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Mario García Hudson, curador de la exposición documental «Invasión 1989» que se presenta en la Biblioteca Nacional Ernesto J. Castillero de Panamá, comparte un relato desde la memoria y la reflexión de este hecho que marcó y desgarró la historia del país pero no su dignidad

Por: Mario García Hudson

El autor es investigador, encargado del Centro Audiovisual de la Biblioteca Nacional Ernesto J. Castillero R.

El 20 de diciembre de 1989, Panamá despertó en un instante que nunca pidió. No hubo aviso ni campana que anticipara lo que llegaría. La operación que Estados Unidos llamó “Causa Justa” irrumpió en la ciudad con helicópteros, con ruidos que rompieron la madrugada y calles que cambiaron de rostro en pocas horas. Mientras el calendario señalaba la cercanía de la Navidad, el país se vio atravesado por un estruendo que partió el tiempo en dos.

En los barrios quedó el polvo de los edificios y la incertidumbre de la noche.

El Chorrillo y otros sectores del centro se convirtieron en paisajes de fuego y escombros. Las casas cedieron y los recuerdos se escondieron entre las paredes derrumbadas. La vida cotidiana pareció suspendida. Sin embargo, incluso allí donde el temor parecía total, surgieron gestos que no aparecen en los informes oficiales: vecinos que abrieron puertas sin preguntar nombres, madres que protegieron a los suyos, amigos que compartieron un techo o un silencio.

La resistencia más potente fue la discreta, la que no necesitó cámaras ni titulares para sostener la existencia.

La herida no siempre se manifestó en ruinas visibles. Aprendió a esconderse en lo cotidiano: en el sonido de los aviones que aún cruzan el cielo, en la forma en que diciembre se volvió un mes de memoria silenciosa, en los relatos contados a media voz para no heredar miedo pero sí la verdad. La invasión dejó marcas que no se borran con decretos: viven en la conciencia de la fragilidad y en la certeza de que la historia se sostiene, sobre todo, por los pequeños actos de cuidado que suceden en secreto.

Panamá no se sostuvo por la fuerza de los discursos ni por las promesas posteriores. Se mantuvo en pie gracias a la gente común que decidió quedarse, recomponer y acompañar. Personas que recogieron lo que quedó en pie y también lo que se perdió, que comprendieron que reconstruir no era solo levantar paredes, sino devolverle sentido a los días.

En ese proceso lento y silencioso, el país aprendió a caminar con una dignidad que no necesitó aplausos.

Hubo momentos en que la confusión y el miedo fueron completos, y la ciudad pareció respirar solo a intervalos. Muchos perdieron algo que nunca recuperarían del todo: hogares, pertenencias, certezas.

Algunos sobrevivieron con heridas invisibles, y otros con recuerdos que no necesitaban palabras para ser dolorosos. Sin embargo, la vida reclamó su espacio: aparecieron rutinas nuevas, afectos más atentos y una forma distinta de mirar hacia adelante sin negar lo que ocurrió. La memoria, cuando se ejerce con respeto, se convierte en un acto de cuidado, una manera de sostener lo que no puede olvidarse.

Hablar de diciembre de 1989 es aceptar que hay fechas que no se cierran del todo. Es recordar las vidas que no tuvieron despedida, las voces que siguieron adelante sin ser escuchadas, y la carga silenciosa de quienes soportaron lo inesperado sin dejar que el miedo definiera su camino. Es comprender que existen dolores que no necesitan estruendo para ser profundos, y que la verdad, dicha con calma, puede sostenerse con más firmeza que cualquier grito.

Hoy, al volver la mirada hacia aquel diciembre, no se trata de abrir la herida por costumbre, sino de sostener la memoria como se protege una llama pequeña: permitiéndole iluminar sin quemar, acompañando sin imponerse. Que la historia se diga con la delicadeza que merece, y que incluso lo más crudo del recuerdo se transforme en un aprendizaje silencioso. 

Porque Panamá, aun golpeada, sigue caminando con esa luz serena que no deslumbra pero acompaña, recordándonos que la dignidad verdadera siempre encuentra la manera de permanecer.

Mario García Hudson, 20 de diciembre de 2025

La exposición documental «Invasión 1989», un recorrido necesario a través de libros, material hemerográfico y audiovisual que preservan la memoria histórica de nuestra nación, se presenta en la Biblioteca Nacional bajo la curaduría de Mario García Hudson. Es una muestra que ofrece una mirada profunda a los eventos que marcaron un antes y un después en Panamá. Se puede ver en la Sala Panameña, piso 2, Biblioteca Nacional de Panamá hasta enero 2026.