fbpx
De izquierda a derecha: Mariela Mirones, Yessica Sáez y Alicia Luaces Castillo

Por: Urania Cecilia Molina

Urania Cecilia Molina, periodista panameña con más de 20 años de experiencia. Aborda temas de Salud, Educación, Discapacidad, Mujer y Superación Personal 

Recibir un diagnóstico de cualquier enfermedad no es una situación agradable, pero cuando se trata de cáncer son muchas las preguntas sin respuestas que se vuelcan en la mente. Muchas personas se deprimen ante la situación; otras las ven como una oportunidad de seguir adelante y realizar cambios “positivos” en su vida. Los relatos que comenzarán a leer tratan precisamente de esto: Tres mujeres, de las que como flores silvestres abundan en Panamá, quienes con “ánimo, fe y atención médica oportuna” lograron sobrevivir al «temido” cáncer de mamá.

Alicia Luaces Castillo, Yessica Sáez y Mariela Mirones, cada una en diferentes años, formaron parte de las estadísticas de morbilidad (atención médica) por cáncer de mama en el Instituto Oncológico Nacional.

En los primeros ocho meses de este año, 570 de las 2,814 personas que se acercaron a las instalaciones del ION lo hicieron para recibir atención médica por padecer cáncer de mama. Mientras, el pasado 2020, de las 3,611 atenciones que se realizaron 770 son de cáncer de mama, de las cuales 765 son mujeres y cinco son hombres.

Subasta de vida
El Despacho de la Primera Dama de la República de Panamá, Yazmín Colón de Cortizo y la Asociación Pro-Obras de Beneficencia, realizaron el lanzamiento de la exhibición de Subasta por la Vida 2022, informó el Ministerio de Salud (Minsa).
Esta es una iniciativa que surgió hace tres años, con el propósito de apoyar el talento de artistas nacionales e internacionales y recaudar fondos para el Instituto Oncológico Nacional (ION). Este año 2022, la meta es habilitar dos camas adicionales para la Unidad de Cuidados Intensivos del ION. A la fecha cuenta con seis camas que atienden a un promedio de 450 pacientes por año. Con esta donación, se atenderán más de 100 pacientes adicionales.
La exhibición física se desarrollará en la Casa Club del Parque Omar hasta el domingo 9 de octubre, con más de 100 artistas nacionales e internacionales, quienes aportaron sus obras y donarán el 50% de lo recaudado al Instituto.
Al catálogo virtual se puede acceder desde la siguiente dirección: https://www.32auctions.com/SUBASTAPORLAVIDA2022
.

Una oportunidad para ayudar a otros con igual padecimiento

Alicia Luaces Castillo, presidenta de la Asociación Nacional de Pacientes de Quimioterapia (Asonapaq), es una mujer dinámica, divertida y firme en su pensar y actuar. Tiene 78 años de edad y nació en Aguadulce, provincia de Coclé. Se educó, se casó, tuvo tres hijos, se divorció, trabajó y trabajó.

Al igual que ocurre con muchas mujeres que anteponen sus trabajos y otras ocupaciones a las revisiones periódicas que ayudan a la detección temprana de cáncer, Alicia llegó a los 48 años de edad sin hacerse una mamografía. 

A esa misma edad se descubrió una “bola” en el seno izquierdo, pero como su ginecólogo se había jubilado decidió pasar la página y no darle la importancia. 

El 13 de octubre de 1992 llamó a la doctora Susana Jones, quien en ese momento fungía como directora de Prestaciones Económicas de la Caja de Seguro Social (CSS) para saludarla. En la conversación le mencionó que viajaría a Chiriquí a pedirle a un “amigo ginecólogo” que le examinara la «bola» que tenía en uno de sus senos.

La doctora, al escucharla, le pidió su número de Seguro Social y le tramitó una cita para hacerse una mamografía en el Complejo Hospitalario que a la postre le reveló su primer cáncer. Tras este examen se acercó a la Policlínica Presidente Remón de Calle 17 para hacerse los análisis que necesitaba para la cirugía y posteriormente le practicaron una mastectomía radical de la mama izquierda.

La cirugía se la practicaron en el mes de octubre, y luego de sanar, los médicos la refirieron al Instituto Oncológico Nacional donde recibió como tratamientos varias sesiones de quimioterapia, radioterapia y cinco años de inmunoterapia. “En ese momento la esperanza de vida era de cinco años de remisión”, relata Alicia.

