Sin investigación que valide tecnologías, estudie nuestros sistemas, genere datos propios y cree soluciones adaptadas a la realidad panameña, el país dependerá siempre de modelos externos
Por: Dr. Carlos Boya-Lara

El autor es ingeniero y Doctor en Ingeniería Eléctrica, Electrónica e Inteligencia Artificial. Es docente en el ITSE e investigador del Centro de Investigación e Innovación Educativa, Ciencia y Tecnología (CIIECYT-AIP). Tiene amplia experiencia en diseño electrónico y aplicaciones en Ingeniería.
Panamá está entrando en una de las transformaciones económicas más profundas de su historia reciente. Durante los próximos diez años, el país ejecutará proyectos que superan los quince mil millones de dólares en infraestructura logística, energética y de transporte. Son inversiones de una magnitud que no se repetirá fácilmente.
Nuevos puertos y terminales de carga, el gasoducto y las instalaciones del corredor energético del Canal, el embalse de Río Indio para asegurar el suministro de agua, nuevos centros logísticos y de distribución, la modernización de Tocumen, la construcción del tren Panamá–Frontera, las nuevas líneas de metro en la capital, el túnel bajo el Canal para el Metro, y el nuevo puente sobre el Canal que conectará la carretera Panamericana con el resto del país.
Proyectos que podrían elevar la participación de la logística desde el 35% del PIB actual hasta más de la mitad de toda la economía nacional. Una economía que hoy ronda los 90 mil millones de dólares podría elevarse perfectamente a los 140 mil millones o más en una década si todos estos proyectos se ejecutan, lo que significaría que Panamá crecería entre un cuarenta y un cincuenta por ciento en términos reales.
Este tipo de desarrollo no impacta únicamente a grandes empresas o instituciones. Lo que realmente importa es cómo se traduce en la vida de los panameños. Más inversión significa más empleos, nuevos emprendimientos PYMES, mejores salarios, mayor recaudación fiscal y mayor capacidad del Estado para invertir en escuelas, salud, investigación y movilidad social.
El crecimiento del PIB no es una cifra para economistas; es un reflejo de la cantidad de oportunidades reales que un país puede ofrecer a sus ciudadanos. Y Panamá está frente a una oportunidad extraordinaria.
Sin embargo, también está frente a un riesgo monumental: no contamos hoy con suficiente talento humano especializado necesario para sostener esa transformación. Y si no se forma, la oportunidad se diluye. La inversión seguirá adelante, pero los mejores empleos se los llevará quien esté preparado, no necesariamente quien nació aquí. Y si no se permite traer talento externo para llenar esos vacíos, las inversiones se frenarán o se irán a otra parte. El país está obligado a enfrentar esta realidad con honestidad y con una estrategia seria, porque no habrá desarrollo si no hay personas capaces de operarlo.

Los tres pilares del desarrollo nacional
Toda economía que aspira a un desarrollo acelerado necesita tres factores fundamentales:
“Primero, instituciones sólidas. Segundo, inversión sostenida. Y tercero, talento humano de calidad.”
Primer pilar. Las instituciones sólidas implican reglas claras, procesos previsibles, marcos regulatorios que no cambian cada dos años y organismos que puedan supervisar grandes inversiones con profesionalismo. Panamá ha avanzado en este punto. No somos perfectos, pero ha habido mejoras en gobernanza, digitalización de trámites, estándares regulatorios y estabilidad macroeconómica. Para que la década logística tenga sentido, el país debe continuar fortaleciendo sus instituciones.

El segundo pilar es la inversión. Los últimos años han mostrado un interés creciente de actores globales en infraestructura portuaria, energética, aeroportuaria y de transporte multimodal en Panamá. Las inversiones anunciadas ya son históricas. La ampliación del Canal, los proyectos del corredor energético, las nuevas terminales portuarias, la modernización de Tocumen, los parques logísticos, los corredores viales y la posible construcción del tren Panamá–Frontera representan la mayor apuesta por infraestructura en décadas. La inversión está ahí, la voluntad institucional está ahí. El tercer factor, sin embargo, es el menos desarrollado y el más decisivo.

