El apagón que afectó a España, Portugal e incluso algunas partes del sur de Francia, vuelve a traer a la mesa de discusión el tema de las capacidades de Panamá y la región para garantizar sistemas energéticos confiables
Por: Ing. Carlos Allan Boya Lara PhD

El autor es ingeniero y Doctor en Ingeniería Eléctrica, Electrónica e Inteligencia Artificial. Es docente en el ITSE e investigador del Centro de Investigación e Innovación Educativa, Ciencia y Tecnología (CIIECYT-AIP). Tiene amplia experiencia en investigación aplicada en inteligencia artificial para sistemas de energía eléctrica y tecnologías educativas
La seguridad energética es la capacidad de un país o región para garantizar que la energía llegue a sus ciudadanos de forma continua, confiable y asequible. No se trata únicamente de encender un interruptor y tener luz: detrás de ese gesto cotidiano existe un sistema complejo que debe funcionar todos los días, a todas horas, sin interrupciones.
Cuando hablamos de seguridad energética, hablamos de protegernos frente a situaciones que pueden alterar este suministro. ¿Qué pasa si falla la generación? ¿Si los precios internacionales del petróleo o del gas se disparan? ¿O si dependemos excesivamente de fuentes externas? Cada uno de estos riesgos puede traducirse en apagones, aumentos de tarifas o interrupciones que afectan sectores críticos como hospitales, escuelas, transporte y comunicaciones.
La energía eléctrica es el corazón invisible de nuestra vida moderna. Sin ella, no solo perderíamos comodidad, sino también servicios esenciales: atención médica, agua potable, producción de alimentos, educación y actividad económica dependen de un suministro energético estable y accesible.
La seguridad energética, entonces, no es un lujo técnico, sino una condición básica para el bienestar social, el crecimiento económico y la estabilidad nacional.
Hoy, en un mundo que avanza hacia las energías renovables y la movilidad eléctrica, la seguridad energética enfrenta nuevos retos. La intermitencia de fuentes como el sol y el viento, el crecimiento de los vehículos eléctricos y la necesidad de modernizar infraestructuras plantean desafíos técnicos, regulatorios y de planificación que antes no existían.
En este artículo exploramos estos desafíos emergentes, con especial énfasis en el impacto de las energías no convencionales y los vehículos eléctricos sobre la estabilidad de los sistemas eléctricos. Utilizamos el caso de Panamá como referencia para ilustrar cómo un país carbono-negativo, con alta ambición renovable, puede liderar innovaciones, pero también enfrenta riesgos si no adapta su regulación, infraestructura y estrategias de gestión.
Además, introducimos las investigaciones aplicadas que se están realizando en el CIIECYT-AIP en colaboración con el ITSE, orientadas a fortalecer la seguridad energética a través de proyectos de carga solar inteligente, simulaciones de escenarios energéticos y análisis de transición regulatoria.
La seguridad energética en la era de las renovables no es automática. Requiere innovación, planeación y acción colectiva. Este artículo busca contribuir a esa reflexión y señalar caminos posibles hacia un futuro más seguro y sostenible.
El nuevo escenario: del petróleo a la energía renovable
Durante gran parte del siglo XX, el acceso a la energía dependió casi exclusivamente de los combustibles fósiles: petróleo, gas natural y carbón. Estas fuentes ofrecían dos ventajas fundamentales: abundancia y constancia. Una central térmica podía generar electricidad las 24 horas del día, los 365 días del año, siempre que tuviera combustible disponible.
Sin embargo, este modelo también tenía costos ocultos: emisiones de gases de efecto invernadero, contaminación ambiental, conflictos geopolíticos y una dependencia riesgosa de mercados internacionales inestables.
Hoy estamos viviendo un cambio histórico. Tecnologías como la solar fotovoltaica, la energía eólica y la biomasa están creciendo de manera acelerada y comienzan a ocupar un lugar importante en la matriz energética mundial. Estas fuentes son conocidas como energías no convencionales: son más limpias, renovables y, en muchos casos, pueden generarse localmente, reduciendo la dependencia externa.
