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Después de una dura semana de trabajo, nada mejor que arrancar el fin de semana con el “viernes cultural”, esa reunión de amigos en las esquinas del barrio presagiando ya el descanso y la fiesta. Esta sección pretende hacer eso, arrancar nuestro fin de semana desde esta esquina virtual con cuentos y poemas de autores panameños para que los conozcan y los disfruten. Así que, ¡feliz fin de semana!, con sabor a literatura panameña de la buena.

Pedro Crenes Castro, coordinador del Viernes Cultural: Literatura Panameña [email protected]

Cuentos de Silvia Fernández-Risco

Silvia Fernández-Risco


Silvia Fernández-Risco nació en México, y vive en Panamá desde el año 2000. Escritora, músico y editora, sus cuentos reflejan un imaginario narrativo que goza del privilegio de esta doble vertiente vital y literaria que le permite conjugar lo mejor de los dos países. Ha publicado, entre otros títulos, Volar y otros cuentos y Música de las esferas. Escribe también literatura infantil y juvenil.

Música de las esferas

 A Ricardo.

Un susurro, cálido como el vaho de un amante, le produjo un cosquilleo en el oído derecho. Estaba sola, pero esa sensación le hizo recordar aquel domingo en casa de su abuela, cuando soltó el libro que estaba leyendo para rascarse la oreja y preguntó a la anciana:

—¿Escuchaste, abuela? —y metió el dedo índice en la cavidad de su oído para tratar de limpiarlo y mejorar aún más su audición.

            —¿Qué cosa?

—Ese murmullo, como de palabras envueltas en susurros.

            —No hay nada. Debe ser alguien que está pensando en ti, hijita.

            Aquel lejano día no pudo comprobarlo ni le dio importancia pero, esta vez, decidió poner atención al susurro y tratar de descifrar su mensaje. ¿Sería Enrique? Cerró los ojos y, en su afán de identificar aquel runrún, escuchó detenidamente todos los sonidos que la rodeaban. Se maravilló al detectar la variedad inmensa de timbres, de ritmos, de frecuencias que podía registrar y de los que por lo general no era consciente. Imaginó su procedencia y la distancia, el tamaño y las características de quién o qué los originaba. Era un enorme radar, y eso la mantuvo entretenida mucho rato.

            Seleccionó los que más le gustaban. Pensó en el misterio de los sonidos ordenados que producían música deliciosa para su alma. Ese pensamiento se concatenó con el recuerdo de aquella primera fiesta de secundaria, musicalizada con suaves melodías, en que bailó abrazada al muchacho que la hizo despertar al amor. Solo bailó esa pieza, pero el efecto embriagador aparecía cada vez que a sus oídos llegaba la melodía. ¡Mmmm!

            Volvió a concentrarse para tratar de percibir nuevamente aquellas palabras casi imperceptibles que le produjeron comezón en la oreja, pero una ráfaga de viento la llevó a imaginar los sonidos propios de la naturaleza: el mar, las tormentas, las cascadas, las erupciones… ¿Cómo sería la voz del mundo? ¿Cuál la base rítmica del universo? Según Pitágoras, los cuerpos celestes producen sonidos que al combinarse forman la llamada música de las esferas.

            ¡Ding, dong, ¡ding dong!

            El timbre la sacó abruptamente de sus reflexiones. Al abrir, se sorprendió de ver a Enrique.

            —Estaba pensando en ti y quise venir a saludarte.

            —¡Vaya, tal vez mi abuela tenía razón!

            —¿A qué te refieres?

            —Shh…, pasa.

            Él no intenta comprender. Entra y la sigue muy de cerca por el pasillo hacia la sala. Da un paso largo y la abraza por la espalda. Comienza a acariciar su cuerpo y con la lengua recorre los valles y cordilleras de su oreja. Ella siente que el universo se posa ahí para comenzar una fiesta de luces, de cometas, de astros celestiales girando en torno del placer. Su oreja, otrora miniatura de esponja comprimida, crece con su saliva fértil y todo él cabe en ella. Con voz tenue lanza palabras sueltas en la catedral de su intimidad sonora, esa que minutos antes había estado afinando al capturar el torrente de sonidos a su alrededor. El eco se convierte en un concierto de adoración a Eros y poco después escucha la música de las esferas, la armonía del cosmos, los sonidos divinos que conducen a Dios, y Esther pregunta ¿qué estaría haciendo Pitágoras cuando la oyó por primera vez?

Tomado del libro, Música de las esferas


Dos más dos

—¿Tu mamá no les ayuda con las tareas de la escuela? —pregunta un tanto sorprendida a la vecina.

—No.

            —¿Ni la aritmética?

            —No.

            —¿Por qué?

            —¡Mamá es bien burra!

            —¿¡¡Burra!!?

            —Eso dice mi papá, por eso no la deja ayudarnos con las tareas. Asegura que ni siquiera puede sumar dos más dos, es bien burra…

            —¿De veras? Pero si cuando vamos al mercado sabe cuánto cuesta el cuarto de queso, aunque el letrero solo diga el precio por kilo.

            —¿Ah sí?

 —Claro. Y antes de llegar a la caja cuenta los productos, suma a los precios y siempre le atina el total que indica la cajera. Y fíjate que estamos hablando de algo mucho más complicado que dos más dos.

 —Mmmmn, no sé. Es que además de burra debe ser adivina.

Tomado del libro colectivo contra la violencia de género ¡Basta!


Pedro Crenes Castro, coordinador del Viernes Cultural Literatura Panameña:

Pedro Crenes Castro
[email protected]
(Panamá, 1972), es escritor. Columnista y colaborador en varios medios panameños y españoles. Ha ganado dos veces el premio Nacional de Literatura Ricardo Miró de Panamá y dicta talleres literarios. Vive en España desde el año 1990.