Dos años después, Alicia vivió una experiencia que la llevó a cuestionarse su presencia en esta tierra. La respuesta no tardó en llegar: Ayudar a otras personas en sus mismas condiciones y apoyar las gestiones para que el Gobierno de turno (Pérez Balladares ) les donara el hospital que revirtió a Panamá con la ejecución de los Tratados Torrijos -Carter sería su nuevo propósito de vida. 

No obstante, la información que la impactó más que su diagnóstico de cáncer fue la muerte en Estados Unidos, víctima de un cáncer de colon, el 20 de agosto de 1994, de su hermana de 48 años de edad quien dejó en la orfandad a dos adolescentes (15 y 17 años de edad), mientras ella, a pesar de su enfermedad, tenía  sus tres hijos graduados de la universidad. 

Al día siguiente, 21 agosto, recibió el mensaje que le dio un giro a su vida. El entonces director del ION, Fernando Cebamanos, quería reunirse con ella para proponerle que se encargara ad honorem de la Asociación Nacional  de Pacientes de Quimioterapia. Dos días después de reunirse con el médico comenzó una labor que todavía mantiene. 

Son varias las causas que la motivan a partir de este cargo: “Servir a los pacientes con cáncer, en especial los que se atienden en el ION. El ocupar mi tiempo de jubilada en ayudar a los colegas con cáncer que no tienen voz para seguir adelante, basado en los lineamientos de Asonapaq, la cual se  fundó para que los pacientes que nos atendemos en el ION tengamos calidad de atención igual que en los hospitales privados».

De igual modo  apoyan a la dirección general del nosocomio y todos sus departamentos en la continuidad y calidad de los medicamentos y tratamientos, participando en seguimiento con el Ministerio de Salud, Contraloría, la Caja de Seguro Social, Federación de Enfermedades Críticas, Crónicas y Degenerativas en la atención al paciente dentro del ION, con acompañamiento y docencia, dando un abrazo, o a través de donaciones recibidas entregar, a través de trabajo social, pases alimenticios, apoyo en transporte, pañales desechables, entre otros insumos.

De igual modo, por vía telefónica, redes sociales, presencia física cuando se pueda (ahora interrumpida por la pandemia COVID- 19) apoya a pacientes en sus diferentes necesidades.

Como parte de esta lucha, a favor de los pacientes, en 1999 participaron de manera activa en la lucha para lograr que les donaran las estructuras del antiguo Hospital Gorgas.

Lo lograron con recolección de firmas y solicitud al presidente Ernesto Pérez Balladares, quien lo entregó, «a pesar de que existían ofertas económicas importantes para comprarlo», cuenta.

Además lograron que la Caja de Seguro Social firmara un convenio para que los medicamentos que utilizan los pacientes oncológicos los compre directamente el ION. Esta medida evita al paciente sufrir las consecuencias del desabastecimiento de medicinas que atraviesan otras instalaciones de salud.

Ya con 23 años en la antigua sede del Hospital Gorgas, y la detección cada día más temprana de esta enfermedad, Alicia vio al hospital quedarse chico ante la demanda de pacientes, por lo cual aboga por la instalación de una nueva y moderna instalación, así como la apertura de salas de salas de Oncología en el interior del país, formación de más oncólogos clínicos y sobre todo que trabajen en el interior del país.

Aprender a vivir con el cáncer

En 2004, como parte de los controles de sobreviviente, a Alicia le detectaron un tumor en los pulmones, pero no era cancerígeno, aunque ella lo pensó, ya que por 30 años fumó.

Diez años después, en 2014, no correría con la misma suerte. En esa ocasión le diagnosticaron un cáncer en el colon. La operaron, volvió a recibir quimioterapia y lo superó.

El próximo 26 de octubre, Alicia cumplirá 30 años de estar mastectomizada. Arropó el cáncer como parte de su vida”.

La experiencia de vivir con esta enfermedad la hizo ser menos soberbia, mantener los pies sobre la tierra y darle el “justo valor” a todas las cosas. “Mis tres hijos por delante. Luego del divorcio, cuando la vida me sonreía me atacó la enfermedad. No iba a quebrarme».

Esta mujer, quien conoció al “enemigo” y lo enfrentó con éxito en dos ocasiones, exhortó a la población en general a evaluar su cuerpo y acudir a su médico ante cualquier alteración física o dolor porque esta acción puede hacer la diferencia entre la vida y la muerte, pero también, en caso positivo, enfrentar la enfermedad con “positivismo, fe, fortaleza y confianza personal”, lo cual, junto al apoyo de los médicos, pueden llevar a convertir la dolencia en una “experiencia más”.