Pero este avance trae consigo nuevos desafíos. A diferencia de los combustibles fósiles, las fuentes renovables son variables:
- El sol no brilla todo el día ni con la misma intensidad.
- El viento puede soplar fuerte unas horas y desaparecer en otras.
- La producción de biomasa depende de ciclos agrícolas y ambientales.
Esta intermitencia natural obliga a rediseñar cómo producimos, almacenamos y distribuimos la energía. Mantener la estabilidad y seguridad energética en este nuevo contexto requiere nuevas estrategias, tecnologías inteligentes y una planificación mucho más flexible.
Así, el reto ya no es solo generar energía limpia, sino asegurar que esté disponible cuando y donde se necesite, sin comprometer el suministro ni la calidad del servicio.
Vehículos eléctricos: ¿solución o nuevo desafío?

Los vehículos eléctricos (VE) se presentan como uno de los grandes aliados en la transición hacia un sistema energético más limpio. Al reemplazar motores de combustión interna por motores eléctricos, los VE contribuyen a reducir las emisiones de gases contaminantes y ayudan a disminuir nuestra dependencia del petróleo, uno de los combustibles fósiles más utilizados y volátiles en precios. Sin embargo, la electrificación masiva del transporte también plantea nuevos retos para la seguridad energética:
- Carga simultánea: Si millones de vehículos se conectan a la red eléctrica al mismo tiempo —por ejemplo, durante la noche cuando los conductores regresan a casa—, la demanda de energía podría aumentar de forma repentina, generando estrés en las redes de distribución y elevando el riesgo de sobrecargas o apagones si no se gestiona adecuadamente.
- Infraestructura insuficiente: Para que la transición sea viable, no basta con vender autos eléctricos. Se necesita desplegar una red densa de cargadores públicos y privados, adaptando calles, hogares, estacionamientos y centros comerciales. Además, las redes eléctricas tradicionales deberán evolucionar hacia redes inteligentes (smart grids) capaces de gestionar la carga de forma dinámica, equilibrando oferta y demanda en tiempo real.
A pesar de estos desafíos, los vehículos eléctricos no son solo un consumidor más de energía: también pueden convertirse en una parte activa de la solución. Gracias a tecnologías emergentes como Vehicle-to-Grid (V2G), los VE podrían actuar como baterías móviles que no solo reciben energía, sino que también la devuelven a la red cuando se necesita.
En momentos de alta demanda o de baja generación renovable, miles de vehículos conectados podrían apoyar la estabilidad del sistema eléctrico, ayudando a evitar apagones y mejorando la resiliencia energética.
Así, los VE representan una oportunidad y un desafío al mismo tiempo. Su impacto dependerá de cómo y cuándo sean integrados al sistema eléctrico, y de qué tan preparados estén los países para esta nueva era de movilidad energética.
En resumen, ¿Que desafíos enfrentamos ?

Aunque la transición hacia energías renovables y la movilidad eléctrica representa una oportunidad histórica, también plantea desafíos técnicos y estratégicos que no pueden ser ignorados si queremos asegurar un sistema energético confiable y sostenible.
Entre los principales retos que enfrentamos se encuentran:
Desafío | Descripción |
Variabilidad natural | Las fuentes renovables como el sol y el viento son intermitentes: su disponibilidad varía a lo largo del día y las estaciones, dificultando la estabilidad continua del suministro eléctrico. |
Picos de demanda | La carga simultánea de miles de vehículos eléctricos, especialmente en horarios nocturnos, puede generar sobrecargas en las redes de distribución si no se gestiona adecuadamente. |
Fenómeno de la «curva del pato» | Con alta generación solar a mediodía, la demanda neta cae bruscamente; pero al atardecer, cuando desaparece el sol y aumenta el consumo residencial, la demanda sube de forma abrupta, exigiendo respuestas rápidas y flexibles de la red. |
Falta de almacenamiento y regulación moderna | La ausencia de sistemas de almacenamiento energético a gran escala limita la capacidad de gestionar la intermitencia renovable. Además, los marcos regulatorios tradicionales no contemplan adecuadamente la digitalización, la generación distribuida ni la participación activa de los usuarios. |
La gráfica presentada ilustra el fenómeno conocido como la “curva del pato”, uno de los principales desafíos para los operadores de sistemas eléctricos modernos.

