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Ilustración: Pedro Crenes

«Como en una novela de Kafka

el ladrón dobló por el callejón».

Rubén Blades

Pedro Navaja

Pedro Crenes Castro, coordinador del Viernes Cultural: Literatura Panameña [email protected]

Franz, por la esquina del viejo barrio

Reseña por: Pedro Crenes Castro

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Si la vida es un inmenso barrio —que es una forma de laberinto—, y en él podemos perdernos al doblar una esquina, no hay que quitarle ojo a Franz, que camina por el barrio con sus circunstancias a cuestas…

Franz, por la esquina del viejo barrio

La vida es como un inmenso barrio, y en cada esquina hay una oportunidad de perderse al doblarla. Un barrio es una forma del laberinto, y eso nos acerca a Borges, que consideraba que su obra puede leerse a parte de sus circunstancias vitales: «…vendría a ser el gran escritor clásico de este, nuestro atormentado siglo. Y posiblemente será leído en el porvenir, y no se sepa bien que escribió a principios del siglo XX, que fue contemporáneo del expresionismo, que fue contemporáneo de la Primera Guerra Mundial. Todo eso puede olvidarse: su obra podría ser anónima… posiblemente esas fábulas suyas ya son parte de la memoria de los hombres».

Si la vida es un inmenso barrio —que es una forma de laberinto—, y en él podemos perdernos al doblar una esquina, no hay que quitarle ojo a Franz, que camina por el barrio con sus circunstancias a cuestas, convencido en un momento dado de que «Dios no quiere que yo escriba, pero yo debo hacerlo», y es allí cuando dobla por el callejón de una existencia densa que lo iría marcando hasta salir por el otro lado de la calle convertido en Kafka: una transformación en toda regla, su metamorfosis.

Franz Kafka murió hace cien años (3 de junio de 1924) y el barrio del mundo, en sus laberintos con callejones que dan a la nostalgia, la confusión y el absurdo, aprovecha estos días para volver a ponerse tras los pasos de uno de los escritores más influyentes en la vida y la obra de otros escritores, y que murió con el firme convencimiento de que nadie silbaría por el barrio ninguna de las creaciones de su repertorio, pero su «bro», Max Brod, tenía otros planes, y por eso seguimos releyendo El proceso, traduciendo La transformación, y repasando sus cartas a Felice Bauer, o la tremenda Carta al padre, realidad o ficción —no nos ponemos de acuerdo—, pero sí en que es una lección brillante de buena literatura.

«Necesitamos libros que hagan en nosotros el efecto de una desgracia, que nos duelan profundamente como la muerte de una persona amada, como si fuésemos arrojados a los bosques, lejos de los hombres, como un suicidio, un libro tiene que ser el hacha para el mar helado que llevamos dentro», le escribía Franz a su amigo Oskar Pollak, que no sospechaba que ya se encontraba transitando el callejón que lo llevaría al centro de la confusión y búsqueda humana, al absurdo, al que terminaría poniendo su apellido para dar nombre a todo aquello que no cuadra, que se sale de lo habitual, como un borracho en una de sus novelas, que dobla por el callejón y no se sabe por qué ni a donde va: lo kafkiano para los no lectores de Kafka significa lo mismo que para sus lectores. Más o menos.

Eso kafkiano de la vida, esa parajódica manera de darse muchas veces las cosas, es lo que ocurre en ese último soneo de Pedro Navaja, de Rubén Blades: «Como en una novela de Kafka, el ladrón dobló por el callejón», reforzándose con un último «La vida te da…», y luego dos golpes de trombón, como si lo que la vida te da, aparte de sorpresas, sea situaciones absurdas que nos acercan a lo más efímero y frágil de la existencia humana.

Franz, por el viejo barrio, doblando en la esquina de cualquiera de ellos en América en las canciones de Blades, termina convertido en Kafka, y nos deja un legado, a su pesar, y por la gentileza (osadía traicionera) de nuestro bro, Max. Y muchos de nosotros, tantos y tantos, seguimos escribiendo embrujados, admirados y asustados bajo la estela de una obra que, más que clásica, es obligado espejo del alma humana.


Pedro Crenes Castro, coordinador del Viernes Cultural Literatura Panameña | [email protected]

Pedro Crenes Castro (Panamá, 1972), es escritor. Columnista y colaborador en varios medios panameños y españoles. Ha ganado dos veces el premio Nacional de Literatura Ricardo Miró de Panamá y dicta talleres literarios. Vive en España desde el año 1990.