas, como cáncer colorrectal, el síndrome metabólico, obesidad, enfermedad renal crónica, diabetes y algunas alergias, debido a su acción antiinflamatoria.

Las personas con enfermedad renal tienen un equilibrio poco saludable de bacterias buenas y malas en sus intestinos, y esto se debe a los efectos de la retención de productos de desecho relacionados con el amonio o productos nitrogenados, retención de líquidos que provoca la inflamación de la pared intestinal, entre otros factores.

Entre las principales causas de la disbiosis intestinal se encuentra el abuso de antibióticos. Los antibióticos son necesarios en situaciones específicas, pero hay que llamar la atención en que hay que tomarlos cuando verdaderamente haga falta. Los antibióticos NO combaten los virus, y utilizarlos de manera inadecuado o no indicada no sólo produce una alteración de la microbiota intestinal, sino también produce resistencia de nuestras bacterias hacia los mismos. La resistencia a los antibióticos significa que las bacterias patógenas mutan en respuesta al uso de estos fármacos y esto ocasiona que las infecciones resulten mucho más letales, ya que su tratamiento se dificulta en gran medida porque los antibióticos dejan de ser efectivos.

¿Cómo mantener sana la microbiota?

Si la microbiota intestinal sufre un desequilibrio puede deberse a diversos factores: una dieta desequilibrada, baja en fibra y rica en alimentos ultraprocesados, no dormir las horas suficientes, padecer estrés crónico, abusar del alcohol, la ingesta de antibióticos, antiinflamatorios o sufrir infecciones. Además, procesos hormonales como el embarazo o la menopausia también alteran la microbiota.

La dieta balanceada es fundamental: Se ha demostrado que la elevada ingesta de proteína animal, especialmente la que proviene de carne roja y carne procesada, puede deteriorar el estado de nuestra microbiota; que ingerir frutas y verduras de manera diaria, son la mejor fuente de antioxidantes.

Algunos tienen una acción prebiótica, como la pectina (se encuentra en la mayoría de frutas, siendo la manzana la que de las que más contiene), el almidón resistente (abunda en el plátano verde, en los boniatos y las patatas), los betaglucanos  y los fructanos (alcachofas, cebollas, espárragos); además de los vegetales altos en fibra (brócoli, calabaza, tomates, alcachofas, espinacas), las legumbres (lentejas, garbanzos, guisantes), los granos integrales (avena integral, el trigo sarraceno, quinoa y el arroz integral son los más recomendables), los frutos secos naturales (sin sal, ni fritos ni tostados) y también las semillas oleaginosas como las de lino y las de calabaza.

Otras recomendaciones incluyen ingerir alimentos fermentados como ciertos tipos de yogur, mantener una correcta hidratación, bebiendo agua es asimismo importante para la microbiota, evitar los azúcares refinados y al tomar suplementos con probióticos y prebióticos asegurarse de utilizar una dosis adecuada, sin exagerar. El equilibrio es muy importante.

Por: Dra. Karen Courville, FACP, SNI