Durante las horas de mediodía, la alta generación solar distribuida —principalmente proveniente de techos solares en hogares y comercios— reduce significativamente la demanda neta sobre la red convencional. Sin embargo, al caer la tarde y disminuir la generación solar, estos mismos usuarios vuelven a depender masivamente del sistema eléctrico tradicional, provocando un rápido y pronunciado incremento en la demanda. Este fenómeno de rampa acelerada puede poner en riesgo la estabilidad de la red, especialmente si no existen mecanismos adecuados de predicción, almacenamiento o respuesta rápida.
El desafío se intensifica aún más con la masificación de VE. Si estos son conectados de manera simultánea al llegar la noche, sin estrategias de carga inteligente, el estrés sobre la red puede aumentar de forma crítica, exacerbando la vulnerabilidad del sistema.
Adicionalmente, esta situación tiene implicaciones ambientales. Debido a la falta de sistemas de almacenamiento energético masivo económicamente viables, para cubrir esta repentina demanda nocturna muchas redes deben recurrir al encendido de plantas de generación a combustión interna, que son altamente contaminantes. Esto puede comprometer, paradójicamente, los avances logrados en reducción de emisiones gracias a la energía renovable. Por tanto, coordinar la carga de vehículos eléctricos, mejorar las capacidades de almacenamiento energético y optimizar las estrategias de flexibilidad de la red son acciones críticas para mitigar los efectos de la curva del pato y avanzar hacia una transición energética verdaderamente sostenible.
Soluciones posibles
Superar los desafíos de la transición energética requiere acciones estratégicas y tecnologías avanzadas que permitan construir un sistema más resiliente, flexible y sostenible. A continuación, se presentan algunas de las soluciones clave que pueden fortalecer la seguridad energética en este nuevo escenario:
Solución | Descripción |
Smart Grids (Redes Inteligentes) | Implementar redes eléctricas inteligentes que gestionen en tiempo real la generación, el almacenamiento y el consumo de energía, optimizando el flujo y mejorando la eficiencia del sistema. |
Almacenamiento de energía a gran escala | Desarrollar e integrar sistemas de almacenamiento, como baterías estacionarias, para acumular excedentes de energía renovable y liberarlos cuando la demanda lo requiera, ayudando a estabilizar la red. |
Carga inteligente de vehículos eléctricos | Promover esquemas de carga programada o dinámica que incentiven a cargar los vehículos durante el día —cuando abunda la energía solar— y no concentrar la demanda en horas nocturnas críticas. |
Actualización de leyes y reglamentos | Modernizar los marcos regulatorios para habilitar tarifas dinámicas, facilitar la participación de prosumidores (usuarios que consumen y producen energía) y permitir el flujo bidireccional de energía en la red. |
El caso de Panamá: Un país carbono-negativo que enfrenta su propio reto
Paradójicamente, un avance no coordinado en tecnologías limpias podría terminar comprometiendo la fiabilidad energética y aumentando las emisiones si se deben activar fuentes fósiles para suplir fallos o variabilidades extremas. Por ello, el desafío para Panamá no es solo adoptar nuevas tecnologías, sino adaptar su regulación, infraestructura y estrategias operativas para que esta transición energética no solo sea exitosa, sino también segura, inclusiva y sostenible.