El talento humano. Y aquí es donde Panamá enfrenta su mayor desafío. Aceptemos la realidad, es nuestro talón de Aquiles. Para la escala de proyectos que se están ejecutando, el país no cuenta con la cantidad necesaria de:
-Técnicos industriales (entrenados en tecnologías emergentes),
-Expertos en automatización industrial (IoT, SCADA, PLC),
-Electricistas especializados (gestión inteligente de activos, IA con electricidad),
-Operadores portuarios avanzados,
-Ingenieros en potencia,
-Especialistas en calidad de energía,
-Expertos en mantenimiento predictivo,
-Profesionales de comercio internacional,
-Analistas de datos ni personal con inglés técnico.
-Gerentes técnicos que no repitan ordenes, sino con pensamiento crítico y capacidad de decisión.

Esta no es una opinión; es lo que señalan los estudios internacionales sobre logística. El Índice de Desempeño Logístico del Banco Mundial muestra que los países líderes en puertos y transporte tienen entre 60% y 70% de su fuerza laboral logística en perfiles técnicos y operativos avanzados, mientras que en América Latina la mayoría de los puestos sigue concentrada en roles administrativos y de baja especialización.
A esto se suma el estudio OIT–Cinterfor sobre vacantes en transporte y logística en la región, que concluye que más del 80% de los nuevos empleos de calidad en el sector exige competencias técnicas, digitales y STEM que Panamá hoy no forma a la escala necesaria.
Y los análisis de CEPAL sobre hubs logísticos en el hemisferio son claros: las operaciones modernas dependen de personal altamente entrenado en mantenimiento industrial, electricidad, electrónica de potencia, logística integrada y analítica de datos.
Esta es precisamente la brecha que Panamá arrastra. La demanda de estos perfiles será enorme en los próximos diez años, y la oferta actual es insuficiente. Esta brecha, si no se atiende, puede frenar o distorsionar todo el proceso de expansión económica.
Las fases del empleo en la próxima década
Para entender la magnitud del desafío, hay que analizar la década logística desde tres fases: construcción, operación y servicios avanzados.
La primera fase es la construcción. Esta etapa comprende los próximos cinco a siete años y requiere una amplia diversidad de perfiles: ingenieros civiles, geotécnicos, electricistas industriales, electromecánicos, especialistas ambientales, topógrafos, operadores de maquinaria pesada y técnicos de obra. Es una etapa de empleo intensivo, con decenas de miles de puestos temporales en provincias y comarcas. Esta fase no solo genera trabajo, sino que inyecta recursos en economías locales, dinamiza el comercio y crea oportunidades donde antes no existían.
La segunda fase, que comienza a partir de 2030, es la operación. Aquí es donde el país se juega el futuro. Un puerto moderno, una terminal energética, un corredor ferroviario o una planta industrial no pueden funcionar con personal improvisado. Aquí se requieren técnicos e ingenieros de alto nivel. Esta fase determina si el país puede operar infraestructura con estándares internacionales. Y estamos a tiempo de formarlos.
La tercera fase es la expansión de servicios avanzados. La logística del siglo XXI no es solo mover contenedores; es banca corporativa, seguros marítimos, análisis de riesgo, auditoría, arbitraje internacional, trazabilidad digital, ciberseguridad, inteligencia artificial aplicada y centros de servicios compartidos.
Es la capa de conocimiento la que separa a un país que simplemente mueve carga de un país que domina toda la cadena de valor. Panamá tiene el potencial de entrar en esta categoría, pero solo si forma el talento humano adecuado y desarrolla capacidades propias. Y aquí entra un elemento crítico que casi nunca se menciona: la investigación científica.
Sin investigación que valide tecnologías, estudie nuestros sistemas, genere datos propios y cree soluciones adaptadas a la realidad panameña, el país dependerá siempre de modelos externos. Investigar no es un lujo académico; es la condición para crear valor agregado en una economía logística avanzada.

