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Los cambios hormonales de cada etapa vital pueden reflejarse en los patrones y en la calidad del sueño, explica la experta

Por. Dra. Esmeralda Rocío Martín

La autora es médico especialista en Neurofisiología Clínica. Experta en Medicina del Sueño. Unidad de sueño multidisciplinar de alta complejidad del Hospital Universitario de la Princesa. Madrid.

El sueño es fundamental para la salud física, emocional y cognitiva. Su funcionamiento depende de una compleja interacción entre factores neurológicos, ambientales y endocrinos.

En las mujeres, las hormonas sexuales, principalmente los estrógenos y la progesterona, influyen de forma directa en el sueño al actuar sobre áreas del sistema nervioso central que regulan el ciclo sueño-vigilia, la temperatura corporal y el estado de ánimo.

Por ello, los cambios hormonales de cada etapa vital pueden reflejarse en los patrones y en la calidad del sueño, aunque no todas las mujeres lo perciben con la misma intensidad.

¿Cómo afecta el ciclo menstrual a la calidad del sueño?

Durante el ciclo menstrual, las hormonas influyen en el sueño de manera diferente según la fase. En la primera mitad del ciclo (fase folicular), cuando predominan los estrógenos, suele describirse un sueño más estable.

En la segunda mitad (fase lútea), el aumento de progesterona favorece la somnolencia diurna y eleva ligeramente la temperatura corporal.

En algunas mujeres, esto se traduce en un sueño nocturno más superficial y con mayor número de despertares.

En los días previos a la menstruación, el descenso de estrógenos y progesterona se asocia con mayor dificultad para conciliar el sueño y más despertares nocturnos, en ocasiones acompañados de irritabilidad o cambios del estado de ánimo.

Si la menstruación es muy abundante, puede favorecer un déficit de hierro que, a su vez, contribuye a la aparición o al empeoramiento del síndrome de piernas inquietas, con impacto significativo en la continuidad del sueño.

Impacto del embarazo y el posparto en el sueño de la mujer

Durante el embarazo se combina cambios hormonales, físicos y emocionales que influyen en el sueño:

Primer trimestre: el aumento de progesterona favorece la somnolencia diurna. Sin embargo, las náuseas, el reflujo y la necesidad de orinar con frecuencia pueden hacer que el sueño nocturno sea más fragmentado y menos reparador.

• Segundo trimestre: el sueño suele mejorar, aunque los despertares y algunas molestias pueden seguir presentes.

Tercer trimestre: es la fase de mayor interrupción del sueño por el volumen uterino, el dolor lumbar, la incomodidad postural y los movimientos fetales.

En este periodo aumenta el riesgo de insomnio, de síndrome de piernas inquietas y de apnea obstructiva del sueño, especialmente si existe sobrepeso u obesidad.

En el posparto se combinan el descenso brusco de estrógenos y progesterona con el aumento de prolactina y un sueño muy fragmentado por los despertares del bebé. Todo ello favorece el insomnio, la somnolencia diurna y puede aumentar el riesgo de ansiedad y depresión posparto.

Consecuencias de los cambios hormonales en el sueño durante la perimenopausia y la menopausia

Portrait of working woman at home, student has headache, touches head and has painful migraine, sits in kitchen in glasses.

La perimenopausia es el periodo de transición hasta la desaparición definitiva de la menstruación y una etapa especialmente sensible para el sueño.

Las fluctuaciones de estrógenos y progesterona pueden alterar la estabilidad del descanso y la regulación de la temperatura corporal. En estos años aumenta la probabilidad de insomnio y puede intensificarse un síndrome de piernas inquietas ya existente, especialmente si hay déficit de hierro. Además, los sofocos y sudores nocturnos provocan pequeños despertares que fragmentan el descanso, aunque la mujer no siempre los recuerde.

En la menopausia, la caída mantenida de las hormonas sexuales se ha relacionado con un sueño más inestable y fragmentado y, en muchas mujeres, con insomnio crónico.

También se ha observado un mayor riesgo de apnea obstructiva del sueño, favorecida por los cambios hormonales y por la nueva distribución de la grasa corporal.

En las mujeres, la apnea puede manifestarse principalmente como cansancio persistente, cefalea matutina o irritabilidad, incluso en ausencia de ronquidos intensos o de pausas respiratorias claramente observadas por la pareja.

Repercusión de los trastornos del sueño en la salud

Los trastornos del sueño en la mujer se asocian con cambios en el estado de ánimo, dificultades de atención y memoria, mayor riesgo de hipertensión, enfermedades cardiovasculares y alteraciones metabólicas.

Comprender la relación entre hormonas y sueño ayuda a diferenciar qué cambios pueden considerarse esperables en cada etapa vital y cuáles deben interpretarse como una señal de alarma.

Sin embargo, no todo debe atribuirse a las hormonas.

El estrés, el entorno, los hábitos de vida y determinadas condiciones médicas también modifican de forma relevante la calidad del sueño.

Cuando el sueño de mala calidad se mantiene en el tiempo o empieza a interferir en la vida diaria, es recomendable solicitar valoración médica para identificar posibles trastornos del sueño y establecer el abordaje más adecuado.

(*) Este tema formó parte de la agenda de discusión del VIII Congreso de la Sociedad Española de Medicina Dental del Sueño (SEMDeS), que se desarrolló el 22 de noviembre de 2025 en San Lorenzo de El Escorial (Madrid), con énfasis en “Los trastornos del sueño de la mujer: la importancia de un diagnóstico precoz”.