Quería ser músico, sin embargo, la vida lo encontró con otros caminos. En el Instituto Cervantes de Madrid acaba de presentar su nuevo libro, La difícil belleza de las esquinas (editorial Pre-textos), en diálogo gozoso con los escritores venezolanos Karina Sáinz Borgo y Juan Carlos Méndez Guédez. Contamos esta historia
Por: Violeta Villar Liste
Hay ciudades que son avenidas, carreras, calles o esquinas.
En estas avenidas, carreras, calles o esquinas transcurre la vida.
Hay historias que se aferran a las esquinas con el vértigo que significa pasar a la otra esquina, porque a diferencia de una avenida, de una carrera o calle que lleva implícita la sensación de trayecto recorrido, la esquina acoge, recibe y dialoga en su propio tiempo, y así, hasta la esquina o el cruce siguiente.
Cada esquina tiene su propia personalidad. Lo sabe quien ama transitar las ciudades.
El poeta, ensayista, cronista y guionista de cine y televisión, Leonardo Padrón, lo explica de otra forma. Se define como “un animal urbano” a quien le gusta saberse peatón.
De esta pasión nació su necesidad de leer a quienes escribieran del fenómeno urbano.
Se dijo entonces: “La ciudad tiene su propia belleza. La tratamos con aridez, como caos, desorden… y comencé a detener la mirada, porque todo poeta se queda en algún ángulo donde la gente pasa”.
Este repensar la ciudad desde una mirada poética da origen al título de su nuevo libro: La difícil belleza de las esquinas (editorial Pre-textos), una poesía de tono urbano, escrita en voz alta.

El autor venezolano, cuyas esquinas son muy caraqueñas, y muy globales, ha presentado este texto el 2 de diciembre de 2025, en la sede central del Instituto Cervantes de Madrid.
El acto cultural se celebró como parte del programa: “Biblioteca al día”, un espacio que convoca a la escritura y sus duendes para contar y contarse con el público.
Los escritores venezolanos, Karina Sáinz Borgo y Juan Carlos Méndez Guédez, condujeron las preguntas propias y las del público. El resultado fue un diálogo que se encontró con la historia de la literatura venezolana y universal, con la memoria de los otros, y del uno, ante una audiencia muy venezolana y muy española, mientras las luces de la capital española recordaban que ya es Navidad.
La magia de las palabras que se encuentra
Juan Carlos Méndez Guédez abrió el conversatorio con el recordatorio del paso de otros escritores venezolanos, entre ellos Rafael Cadenas y José Balza, por el Instituto Cervantes, una institución de importancia internacional, dedicada al cuidado del idioma español.
La presencia de Leonardo Padrón significó dar continuidad, en este caso con la contribución poética, a esta tarea de poner en valor la palabra y sus maneras de significar.
Padrón, por su parte, celebró que tanto Karina Sáinz Borgo como Juan Carlos Méndez Guédez, lo acompañaran.
“Son dos novelistas presentando a un poeta, eso habla bien del maridaje de los géneros”, subrayó.
Luego, dio respuesta a la pregunta inicial, que procedió de la “esquina” de Sáinz Borgo: ¿Cómo viaja la poesía?
“La poesía suele ser una viajera clandestina: tiene unos pasillos secretos, viaja a través de los libreros, de los propios poetas, de los festivales de libros… uno va conociendo la poesía de otros poetas y países.
No viaja en primera clase como la novela; viaja colándose por donde puede. La poesía es un género de culto; como una tribu”,
Su primer estremecimiento memorable con la poesía ocurrió al descubrir al autor venezolano Juan Sánchez Peláez:
“Suenan como animales de oro las palabras…”
Repite esta metáfora de Sánchez-Peláez que lo sacude con solo invocarla. “Esa frase me pareció extraordinaria; que las palabras pudieran sonar”.
Fue tanto su deslumbramiento con el poeta, que hizo su tesis de grado sobre su escritura.
Lo visitaba con frecuencia en su casa de Altamira. “Era un poeta químicamente puro”.
En una oportunidad, al llegar a la casa de Sánchez-Peláez, lo vio caminando de un lado para otro en su jardín. Se le acercó y el poeta le pidió silencio: “Estoy buscando un adjetivo”, argumentó.
Padrón celebra esta frase gloriosa.
Otro viaje lo lleva a su propia voz y a la reflexión de la poesía conversacional que ha marcado su escritura hasta el presente.
