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Legitimar no es “embellecer” la ciencia. Es reconocer que todo conocimiento necesita una arquitectura narrativa y cultural para ser percibido como verdadero y valioso.

Por: Magister Nathalie Carrasco-Krentzien.  Consultora en comunicación científica y neurocomunicación estratégica. Especialista en liderazgo, desarrollo organizacional y transmisión efectiva del conocimiento.



La legitimidad científica se redefine más allá del paper

Durante décadas, la validación del conocimiento científico ha estado anclada al rigor metodológico, la revisión por pares y la publicación en revistas indexadas. Sin embargo, en un contexto de sobreinformación, postverdad y creciente polarización ideológica, la legitimidad de la ciencia ha dejado de ser un asunto exclusivamente técnico para convertirse en un fenómeno profundamente comunicacional.

Como advirtieron Berger y Luckmann (1966), todo conocimiento, incluso el científico, se instituye socialmente mediante narrativas compartidas. Hoy, en un mundo donde la autoridad epistémica es constantemente desafiada —incluso por algoritmos—, la pregunta ya no es solo qué dice la ciencia, sino cómo, quién y para quién lo comunica.

El consenso no basta: hace falta hacerlo visible

Uno de los experimentos más replicados en comunicación científica contemporánea es el Gateway Belief Model. Según van der Linden et al. (2015), mostrar explícitamente que «97 % de los científicos concuerdan en que el cambio climático es antropogénico» incrementa significativamente la creencia pública en el fenómeno y el respaldo a políticas de mitigación.

Este hallazgo se ha extendido a otros debates sensibles, como las vacunas, los organismos genéticamente modificados o la seguridad alimentaria (Hornsey et al., 2016). El mensaje es claro: el consenso científico existe, pero debe ser comunicado estratégicamente para ser comprendido, creído y, sobre todo, accionado.

Del dato al sentido: la importancia del framing narrativo

Druckman y Lupia (2008) lo explican con claridad: el framing no altera el contenido, pero transforma el contexto y, por tanto, su interpretación. Una misma evidencia puede generar esperanza, miedo, indiferencia o acción dependiendo del marco en el que se presente. La comunicación científica, entonces, no puede reducirse a “decir la verdad”. Debe construir sentido, relevancia y conexión.

Este fenómeno ha sido ampliamente estudiado en salud pública, educación ambiental y campañas de vacunación, donde el encuadre narrativo —incluso en formatos infográficos o audiovisuales breves— modifica de manera significativa las actitudes hacia el riesgo y la intención de cambio (de Leeuw, 2012; Kreps & Kriner, 2020).

Cuando el método no basta: un caso vivido

Recuerdo un proyecto en el que trabajamos con una red académica regional que había producido evidencia sólida sobre una enfermedad endémica. El informe, aunque impecable en su diseño metodológico, no generaba eco en los ministerios ni en las redes de atención primaria.

Fue necesario reformular el enfoque comunicacional. Inspirados en modelos de framing culturalmente situado (de Leeuw, 2012), reestructuramos el mensaje: introdujimos metáforas de salud comunitaria, historias cortas con rostros reales y subrayamos la convergencia de saberes entre actores locales y expertos globales. La narrativa no cambió los datos, pero transformó su capacidad de ser escuchados, entendidos y validados.

La sensación fue clara: el problema no era epistemológico, era narrativo. Y cuando el lenguaje encontró el canal correcto, la decisión política no tardó en llegar.

Algunas herramientas para comunicar con legitimidad

  1. Visibiliza el consenso científico
     Incluir cifras como “el 94 % de los expertos concuerda en…” o mostrar gráficamente la distribución del acuerdo entre pares genera efecto ancla en la audiencia. No presupongas que la evidencia habla sola. Amplifícala.

  2. Enmarca culturalmente tu mensaje
     Traduce conceptos a códigos compartidos por tu audiencia. Usa metáforas, ejemplos cotidianos, refranes, símbolos religiosos o marcos de justicia social si es pertinente. El objetivo es que el mensaje no solo informe, sino resuene.

  3. Asóciate con portavoces creíbles
     Validar desde la institución científica es solo una parte. Incorporar voces respetadas por la comunidad objetivo (líderes comunitarios, profesionales locales, medios especializados) multiplica la legitimidad del mensaje.

Más allá del método: legitimidad como construcción activa

Legitimar no es “embellecer” la ciencia. Es reconocer que todo conocimiento necesita una arquitectura narrativa y cultural para ser percibido como verdadero y valioso. La legitimidad, en este contexto, no es sinónimo de veracidad, sino de conexión estratégica con marcos mentales, emocionales y culturales.

En tiempos de desinformación viral, discursos anti científicos y soberanía epistémica fragmentada, comunicar con legitimidad es un acto de responsabilidad profesional y social.

La ciencia se valida en el paper, pero se legitima en la mente colectiva.
 Y para llegar allí, necesitamos más que datos.
 Necesitamos lenguaje, relato, contexto y conciencia.

Porque comunicar bien no es decorar la evidencia, es darle forma para que pueda transformar.

La autora es abogado, comunicadora y Business Process Manager, enfocada en gestión empresarial con tres maestrías en Comunicación: Máster en Comunicación Estratégica y organizacional, Máster en Neurocomunicación, Máster en Comunicación Científica. Vive en Canadá.