Comunicar no es emitir. Es diseñar un estímulo que active procesos atencionales, emocionales y memorísticos en el receptor

Por: Magister Nathalie Carrasco-Krentzien. Consultora en comunicación científica y neurocomunicación estratégica. Especialista en liderazgo, desarrollo organizacional y transmisión efectiva del conocimiento.

¿Qué sucede cuando un líder habla impecablemente… pero nadie recuerda lo que dijo?
La escena es común: una presentación pulida, una voz entrenada, un ritmo impecable. Pero al salir de la sala (física o virtual), los asistentes no pueden citar una sola idea transformadora.
Este fenómeno, que se repite en aulas, reuniones ejecutivas y auditorios, revela una confusión crítica: creer que la oratoria es sinónimo de comunicación.
Y en un mundo donde liderar implica construir confianza, alinear visiones y sostener conversaciones de alto impacto, seguir formando líderes como si fueran oradores es no solo un error: es un riesgo.
Oratoria: estética sin estrategia
La oratoria es una habilidad ancestral. Desde Cicerón hasta Churchill, ha sido símbolo de elocuencia y poder de persuasión. Se enseña a modular la voz, controlar el cuerpo, estructurar discursos. Es útil. Pero incompleta.
Porque la oratoria entrena al hablante para “lucir bien”.
La comunicación, en cambio, se mide en el efecto que genera en el otro.
Hablar bien no significa ser comprendido.
Tener presencia escénica no garantiza impacto cognitivo.
Dominar el escenario no implica haber activado la mente de la audiencia.
Neurocomunicación: la dimensión estratégica del mensaje
Aquí es donde entra la neurocomunicación: una disciplina basada en ciencia, no en estilo, que estudia cómo el cerebro humano procesa, retiene y transforma la información.
Desde esta mirada, comunicar no es emitir.
Es diseñar un estímulo que active procesos atencionales, emocionales y memorísticos en el receptor.
Es comprender la ruta entre el lenguaje y la acción, entre la palabra y la toma de decisiones, entre la forma y el fondo.
Algunos principios clave:
- 🔹 La atención es selectiva y emocionalmente reactiva. No basta con hablar claro; hay que despertar relevancia.
- 🔹 El aprendizaje es multisensorial y narrativo. El cerebro recuerda mejor lo que se cuenta en forma de historia y se presenta de forma coherente.
- 🔹 La memoria se ancla al significado personal. Lo que no toca una emoción, se evapora.
- 🔹 El tono, la pausa y el ritmo son más importantes que la dicción. Porque son los que señalan al cerebro qué vale la pena recordar.
¿Por qué esto importa tanto en liderazgo?
Porque liderar no es presentar bien un PowerPoint.
Liderar es alinear mentes, movilizar voluntades, traducir complejidad y sostener el clima emocional de una organización.
Y para eso, el carisma no alcanza.
Se necesita comprensión profunda de cómo funciona la comunicación humana desde el cerebro, el cuerpo y la cultura.
Líderes mal formados en comunicación tienden a:
- Repetir discursos sin saber si fueron comprendidos.
- Fallar en conversaciones difíciles porque confunden “convencer” con “escuchar”.
- Saturar cognitivamente a sus equipos sin lograr priorización ni claridad.
- Subestimar la dimensión emocional de la palabra en contextos de tensión o incertidumbre.
El problema no es que muchos líderes no sepan comunicar.
El problema es que creen que ya lo hacen bien porque alguna vez tomaron un curso de oratoria.
Y con frecuencia, esos cursos los imparten actores, presentadores o coaches que, si bien dominan la escena, no tienen formación en neurociencia, pedagogía o psicología de la comunicación. Es decir: pueden enseñar a hablar. No a transformar.
¿Quién puede —y debe— enseñar a comunicar con impacto?
✅ Profesionales con base en neurociencia cognitiva, psicología del aprendizaje, lingüística y comunicación estratégica.
✅ Formadores con experiencia real en contextos complejos: investigación científica, liderazgo organizacional, salud pública, crisis.
✅ Consultores que trabajan con datos, evidencias y resultados observables, no con fórmulas teatrales o frases motivacionales.
Como especialista en comunicación científica, he visto en primera fila lo que ocurre cuando un líder deja de hablar para convencer… y comienza a comunicar para conectar. El cambio es inmediato: más claridad, más implicación, menos ruido. La organización se alinea desde el lenguaje.
Estamos en un momento donde cada palabra cuenta.
Donde una conversación mal diseñada puede afectar la salud mental de un equipo, frenar una innovación o sabotear una alianza.
Y donde hablar bonito es irrelevante si no genera comprensión y acción.
Si eres líder, no preguntes si hablas bien.
Pregúntate si lo que dices deja huella, activa decisiones y construye confianza.
Porque en el mundo actual, no necesitamos más oradores.
Necesitamos líderes que sepan comunicar con ciencia, estrategia y conciencia.
La autora es abogado, comunicadora y Business Process Manager, enfocada en gestión empresarial con tres maestrías en Comunicación: Máster en Comunicación Estratégica y organizacional, Máster en Neurocomunicación, Máster en Comunicación Científica. Vive en Canadá.

