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Para conmemorar los 65 años de tu nacimiento, me permito trazar estas líneas que entrelazan al ser humano y artesano del lenguaje, celebrando al que construye, cuestiona y acompaña.  Al que observa con atención el mundo que lo rodea y transforma cada experiencia en verbo que ilumina y provoca

Por: Mario García Hudson

El autor es investigador, encargado del Centro Audiovisual de la Biblioteca Nacional Ernesto J. Castillero R.

Desde el corazón popular de Juan Díaz, donde las calles llevan el eco de lo vivido y lo pasado, emerge su presencia firme y lúcida. Nacido el 9 de noviembre de 1960, es un hombre que ha hecho de la palabra un acto de resistencia y recuerdo. Biólogo de formación, profesor por vocación, escritor por necesidad vital, ha sabido cruzar los caminos del saber científico y la creación literaria con una ética que incomoda al poder y honra a los que rara vez son nombrados.

Comenzó a escribir a los 14 años, no desde la comodidad del aula, sino desde la herida: el acoso escolar lo empujó hacia la escritura, y allí encontró refugio, pero también fuerza. Desde entonces, no ha dejado de plasmar sus reflexiones con una convicción clara: que la invención verbal puede iluminar lo que la historia ha querido callar.

Conocí a Robinson a inicios de los años 90, en un país que aún respiraba las cicatrices del 20 de diciembre de 1989, cuando las calles guardaban el eco de un dolor reciente. Desde la Universidad de Panamá, soñamos con abrir un terreno fértil, un espacio que, con el tiempo, pudiera germinar nuevos frutos capaces de dar vida a la memoria colectiva.

David Robinson, Mario García Hudson y Carlos Fong

Su primer libro, En las cosas del amor (1991), recibió mención de honor en el premio León A. Soto. Fue el inicio de una trayectoria profunda, con catorce títulos publicados, entre poesía, cuento y ensayo. Fundador de la Asociación de Escritores de Panamá y parte de colectivos literarios como “Umbral” y “José Martí”, su aporte al país ha sido igualmente colectivo, generoso y sostenido.

Con Territorios de orugas (2014), ganador del premio nacional de cuento “José María Sánchez”, es donde David alcanza una madurez singular: seis cuentos que recorren Panamá —desde la conquista hasta la invasión estadounidense— con una mirada irónica, aguda, y profundamente humana. Allí, el humor no es evasión, sino bisturí; la ficción no maquilla, sino revela. Con una prosa limpia y punzante, muestra las grietas de la narrativa oficial y se atreve a mirar donde otros apartan la vista.

Docente por décadas en el colegio Elena Chávez de Pinate, ha enseñado ciencias naturales con la misma pasión con que trasmite sus ideas. Su aula fue un espacio de siembra: allí cultivó la curiosidad, el pensamiento crítico, la sensibilidad por la vida en todas sus formas. Con su editorial independiente, Casa de las Orquídeas, ha promovido voces necesarias, entendiendo que hacer florecer asimismo es crear comunidad.

Él no escribe para la complacencia ni la fama. Su obra es frontal, pero sensible; crítica, cargada de ternura por quienes habitan los márgenes. Redacta como quien sabe que el país necesita otras versiones, miradas y relatos que completen el rompecabezas de nuestras identidades.

Si la patria tuviera un narrador de sus sombras, un cronista de sus contradicciones más íntimas, probablemente tendría algo de la voz de David Robinson Orobio. Pues su expresión no decora: desentierra. No romantiza: cuestiona. No olvida: rememora, insiste, interpela.

Y en ese gesto —a veces incómodo, siempre necesario— nos enseña que componer a su vez es un modo de cuidar. Y que solo desde la vivencia puede nacer una esperanza verdadera.

Así, en cada palabra que deja escrita, vuelve a remover la huella, recordándonos que la raíz no solo sostiene: también despierta.

Por: Mario García Hudson