Las ganas de vivir de Yessica Sáez

El director de Docencia e Investigación del ION, Jorge Lasso De La Vega, en una entrevista reciente, explicó que la mayor incidencia de cáncer de mama se registra alrededor de los 60 años de edad, de allí la importancia de lograr que los sistemas de salud se vuelquen en los pacientes mayores de los 50 de edad, con mayor cobertura de exámenes preventivos, y luego ampliar el rango a mujeres más jóvenes, es decir de los 35 años en adelante.

La prueba para detectar la enfermedad se realiza a través de rayos x (mamografías), la cual debe estar disponible todo el año en las diferentes instancias médicas de la Caja de Seguro Social y el Ministerio de Salud. Una recomendación muy popular es someterse a la rutina de prevención en el mes del cumpleaños.

No obstante, aunque el comportamiento más común de la enfermedad es su aparición alrededor de los 60 años de edad, puede aparecer de manera inesperada en edades impensables para las mujeres. Es el caso de la ingeniera y científica, Yessica Sáez.

Relata que le detectaron cáncer en el seno izquierdo el pasado 2015. Para ese año estudiaba un doctorado en el extranjero. Había terminado la carrera y solo esperaba el acto de graduación. Llevaba un año casada y tenía muchos planes para su vida familiar y profesional.

Tras el diagnóstico muchas de sus aspiraciones quedaron en pausa. La enfermedad le cambió su vida y la de sus familiares, pero le dio la oportunidad de escribir el libro Una mordida a la vez y la dotó de algo que antes reconoce que no tenía “mucha paciencia, al momento de enfrentar un problema”. “Mucho ánimo” es lo que utilizó para enfrentarse al mal.

En su libro, que se encuentra en venta en la librería de la Universidad Tecnológica de Panamá, Jessica relata el proceso de diagnóstico, tratamiento y su supervivencia durante esta experiencia. La actitud ante la enfermedad la llevó a utilizar muy pocas veces el servicio de Psicología que le asignaron al momento de comunicarle que padecía la enfermedad.

“Yo estaba muy optimista; con muchas ganas de vivir. La enfermedad la vi como una señal de que debía hacer un ajuste a mi vida, Ahora vivo con más intensidad. Con muchas ganas. Pongo mucha pasión a todo lo que hago y trato de no ser tan extremista y dramática como solía ser”, asegura.

Y es que la también docente relata que era muy ansiosa y se preocupaba mucho por las cosas que faltaban por hacer en el futuro, pero a raíz de la enfermedad comenzó a mirar más el presente, es decir lo que está viviendo, sin pensar en lo que traerá el mañana.

Se describe como una “una persona que ha cambiado”. Antes las dificultades la hacían llorar y quejarse, pero ahora toma acción y busca la manera de resolverlas y corregir la situación que enfrenta.

Ingeniera y científica de profesión creyó firmemente en la ciencia para tratar su enfermedad, pero como creyente de la fe católica también buscó ayuda espiritual. “Yo soy una mujer de fe, creyente, cristiana y católica. De hecho, lo primero que hice fue buscar un guía espiritual para conversar con él para que me explicara muchas cosas que quería saber”, relata Jessica.

Como científica practicó todos los exámenes porque cree en la ciencia. “Yo creo en la ciencia. Soy ingeniera y científica a la vez porque hago proyectos de investigación y confío mucho en los médicos, en la medicina, en el tratamiento. Confío muchísimo más en eso que en cualquier remedio casero que pueda surgir por allí”, indica.

Apoyo familiar, fundamental para lidiar con la enfermedad

Yessica reiteró que su preparación académica la llevó a concluir que para enfrentar la enfermedad debía atenderse con oncólogo, radio oncólogo y cirujanos para ver qué podían hacer. Mientras, todo esto ocurría: su esposo, su familia, la familia de su esposo y sus amistades la rodeaban con brazos de amor que le hacían estar segura.

Uno de los episodios que recuerda con mucho cariño Jessica, es la solidaridad que recibió de la Universidad Tecnológica de Panamá, institución educativa para la cual trabaja. En esta universidad no solo le dieron la oportunidad de trabajar, sino que le brindaron todas las facilidades para hacerse el tratamiento: 16 quimioterapias, 25 radiaciones y 18 inyecciones para controlar una hormona que salió positiva. El proceso para controlar esta enfermedad también requirió dos cirugías, una para retirar el tumor y otra para reconstruir la mama.

Siete años después, “No están solos”

A siete años de enfrentar el cáncer, Yessica, mandó un mensaje a las mujeres y hombres que están pasando por una situación similar porque quiere que estén conscientes de que no están solos. El cáncer de mama afecta más a las mujeres, pero no es exclusiva de las féminas, los hombres también la padecen.