Panamá ocupa una posición privilegiada a nivel mundial: es uno de los pocos países reconocidos como carbono-negativos. Esto significa que, gracias a su extensa cobertura forestal y a sus bajas emisiones industriales, el país absorbe más dióxido de carbono del que emite, contribuyendo de forma neta a la lucha contra el cambio climático.
Conscientes de esta ventaja estratégica, las autoridades panameñas a través de la Secretaría Nacional de Energía, han impulsado políticas clave para orientar el desarrollo energético hacia un modelo más sostenible y resiliente. Entre las iniciativas más destacadas se encuentran:
- Agenda de Transición Energética 2020-2030, que establece una hoja de ruta para diversificar la matriz energética con fuentes renovables y tecnologías limpias.
- Estrategia Nacional de Movilidad Eléctrica (ENME), que promueve la adopción de vehículos eléctricos y la infraestructura necesaria para su masificación.
- Estrategia Nacional de Generación Distribuida (ENGED), que busca facilitar y ampliar la participación ciudadana y empresarial en la generación de energía, principalmente mediante sistemas solares fotovoltaicos.
No obstante, a pesar de estos esfuerzos, Panamá enfrenta retos significativos que podrían poner en riesgo tanto la estabilidad de su sistema eléctrico como su estatus de carbono-negativo.
Entre los principales riesgos se destacan:
Riesgo | Descripción |
Regulaciones antiguas | El marco normativo actual, basado en la Ley 6 de 1997, no contempla las nuevas dinámicas de generación distribuida, movilidad eléctrica, redes inteligentes ni la participación activa de los usuarios. Esto limita la flexibilidad necesaria para integrar de forma segura y eficiente las nuevas tecnologías. |
Baja digitalización de la red | La falta de infraestructura de monitoreo y control en tiempo real dificulta gestionar de manera inteligente la creciente variabilidad que introduce la generación solar distribuida y el aumento de la demanda eléctrica por vehículos eléctricos. |
Crecimiento acelerado sin infraestructura adecuada | El rápido aumento de paneles solares en techos y vehículos eléctricos podría, si no se acompaña de planificación adecuada, generar inestabilidad en la red, sobrecargas locales y pérdida de eficiencia. |
Riesgo de retrocesos ambientales | Un avance no coordinado en tecnologías limpias podría paradójicamente comprometer la fiabilidad energética y aumentar las emisiones si se deben activar fuentes fósiles para suplir fallos o variabilidades extremas. |
¿Qué puede hacer Panamá?
Para consolidar su transición energética y proteger su estatus de país carbono-negativo, Panamá debe anticiparse a los retos y fortalecer su estrategia de manera integral.
Algunas de las acciones prioritarias incluyen:
Acción necesaria | Descripción |
Actualizar su marco regulatorio | Modernizar la Ley 6 de 1997 para incorporar conceptos de generación distribuida, prosumidores, redes inteligentes, tarifas dinámicas y vehículos eléctricos, permitiendo una integración más flexible y segura de nuevas tecnologías. |
Invertir en digitalización de la red | Desplegar medidores inteligentes, sistemas de gestión en tiempo real y plataformas de monitoreo que permitan optimizar el balance entre generación y demanda, mejorando la eficiencia y resiliencia del sistema eléctrico. |
Fomentar la carga solar de VE | Promover políticas y programas que incentiven la carga diurna de VE aprovechando la generación solar, reduciendo la presión sobre la red nocturna y mejorando el aprovechamiento de las energías renovables. |
Crear incentivos para almacenamiento y flexibilidad | Estimular la instalación de sistemas de almacenamiento energético y programas de gestión flexible de la demanda, permitiendo una mejor respuesta ante variaciones de generación renovable e incrementando la estabilidad de la red. |
Coordinar mejor entre agencias energéticas | Mejorar la articulación institucional entre entes reguladores, operadores de red, ministerios y agencias de energía para garantizar una ejecución coherente, eficiente y adaptativa de las estrategias de transición. |
Impulsando el Futuro: Investigación aplicada para fortalecer la seguridad energética de Panamá

“La investigación local será clave para transformar la transición energética en una oportunidad real de bienestar para todos.”
