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El antibiótico barre con gran parte de la microbiota beneficiosa (las bacterias buenas), como un daño colateral. Evitar este daño es también un compromiso de cada persona

Por: Dra. Karen Courville, FACP, SNI

La Dra. Karen Courville es egresada de la Facultad de Medicina de la Universidad de Panamá. Realizó estudios en Medicina Interna y Nefrología en el Complejo Hospitalario Dr. Arnulfo A. Madrid.  Tiene un Fellow en Investigación Renal del Instituto Mario Negri en Bérgamo, Italia.  Investigadora del Instituto de Ciencias Médicas de Las Tablas. Miembro del Sistema Nacional de Investigación (SNI)

Los antibióticos son un recurso vital que ha salvado millones de vidas, pero debemos dejar de verlos como una solución inocua para todo malestar y debemos seguir las recomendaciones para su uso correcto y así evitar complicaciones.

 ¿Qué son los antibióticos y para qué sirven?

Los antibióticos son medicamentos diseñados específicamente para combatir infecciones causadas por bacterias. Su función es matar a las bacterias o dificultar su crecimiento y multiplicación, permitiendo que el sistema inmunológico del cuerpo elimine la infección. Es crucial entender que los antibióticos NO funcionan contra los virus.

Son utilizadas para el tratamiento de infecciones bacterianas como neumonía, infecciones del tracto urinario, faringitis estreptocócica o infecciones de la piel. NO funcionan para resfriados comunes, gripe (influenza), la mayoría de los dolores de garganta o bronquitis viral.

Resistencia a los antibióticos: ¿Por qué ocurre?

La resistencia a los antibióticos ocurre cuando las bacterias mutan o se transforman en respuesta al uso de estos fármacos. Básicamente, las bacterias aprenden a defenderse para sobrevivir y esto puede ocurrir por diferentes métodos: la selección natural, en la que el medicamento mata a las bacterias más débiles y vulnerables; por supervivencia, en las que unas pocas bacterias que tienen mutaciones genéticas aleatorias sobreviven al ataque (son «resistentes»); reproducción, en las que las bacterias supervivientes se multiplican rápidamente, creando una nueva población que el antibiótico ya no puede eliminar; o poriIntercambio, en donde las bacterias pueden incluso «pasarse» estos genes de resistencia unas a otras (como si se pasaran una armadura), volviendo a otras bacterias también resistentes.

El resultado son las llamadas «superbacterias», infecciones que antes eran fáciles de tratar y ahora son peligrosas y costosas de curar.

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La Microbiota: Nuestro ecosistema interior

La microbiota es el conjunto de billones de microorganismos (bacterias, virus, hongos) que viven en y sobre nuestro cuerpo, principalmente en el intestino. Antes se creía que estas bacterias eran simples «acompañantes». Hoy, gracias a nuevas investigaciones, sabemos que la microbiota funciona casi como un órgano más, ya que se encarga de:

  • Entrena al sistema inmune: Nos enseña a diferenciar entre amigos y enemigos.
  • Produce vitaminas: Como la vitamina K y algunas del complejo B.
  • Eje Intestino-Cerebro: Influye en nuestro estado de ánimo y salud mental.
  • Protección: Compite por espacio y alimento, evitando que bacterias patógenas (malas) se instalen.

Relación crítica: Microbiota y resistencia

Cuando tomas un antibiótico, este no es un «francotirador» que solo mata a la bacteria mala que te causa la infección; es más bien como una «bomba atómica» para tu intestino. El antibiótico barre con gran parte de la microbiota beneficiosa (las bacterias buenas), como un daño colateral. Se crea un desequilibrio, que se conoce como disbiosis, y al morir las bacterias buenas, queda «espacio libre» y recursos disponibles. Las bacterias resistentes que sobrevivieron (porque ya tenían genes de resistencia) ahora no tienen competencia, se multiplican y ocupan el espacio de la microbiota sana.

El intestino puede convertirse en un reservorio de bacterias resistentes que, en el futuro, pueden causar una autoinfección o transmitir esa resistencia a otras bacterias patógenas que entren en tu cuerpo.

Guía de Acción: ¿Qué podemos hacer?

La buena noticia es que podemos tomar medidas activas para proteger nuestra microbiota y frenar la resistencia. Para disminuir la resistencia a los antibióticos y cuidar la microbiota, solo deberás utilizar los antibióticos bajo prescripción y evitar la automedicación. Solo deberás tomar antibióticos cuando un médico confirme que es una infección bacteriana.

Aunque te sientas mejor al segundo día, termina la caja o los días indicados. Si lo dejas a medias, las bacterias más fuertes sobreviven y se vuelven resistentes. Lávate las manos y cocina bien los alimentos para prevenir infecciones y evitar tener que usar medicamentos en primer lugar.

Alimentación:

Para proveer de prebióticos, es necesario alimentar a tus bacterias buenas con fibra, come muchas frutas, verduras, legumbres, cebolla, ajo y avena. Introduce bacterias vivas a través de yogur natural, kéfir, chucrut o kombucha, ya que en estos alimentos fermentados se encuentran bacterias buenas.

Aliméntate con diversidad: cuantos más tipos de plantas comas, más diversa y resiliente será tu microbiota. Si debes tomar antibióticos, consulta con tu médico sobre tomar un probiótico de alta calidad durante y después del tratamiento para ayudar a repoblar tu intestino (generalmente se toman separados del antibiótico por unas horas).

Conclusión: cuidar nuestra microbiota

Los antibióticos son un recurso vital que ha salvado millones de vidas, pero debemos dejar de verlos como una solución inocua para todo malestar. Su uso tiene un costo ecológico dentro de nuestro propio cuerpo. Cuidar nuestra microbiota y utilizar los antibióticos con extrema responsabilidad es la única forma de asegurar que sigan funcionando para nosotros y para las generaciones futuras.

Dra. Karen Courville, FACP, SNI