Comienza cuando en Latinoamérica la poesía se llena de oralidad, con espacio para el humor, la ironía y la calle… “una poesía que se despoja de solemnidad, se ocupaba de los temas sociales y quería tomar por asalto la calle”.
Considera que el descubrimiento de esta poesía por los escritores venezolanos de la época, se le debe al escritor, docente y crítico literario uruguayo Hugo Achugar, quien daba clases, tanto en la Universidad Central de Venezuela (UCV) como en la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB).
El profesor Achugar, en su clase de poesía contemporánea, les abrió los ojos a la nueva manera de escribir el género.
“Me di cuenta que la poesía se podía reír, ser irreverente, descarada y no sonar tan solemne. Fue una ráfaga de aire fresco que llegó al país”, dice Padrón.
De una a otra esquina, reconoce que ha explorado los distintos géneros y eso le ha permitido cohabitar sin resistencias mundos y paradojas que solo se entienden en buen venezolano: desde salir publicado un texto suyo en el Papel Literario del diario El Nacional (“el rincón más sagrado del periodismo”, observa) y el mismo día estar en la revista de farándula o cotilleo, Chepa Candela.
Esa dualidad, observa, la comprendieron escritores como Salvador Garmendia o José Ignacio Cabrujas quien se propuso, dignificar el lenguaje de la televisión.
“Si tanto se le sataniza, vamos a adecentarlo; que el castellano suene así de hermoso en las historias que se cuenten”, era el principio que sostenía Cabrujas en su escritura y comparte Padrón.
Reconoce que un libro de poesía puede venderse entre mil lectores pero una telenovela la ven millones de personas.
Lo dice, no se olvide, el autor de la serie Pálpito: una producción en español, que solo en su primera semana, tuvo 68 millones de horas vistas en Netflix.
“Me ha gustado vivir esos dos mundos porque me ha hecho tener un cable a tierra con la conexión con los demás. La escritura va de explorar la condición humana que bien puede estar en las antípodas de esas dos escrituras”.
En un principio también quería ser músico: “No tengo talento, pero descubrí otra forma de hacer música; la poesía”.
La ciudad, el espacio y la palabra
Méndez Guédez habla de la ciudad como eje fundamental de la obra de Padrón.
Interroga.
Leonardo Padrón responde. “Soy muy caraqueño”, expresa, y esta frase ya resume una vida. Sus primeros asombros están vinculados con la ciudad, y sus esquinas, con las cuales se encuentra en este libro.
Otras ciudades, como Nueva York, también son causa de estos estremecimientos. Cuando la conoció, la volvió a visitar desde la poesía de Federico García Lorca y su libro Poeta en Nueva York, «quien apeló a la escritura surrealista y a una avalancha de metáforas febriles» para significarla con sus contradicciones.
“La ciudad ha sido uno de los grandes temas de la poesía. Hay una cantera de belleza por codificar”.
Sáinz Borgo provoca nuevas reflexiones en el poeta.
“Era una persona muy concentrada en mi mundo literario, en un país que tenía algo maravilloso: la normalidad», dice con nostalgia Padrón. Y enumera en tono poético; conversacional:
Había luz, agua… abrías la nevera y había comida.
Veía la diatriba política como un telón de fondo.
Cada cinco años se podía castigar al gobierno si lo hacía mal y, de repente, viene este huracán que nos destroza y nos rompe que es el chavismo.
Y, claro, a todos se nos metió la política en la nevera, en la mesa de noche, en la almohada… el país se nos convirtió en insomnio, incertidumbre y herida.
De la página literaria del diario El Nacional me mudé al cuerpo A para escribir crónicas sobre la herida que estaba ocurriendo.
Siempre me ha encantado la crónica; es una mezcla de géneros.
Me parecía que lo que estaba ocurriendo tenía que contarlo como ciudadano.
Me vi impelido como ciudadano a la escritura como herramienta de lucha”.
También en los poemas de su último libro, “está la astilla del país roto”.
A ese país, y a Caracas, espera volver: a la biblioteca, al escritorio, al café en la cocina y al Ávila que lo sigue habitando.
La nostalgia recorre la audiencia del Cervantes. La memoria escurre los recuerdos de cada venezolano presente, quien es Caracas, Barquisimeto, Mérida, Cumaná, Barcelona…
Al salir del Cervantes, Madrid es luz, música y una lluvia que acaba de acontecer. Como si la ciudad, en su solidaridad, también llorara por esas esquinas que dejaron de estar y a las cuales siempre se aspira a volver.
Por: Violeta Villar Liste | [email protected]