¿Qué está haciendo el país desde sus instituciones?
Panamá no parte de cero. Existen instituciones que ya están trabajando para fortalecer el talento humano nacional.
El Canal de Panamá es el mejor ejemplo de excelencia formativa en el país. Su modelo de academias internas, simuladores, entrenamiento continuo y programas de especialización técnica ha demostrado que Panamá puede formar operadores, técnicos e ingenieros de clase mundial. Es un modelo que debería replicarse en otras áreas.
La Secretaría Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación, SENACYT, impulsa becas, movilidad científica, programas de innovación, formación de investigadores y fortalecimiento de laboratorios nacionales. Esta institución es fundamental para el desarrollo de ingenieros, científicos, especialistas en energía, expertos en materiales y talentos en automatización y electrónica.
La Universidad Tecnológica de Panamá es la columna vertebral de la formación en ingeniería y ciencias aplicadas del país. Es la institución que prepara a los ingenieros que Panamá necesitará en áreas como electricidad, electrónica, potencia, sistemas, civil, industrial y mecánica, además de aportar investigación y desarrollo tecnológico. Su papel en la modernización del país es esencial, y el fortalecimiento de sus facultades y centros regionales será determinante para que todas las provincias cuenten con profesionales capaces de sostener la economía que viene.



La Universidad de Panamá complementa con ciencias básicas, administración, logística, derecho, educación y profesiones esenciales para sostener un ecosistema logístico completo. Es una institución imprescindible para el país, y su capacidad para modernizar programas, fortalecer centros regionales y adaptarse a las nuevas necesidades económicas será vital en los próximos años.
Ambas universidades, la UP y la UTP, deben avanzar con velocidad hacia currículos más vinculados a ciencia, ingeniería, tecnología, comercio internacional y gestión logística, porque son piezas centrales del conocimiento nacional.
“La triple hélice entre academia, industria y gobierno ha funcionado, pero no con la sincronía que este nuevo ciclo de proyectos exige. Fortalecer y acelerar esa coordinación es indispensable para que Panamá pueda aprovechar plenamente la década que viene.”
En este escenario también adquiere una importancia estratégica el INADEH, el Instituto Nacional de Formación Profesional y Capacitación para el Desarrollo Humano. Su función es distinta a la universitaria: el INADEH prepara competencias técnicas rápidas, certificaciones laborales, formación profesional práctica y habilidades específicas que no requieren un título de bachiller. Esta formación de corto plazo es fundamental para crear la base técnica que demanda la construcción, la industria, la logística y los servicios operativos que crecerán en todo el país. Reforzar el INADEH, modernizar sus talleres, actualizar sus programas, fortalecer la formación dual y expandir su presencia en las provincias será determinante para que miles de panameños puedan insertarse rápidamente en el nuevo mercado laboral.
¿Qué está haciendo el ITSE y por qué importa?