“Yo tenía 29 años edad, lo que puede ser considerado relativamente joven, pero [durante mi tratamiento] conocí personas mucho más jóvenes y aunque no puedo decir que estoy libre de la enfermedad. De hecho, cuando uno tiene cáncer es difícil que alguien diga que está libre porque pueden pasar 20 o 30 años y usted no lo esta”, indicó la docente universitaria.

Yessica indica que los médicos se cuidan de usar el  término “libre” o curado de la enfermedad  porque por ser el crecimiento incontrolado de células no se puede predecir, pero el control permite saber cómo está su organismo para ante cualquier evento hacerle frente. Sus siete años como sobreviviente de esta enfermedad lo confirman.

Escuchar al cuerpo ayuda a la detección temprana

Unas de las recomendaciones que realizó la presidenta de la Asociación de Pacientes de Quimioterapia del Instituto Oncológico Nacional, Alicia Luaces Castillo, es escuchar las señales que le manda el cuerpo cuando algo inesperado amenaza con apagarlo.

Pide estar atenta a bultos, cambios de pigmentación en la piel, descenso de peso de manera abrupta, anemias, infecciones que no provocan fiebre, secreciones de sangre u de cualquier otro flujo, entre otras muchas que advierten que algo anda mal en el organismo.

Y es que escuchar puede hacer la diferencia en la detección temprana y tratamiento de la enfermedad como bien lo explica Mariela Mirones, docente universitaria, cuya insistencia la llevó a descubrir un cáncer de mamá.

En 2002, tras 32 años de casados, Mariela perdió a su esposo a causa de un cáncer, si bien en repetidas ocasiones le pidieron que se retirara “algo muy pequeñito” que tenía en la espalda.

La experiencia de Mirones, como educadora en Salud Pública, le indicaba que todo lo que aparece en el cuerpo y tiende a modificarse es mejor retirarlo. Su esposo no lo hizo porque se confió de una biopsia que a los 49 años de edad le practicaron y salió negativa. Su familia insistía en que se lo retirara.

Diez meses después de que falleció su esposo, Mariela sintió  “algo raro” en su mama derecha, lo cual describe como “una tirantez, algo diferente”. Con este síntoma se acercó al médico que la examinó y le preguntó cuál era la última fecha de su mamografía.

Cuenta Mariela que nueve meses antes se había hecho todos los exámenes recomendados para detectar temprano los cánceres más comunes en las mujeres como la mamografía, ultrasonido y papanicolau, con resultados negativos. Ante este hallazgo, la recomendación médica era no preocuparse y vigilar si había algún cambio. 

Sin embargo, Mariela no se quedó tranquila y comenzó un «periplo» médico, el cual incluyó algunos del Instituto Oncológico Nacional y la Asociación Nacional contra el Cáncer, para finalmente lograr un diagnostico de la enfermedad en el seno derecho.

“Yo me decía vamos aquí y allá porque esto es prevención. El médico me dijo: Regresa en dos años, pero yo no me conformé porque sentía que mi cuerpo me hablaba y había algo que no dejaba que lo sintiera igual que antes. Había una situación o condición que debía ser investigada”, indica Mariela. 

Pasaron tres meses antes de descubrir un cáncer en el seno derecho. Toda su experiencia la plasmó en el libro Vencí el cáncer en el cual, entre otros aspectos, destaca el trabajo del doctor Luis Luzcando, una pieza clave en su tratamiento y superación.

Su insistencia tuvo frutos positivos porque la enfermedad la detectaron temprano y la habilitó para recibir tratamiento oral por cinco años y no tener la necesidad de recibir quimioterapia a través de las venas. 

Cuenta Mariela que durante toda la enfermedad mantuvo una actitud positiva, apoyada por su fe y su creencia en la virgen María, así como la confianza en los médicos.

Al igual que Alicia y Yessica, Mariela contó con el apoyo de sus familiares, pero esta consciente de lo duro que la enfermedad puede ser para una persona que esta sola.

«Me preparé porque sabía que tenía una enfermedad que si me descuidaba podría ser mortal. Puse todo mi empeño para que mi vida estuviera protegida por mi misma, mis hijos y mis nietos que venían en camino», sostiene Mariela. 

En el mes de octubre las autoridades sanitarias llaman la atención, a través de la cinta rosada, a la detección temprana de esta enfermedad, pero como recuerdan Alicia, Yessica y Mariela la prevención es todos los días, con las revisiones periódicas y los exámenes anuales. Ellas tres son un ejemplo, y una esperanza, de cómo el cáncer no siempre tiene la última palabra.

Por: Urania Cecilia Molina