El fortalecimiento de la seguridad energética y la sostenibilidad de Panamá no depende únicamente de políticas públicas o avances tecnológicos globales: también requiere investigación científica local, aplicada a la realidad específica del país. En este contexto, el Centro de Investigación e Innovación Educativa, Ciencia y Tecnología (CIIECYT-AIP), en colaboración con el Instituto Técnico Superior Especializado (ITSE), está desarrollando proyectos de investigación aplicada que abordan directamente los desafíos de la transición energética en Panamá. Entre las principales líneas de trabajo destacan:
- Evaluación de la preparación de Panamá para la transición energética:
- Se analiza el estado actual del sistema eléctrico panameño frente a la integración de generación solar distribuida y vehículos eléctricos.
- Se identifican barreras regulatorias, técnicas y operativas que deben ser superadas para lograr una transición segura y sostenible.
- Prototipado de sistemas de carga solar inteligente en entornos laborales:
- Se diseña un sistema piloto que prioriza la carga de VE utilizando la energía solar generada en el propio entorno de trabajo (ITSE).
- El objetivo es maximizar el aprovechamiento de la energía renovable y reducir la carga nocturna sobre la red eléctrica.
- Simulaciones energéticas avanzadas para modelar escenarios futuros:
- Se realizan simulaciones del impacto que tendría una alta penetración de generación solar distribuida y movilidad eléctrica en Panamá.
- Se estudian estrategias de carga inteligente y almacenamiento energético para mitigar riesgos de inestabilidad.
Estos esfuerzos no solo buscan generar conocimiento científico, sino también proporcionar recomendaciones prácticas para fortalecer la resiliencia de la red eléctrica, modernizar el marco regulatorio y maximizar los beneficios ambientales y económicos de la transición energética. Además, en los próximos meses, el CIIECYT-AIP y el ITSE organizarán mesas técnicas abiertas, donde se invitará a empresas, instituciones académicas, reguladores, tomadores de decisiones y ciudadanía interesada. El objetivo será discutir hallazgos científicos, construir propuestas colaborativas y generar productos concretos —como guías, estrategias y hojas de ruta— que contribuyan a un desarrollo energético más seguro, limpio e inclusivo para Panamá.
Conclusión: De los desafíos a la acción

La transición hacia fuentes renovables y movilidad eléctrica representa una oportunidad única para Panamá: consolidar su liderazgo ambiental, fortalecer su seguridad energética y construir un modelo de desarrollo más resiliente y sostenible. Sin embargo, como hemos visto, este cambio no está exento de riesgos. La variabilidad de las fuentes renovables, la sobrecarga potencial de las redes eléctricas y la falta de regulación y digitalización adecuada podrían comprometer los avances si no se actúa con visión estratégica.
La experiencia de Panamá, como uno de los pocos países carbono-negativos del mundo, demuestra que el compromiso climático puede ir de la mano con el crecimiento económico y la innovación tecnológica. Pero mantener y fortalecer esta posición exige planificación, inversión y colaboración a todos los niveles: público, privado y académico.
Iniciativas como las investigaciones desarrolladas por el CIIECYT-AIP y el ITSE muestran que es posible diseñar soluciones prácticas y aplicables a nuestra realidad local. Desde la carga solar inteligente de vehículos eléctricos hasta la simulación de escenarios energéticos futuros, Panamá está sentando las bases para una transición energética segura, eficiente y centrada en las personas.

El futuro energético de Panamá no se construirá solo con buenas intenciones, sino con políticas modernas, redes inteligentes, participación ciudadana activa y, sobre todo, con la convicción de que un sistema energético seguro es la base de un país próspero, equitativo y sostenible.
La oportunidad está en nuestras manos. Depende de nosotros convertir los desafíos en motores de transformación para toda la sociedad.
Por: Ing. Carlos Allan Boya Lara PhD