El Instituto Técnico Superior Especializado (ITSE) se ha convertido en una pieza clave dentro del nuevo ecosistema educativo panameño. Su espíritu es claro: ofrecer formación técnica moderna, basada en estándares internacionales de alto nivel, y alineada con las competencias que exige una economía avanzada.
El ITSE no nació para replicar modelos tradicionales, sino para acercar a Panamá a las instituciones técnicas más destacadas del mundo, con currículos prácticos contextualizados a la industria, laboratorios actualizados y carreras construidas para responder directamente a las necesidades del país.
Hoy ofrece programas en mantenimiento industrial, metalmecánica, electricidad industrial, tecnologías digitales, desarrollo de software, ciberseguridad, big data, inteligencia artificial, construcción, mantenimiento de aeronaves, logística multimodal, operaciones logísticas, turismo, hospitalidad y formación bilingüe, entre otros. Esta amplitud no es casual: es una respuesta deliberada a la economía logística, energética y tecnológica que Panamá está construyendo.
Sin embargo, la magnitud de los proyectos que Panamá desarrollará en los próximos años exige ampliar ese esfuerzo de manera sustancial.
No basta con un solo ITSE centralizado. El país necesitará duplicar, e incluso triplicar, su capacidad de formación técnica mediante la creación de sedes regionales en provincias estratégicas como Chiriquí, Veraguas, Provincias centrales, Colón, Las comarcas y el área oriental cercana a Darién. Solo así será posible integrar a todos los panameños en las oportunidades que vienen.
El Estado debe invertir de manera masiva en laboratorios, currículos actualizados, instructores especializados y alianzas internacionales, porque el futuro logístico demanda miles de técnicos altamente capacitados. Fortalecer el ITSE y expandirlo a nivel nacional es una condición indispensable para que Panamá pueda aprovechar plenamente la década que se avecina.
El rol estratégico de los laboratorios nacionales y HiVoPTY
Hay un componente técnico decisivo para que toda esta expansión logística funcione con estándares internacionales: la infraestructura nacional de ensayo y certificación. Ningún país que opere puertos modernos, corredores energéticos, trenes, centros de distribución y redes eléctricas complejas puede depender de laboratorios extranjeros para validar sus activos industriales.
Si Panamá quiere manejar con seguridad transformadores, motores, cables, electrónica de potencia, calidad de energía e instrumentación embebida, todos ellos esenciales para los proyectos logísticos, energéticos y de transporte que vienen, necesita capacidad interna de pruebas y certificación.
En este contexto surge el High Voltage Training Hub Panama (HiVoPTY), desarrollado bajo el aval del Centro de Investigación e Innovación Educativa, Ciencia y Tecnología (CIIECYT-AIP) y el ITSE.

HiVoPTY, un innovador emprendimiento tecnológico, integrará formación certificada en alta tensión con servicios locales de pruebas para transformadores, cables, equipos de protección personal y activos críticos del sistema eléctrico nacional, reduciendo costos y tiempos que hoy obligan a muchas empresas a depender del extranjero. Es liderado por el Dr. Carlos Boya y se apoya en alianzas con centros de referencia internacional como el LIDAT de la Universidad Técnica Federico Santa María y el Laboratorio de Alta Tensión de la UNESP en Brasil, lo que lo posiciona como la primera plataforma panameña con respaldo académico e internacional para pruebas avanzadas.
Esta infraestructura, avalada por el CIIECYT-AIP y alojada en el ITSE, será una pieza clave para la nueva economía logística del país. Reducirá tiempos de mantenimiento, aumentará la seguridad industrial, formará técnicos e ingenieros especializados y dará soporte técnico a los proyectos energéticos, ferroviarios y portuarios que transformarán Panamá durante la próxima década.
Conclusión
Panamá tiene delante una oportunidad excepcional para convertirse en el hub logístico más sólido de toda América. Ya contamos con la ubicación, la inversión, la estabilidad macroeconómica y la infraestructura. Lo único que falta, y es lo que realmente define el éxito de una nación, es el talento humano.
Si el país apuesta con decisión por la educación técnica moderna, el inglés, las carreras STEM, la formación industrial avanzada, el fortalecimiento universitario y la creación de laboratorios de certificación de alto nivel, la próxima década puede transformar la vida de miles de familias panameñas. Si no lo hacemos, la economía crecerá, sí, pero el valor más alto de ese crecimiento lo capturará quien llegue mejor preparado. Panamá puede lograrlo, pero solo si toma en serio el desarrollo de su gente.
Y esa preparación debe incluir a todo el país.
“Ningún hub logístico será verdaderamente nacional si se concentra únicamente en la capital de un país. El talento debe surgir de las provincias, de las comarcas y de cada región del territorio. El desarrollo tiene que ser inclusivo, o simplemente no será sostenible.”
Por: Dr. Carlos Boya-Lara

