«El texto que presento a continuación estaba destinado a publicarse en noviembre, para conmemorar un año más del nacimiento de esta figura imprescindible de la cultura panameña. Sin embargo, ante su partida, comparto hoy estas líneas revisadas y enriquecidas, con el deseo de dejar constancia de lo que ella ha significado»
Por: Mario García Hudson

El autor es investigador, encargado del Centro Audiovisual de la Biblioteca Nacional Ernesto J. Castillero R.
En el entramado cultural y educativo de Panamá, pocas voces han brillado con la claridad lúcida y la fuerza comprometida de Ileana Gólcher. Desde la ciudad de Panamá, esta escritora, docente y comunicadora dedicó su vida a sembrar la reflexión profunda, a promover incansablemente la lectura y a construir herramientas que fortalecen la escritura, convencida siempre de que la educación es la raíz esencial para la transformación social.
Formada inicialmente en Trabajo Social en la Universidad de Panamá, Gólcher expandió su horizonte académico con una maestría en comunicación y tecnología en México y una especialización en producción de televisión educativa en Japón. Su carrera, multifacética y vibrante, abarcó la docencia universitaria, el periodismo investigativo y la gestión cultural, pero siempre estuvo guiada por un hilo conductor: la palabra como motor de cambio, conciencia y reflexión.

Su obra más emblemática, “Escriba y sustente su tesis. Metodología para la investigación social”, trasciende el formato de manual para convertirse en una brújula que orienta a miles de estudiantes en la ardua tarea de construir sus propias voces con rigor, claridad y pensamiento crítico. Convertida en referente en las aulas universitarias, esta guía ha alcanzado múltiples ediciones y continúa acompañando generaciones en el desafío de pensar, investigar y escribir con profundidad.
Pero su compromiso trasciende la academia. A lo largo de su trayectoria, Gólcher publicó, coeditó y promovió obras que abordan temas de memoria histórica, economía de género, comunicación y dignidad humana. Cada una de estas publicaciones es una invitación a pensar con profundidad, a mirar con atención los entramados sociales y a escuchar las voces que reclaman justicia y equidad.
Conocí a Ileana hace unos veinte años, y desde entonces nos unió una amistad profunda, fraterna, como de hermanos. Compartimos un amor inmenso por Panamá y el deseo genuino de que se reconozca la grandeza de este territorio, tantas veces invisibilizado, donde se han logrado tantas cosas que, lamentablemente, muchas veces son ignoradas.
De Ileana puede decirse que fue una persona leal a sus amigos, profundamente solidaria y genuinamente humana. Siempre se destacó como una firme defensora del derecho de todas las personas a una educación de calidad, más allá de consignas vacías o del vaivén político. Su compromiso era auténtico, nacido de una convicción profunda por el bienestar colectivo.

Siempre resultó grato compartir con ella y descubrir a ese ser humano especial, al cual hace un par de meses describí con estas palabras: “Ahora soy Ileana. Me solté de los relojes, esos carceleros del tiempo, que arañaban mi piel con sus agujas. Camino sin prisa ni máscara, sin el peso del color en el cabello, ni el humo tibio del secador que me vendía juventud. Me contemplo al espejo, no para buscarme, sino para encontrarme. Soy Ileana, setenta años tallados en calma, piel que sabe a historia sin disfraz, alma que se abre en susurros a lo que el viento quiera traer. Nunca doblé las rodillas, no por desdén, sino por un fuego indómito que corría en mis venas. Hoy el cuerpo, sabio y paciente, me enseña que rendirse no es un ocaso, sino el sol que se posa suave sobre la línea del horizonte, una tregua con la vida, el único modo de seguir viva”.
En un país donde la educación enfrenta desafíos persistentes, Ileana se alzó como una voz crítica y lúcida. Con firmeza, señaló las falencias estructurales del sistema educativo, entre ellas los bajos niveles de comprensión lectora y ortografía, evidenciados por evaluaciones internacionales como PISA. Su postura no fue solo una advertencia, sino un llamado urgente a reconstruir los cimientos de la educación con honestidad, compromiso y una visión verdaderamente transformadora.
Su legado no se mide solo en libros publicados o cargos desempeñados, sino en las conciencias despertadas, en las preguntas sembradas, en las lecturas provocadas. Su obra y su vida son el testimonio de que educar es un acto de amor profundo, paciente y valiente hacia nuestra tierra y sus futuras generaciones.
Si Panamá tuviera una biblioteca de almas comprometidas, Ileana Gólcher ocuparía un lugar de honor. Con su pluma firme y su mirada crítica, nos recuerda que las palabras no solo nombran el mundo, sino que también lo transforman.
Por: Mario García Hudson