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En un contexto global donde los países compiten por atraer inversión verde y tecnologías limpias, Panamá tiene una ventaja reputacional

Por: Dr. Carlos Boya-Lara

El autor es ingeniero y Doctor en Ingeniería Eléctrica, Electrónica e Inteligencia Artificial. Es docente en el ITSE e investigador del Centro de Investigación e Innovación Educativa, Ciencia y Tecnología (CIIECYT-AIP). Tiene amplia experiencia en diseño electrónico y aplicaciones en Ingeniería.

Panamá es uno de los pocos países del mundo con balance de carbono negativo, gracias a su cobertura forestal y baja emisión per cápita. Pero este logro histórico no puede darse por garantizado. Con el auge de la movilidad eléctrica y la generación solar distribuida, el país enfrenta nuevos retos técnicos, regulatorios y sociales que pueden amenazar su estabilidad energética y equidad ambiental si no se actúa a tiempo.

Nuestro estudio, recientemente publicado en la revista cientifica Energy for Sustainable Development (Integrating electric mobility and distributed solar in carbon-negativePanama: Readiness assessment and policy roadmap for sustainable energy transition), analiza si el país está realmente preparado para incorporar vehículos eléctricos (VE) y paneles solares en techos de forma masiva. Para ello, aplicamos una metodología en cinco etapas (ver Figura 1) que permitió evaluar el estado actual del marco institucional panameño, comparar con experiencias internacionales y proponer una hoja de ruta viable.

Figura 1

El diagnóstico es claro: el modelo eléctrico vigente (Ley 6 de 1997) fue diseñado para un sistema centralizado, sin capacidad de adaptación a redes bidireccionales, tarifas horarias ni participación activa del usuario. Sin estas herramientas, la adopción de tecnologías limpias puede producir efectos contrarios a los esperados, como sobrecargas locales, inestabilidad y aumento de emisiones indirectas.

¿Qué podemos aprender del mundo?

Panamá no está solo en este proceso. Analizamos siete países con diferentes niveles de avance en integración energética: desde modelos transicionales como Chile, México y Brasil, hasta casos líderes como Alemania, Noruega y Singapur (ver Figura 2). Estos países han enfrentado retos similares, pero han logrado avances significativos mediante reformas regulatorias, digitalización de redes y coordinación inteligente de la demanda.

Figura 2

Uno de los hallazgos más llamativos proviene de nuestras simulaciones para la ciudad de Panamá. Al comparar escenarios de carga nocturna vs. carga diurna de vehículos eléctricos, se observó que simplemente cambiar los hábitos de carga (es decir, enchufar los autos durante el día, mientras hay sol) puede disminuir en un 30% las emisiones de CO2, sin necesidad de más paneles ni más autos eléctricos. Este resultado revela que las políticas de coordinación de demanda, como incentivos para la carga solar o tarifas diferenciadas por hora, pueden tener un gran impacto con bajo costo.

Una hoja de ruta para Panamá

La transición energética no debe ser un privilegio de unos pocos. Por eso, el estudio propone una hoja de ruta dividida en tres fases, que va desde la actualización del marco legal hasta la democratización del acceso a nuevas tecnologías (ver Figura 3). Algunas de las acciones prioritarias incluyen:

  • Modernizar la legislación para permitir autoconsumo, tarifas dinámicas y gestión activa de la demanda.
  • Invertir en redes eléctricas inteligentes que puedan manejar la variabilidad de la energía solar y los flujos bidireccionales.
  • Fortalecer capacidades institucionales y locales, incluyendo municipios y cooperativas, para diseñar soluciones adaptadas al territorio.
  • Fomentar modelos de propiedad compartida, como comunidades solares o flotas de vehículos eléctricos comunitarios.

Figura 3

Estas medidas no solo ayudarían a sostener el estatus de carbono negativo del país, sino que también promoverían una transición energética justa, en la que los beneficios económicos, ambientales y sociales sean compartidos por toda la población.

En un contexto global donde los países compiten por atraer inversión verde y tecnologías limpias, Panamá tiene una ventaja reputacional. Pero el futuro no se construye solo con buenas intenciones. Requiere decisiones valientes, planificación inteligente y una visión inclusiva.

La tecnología está disponible. Las lecciones globales son claras. Lo que falta es voluntad para recorrer nuestra propia ruta, con justicia, sostenibilidad y visión de país.

Para conocer más detalles técnicos, resultados de simulación y recomendaciones específicas, puedes consultar el artículo completo aquí: https://authors.elsevier.com/a/1l5Rq3TGDqCqOD

Por: Dr. Carlos Boya-Lara