El escritor panameño fue invitado por la poeta gallega Yolanda Castaño a conversar de libros y lecturas, en el contexto del programa Poldra. Este encuentro es la posibilidad de hablar hoy de su pasión: la literatura y Panamá
Por: Violeta Villar Liste
Poldra es una palabra que tiene magia. Es una palabra gallega que remite a la energía y la fuerza femenina que representa una yegua joven; es también el punto de apoyo para atravesar un río.
El programa Poldra promovido por el área de Cultura de la Diputación de A Coruña (Galicia, España), y con el impulso de la poeta gallega Yolanda Castaño, se inspira en la significación de esta palabra para proponerlo como un programa sólido e integrador, que “de orilla a orilla, conecta a los y las autoras literarias con las comunidades lectoras de ayuntamientos de toda la provincia de A Coruña”.
Pedro Crenes Castro es deudor de orillas, de océanos y puentes: panameño, con larga residencia en Galicia (España), su vida está transitada por lecturas múltiples y una trayectoria literaria que fue punto común para invitarlo a participar en este programa.
De Panamá a Cabanas: la vida contada desde los libros, con Pedro Crenes Castro, se convirtió en “un encuentro que buscó reunir otras voces, otros territorios, otras maneras de entender la literatura”.
El autor, también coordinador del espacio Viernes Cultural de La Web de la Salud, habla de su experiencia durante este diálogo. Del amor confortable que regalan los libros y su poder para proyectar la otra imagen de Panamá.
Una vida y sus imaginarios

¿Cómo surgió esta posibilidad de esta vida contada desde tus libros?
-Cuando la poeta gallega Yolanda Castaño (Premio Nacional de Poesía 2023, entre otros) me llamó para invitarme a participar en el programa Poldra, le dije que sí de inmediato. La idea es llevar, «expandir», la literatura nacional e internacional llevando a los autores a entrar en contacto con distintos grupos de lectores en la provincia de A Coruña, Galicia, así que pensé que lo mejor era contar un poco sobre mi vida como lector y escritor desde una línea de tiempo que marcan los libros que más me han influido durante estos años, y que mejor que tomar prestado el título de Rubén Blades, De Panamá a Nueva York y llevarlo a mi terreno: De Panamá a Cabanas, el pueblo donde debía encontrarme con los lectores.
Así que me fui para allá con unos cuantos de los libros que más quiero y mantuvimos una interesante conversación sobre el impacto de la literatura en la vida de las personas.
¿Cuánto de Panamá y cuánto de Galicia, España, hay en tu vida?
-A día de hoy, es una mezcla sabrosa, que me lleva a vivir en una suerte de bilingüismo cultural y literario que disfruto mucho. En el caso concreto de la literatura gallega, tengo en mi imaginario de lector a Rosalía de Castro, a Gonzalo Torrente Ballester (que dio clases en los setenta en el Instituto donde han estudiado mi mujer y mis hijas), Camilo José Cela (que tiene una relación muy intensa e interesante con Venezuela, y que la cuenta muy bien Gustavo Guerrero en Historia de un encargo: “La catira” de Camilo José Cela), nuestro querido Valle-Inclán y la gran doña Emilia Pardo Bazán.
Más cerca, Manuel Rivas, Domingo Villar y la propia Yolanda Castaño. Van creciendo las complicidades gallegas. Del resto de España, el que me hizo ver la poesía, Rafael Alberti, Enrique Vila-Matas, mi querida Carmen Martín Gaite, Rosa Montero, Soledad Puértolas, Ana María Matute, Francisco Umbral, Emilio Lledó y mi maestro, José Antonio Marina, entre muchos otros. Y muchos contemporáneos, claro. Eso en cuanto a nombres.
Hay paisajes que se mezclan en la memoria, las palabras que acá son una cosa y allá otra, los sabores, los olores, la temperatura del sol, la forma en cómo calienta la piel, los colores, el otoño que leí en Panamá en la poesía de Alberti y que luego experimenté en el Madrid de los noventa. Galicia siempre verde, Castilla seca, rubia de verano como escribe Machado; La Mancha de Cervantes, la Granada de Lorca, el flamenco y su tristeza «jonda» y festiva. Hay de todo de todos en mí, en mi manera de ver el mundo.
Reimagino Panamá leyendo a mis compatriotas

-Panamá tiene tres meses muy especiales de vivir el ser panameño: en noviembre, con fechas patrias. En diciembre, se vive el duelo por la invasión y la alegría por la recuperación del Canal (también es Navidad) y enero, que marca una inflexión en la historia del país. ¿Cómo vive un panameño la certeza de tantas fechas juntas, evocadoras y cómo están representadas en tu literatura?
-Es interesante que todas las grandes fechas para recordar se concentren en fin de año y antes de arrancar el verano: desde el 3 de noviembre y hasta el 9 de enero, Panamá pasa, como en una montaña rusa, por una serie de celebraciones y conmemoraciones familiares y nacionales que desafían nuestra capacidad emocional. Del ardor patriótico de las fechas de noviembre a la celebración de la madre, y de allí a la memoria de la Invasión y luego la Navidad y el fin de año, hasta recordar cómo los panameños salieron, representados en sus estudiantes, a dar la cara por sus derechos ante los Estados Unidos. Son muchas emociones y después, el verano.
Esa locura emocional, explica, la recojo en algunos de mis cuentos. Al final no tenemos literatura ni arte sin emoción, y es esa búsqueda de respuestas o de motivos lo que jalonan de alguna forma mi escritura. La certeza de la que hablas pasa por el tamiz de la ficción para poder implicar al lector, que no entenderá motivos filosóficos o patrióticos, pero sí podrá ponerse en los zapatos de los protagonistas de mis obras para vivir las emociones de ellos, de tal manera que pueda comprender la dimensión de nuestra circunstancia. La mejor diplomacia que podemos hacer es exportar nuestra literatura.
En este viaje por tu historia contada en los libros, ¿cómo reimaginas a Panamá?
–Reimagino Panamá leyendo a mis compatriotas, discutiendo con su literatura, soñando por medio de sus personajes. Contaba en mi encuentro en Cabanas que sin libros sería muy difícil entender el mundo, y es igual con Panamá: sin sus poetas, novelistas, cuentistas no sería posible imaginar nuestra tierra y mucho menos reimaginarla para poder resolverla en el corazón, la memoria y en su actualidad tan desafiante.
Cuando pienso en Panamá procuro no dejarme arrastrar por la nostalgia, que nunca es buena consejera, y percude la memoria. Si tengo que pensarla para poder escribir una historia, procuro hacerlo desde una objetividad lo mejor informada posible para luego dibujar destellos de nostalgia que no empañen la perspectiva, para que solo sean asideros de la emoción en las que los lectores puedan estar para comprender a los personajes.
-Y en 2026, ¿cuáles son los libros que vendrán; los Viernes Culturales que nos regalarás?
Estoy, como se dice, cocinando para el 2026, y espero que podamos volver a tener algunos cuentos, entrevistas y reseñas de novedades y clásicos en nuestro Viernes Cultural. Seguimos teniendo mucho que comentar de nuestra cultura, pero no olvidaremos otras artes y a otros escritores de América, que merecen atención en nuestro espacio de los viernes. Así que, no se lo pierdan.
Revivan el encuentro de Pedro Crenes Castro en el programa Poldra:

