Méndez Guédez escribe una Caracas al límite: un lugar donde las instituciones fallan, las reglas se deforman y lo absurdo se vuelve cotidiano
Por: Israel Centeno
Israel Centeno es un escritor venezolano, también editor, promotor cultural y profesor de escritura creativa. Vive en Estados Unidos.
Fui de Pittsburgh a Meadville en una tarde gris que apagaba la luz sin dramatismos. El camino avanzaba entre bosques y pequeños pueblos cuyos nombres cargaban el peso discreto de la región. Era un viaje corto, pero tenía la sensación de volver a algo que importaba: la amistad, el tiempo transcurrido y un libro que había seguido su propio camino hasta llegar a otra lengua.
Iba a reunirme con Juan Carlos Méndez Guédez y a asistir a la presentación de Briefcases from Caracas, la edición inglesa de Los maletines. Antes de entrar al auditorio ya era evidente que la historia de esta traducción tenía su propia fuerza. Méndez Guédez lo dijo con sencillez: “Escribir sobre cómo se tradujo este libro sería otra novela”. No exageraba.
La edición inglesa acredita a Suzanne Corley y Barbara D. Riess como traductoras. Corley empezó el trabajo. Ya estaba gravemente enferma —cáncer, en fase avanzada— pero mantenía la decisión firme de llevar la novela al inglés. Tradujo mientras pudo, movida por la convicción de que este libro debía encontrar nuevos lectores. Su salud no le permitió terminarlo, pero no dejó que el proyecto se apagara: lo entregó a personas de confianza.
Así llegó el manuscrito a Barbara D. Riess, profesora de español y traducción en Allegheny College. Riess asumió la tarea no como una obligación más, sino como una responsabilidad ética. Recibió un borrador marcado por el esfuerzo final de otra persona y lo completó con cuidado y exactitud. La traducción terminó llevando ambos nombres porque, de maneras distintas, ambas sostuvieron el libro.
La presentación en Meadville reflejó esa historia compartida. El profesor Wilfredo Hernández, director de Estudios Hispánicos en Allegheny College, condujo el acto con claridad y sentido. No fue una reunión académica más. Se sintió como el cierre de una colaboración silenciosa entre personas que creen en la literatura y en el trabajo bien hecho.

Leer Briefcases from Caracas con esta historia en mente le añade una capa humana, pero la novela se sostiene por sí misma.
Méndez Guédez escribe una Caracas al límite: un lugar donde las instituciones fallan, las reglas se deforman y lo absurdo se vuelve cotidiano. La novela avanza con rapidez: diálogos precisos, capítulos breves, situaciones que se quiebran y recomponen siguiendo la lógica de una ciudad que se desarma. Es sátira, pero no es distancia. El humor aparece como forma de sobrevivir.
El libro ha sido descrito como uno de los retratos más claros del derrumbe venezolano. Merece esa valoración, pero también la supera.
Debajo del ruido, la corrupción y la descomposición, hay un núcleo humano persistente. Los personajes no son símbolos; son personas reales en un sistema que no oculta su deterioro. Contradictorios, vulnerables, astutos, cansados: buscan mantenerse en pie como pueden.
En la novela, la corrupción no es una idea política. Es el ambiente. Una presión constante que condiciona cada decisión. El autor evita el melodrama y confía en la observación directa. Lo que surge no es un discurso, sino un retrato: un país desgastado y gente que aún intenta, con gestos mínimos, conservar algo de dignidad.
La traducción de Riess mantiene ese tono. Respeta la velocidad de la prosa, el ritmo de los diálogos, el humor discreto. No lima el estilo para hacerlo neutro. Conserva el pulso del original, con sus silencios y sus aristas.

Al volver de Meadville, ya de noche en la autopista, pensé en lo que le había dicho a Méndez Guédez: que la historia de la traducción dialogaba con la historia de la novela. El derrumbe que se muestra en sus páginas encuentra un eco en la vida de quienes trabajaron en su versión inglesa: una mujer que comenzó la traducción mientras enfrentaba su propio final, otra que asumió la tarea para completarla, y un grupo de colegas que acompañó el proceso hasta el cierre.
Ambas historias —la de ficción y la real— hablan de resistencia. De cómo las personas se sostienen cuando el entorno se desploma. De los gestos discretos que permiten que una obra permanezca.
Lo que quedó conmigo al regresar a Pittsburgh no fue solo el libro, sino la cadena de manos que lo llevó hasta allí. La novela expone un país quebrado por la corrupción; la historia de su traducción muestra otra cosa: compromiso, lealtad y la idea simple de que la literatura aún importa lo suficiente como para ser cuidada.
Briefcases from Caracas entra ahora al mundo angloparlante con todo ese peso detrás: la intensidad de su sátira, la claridad de su verdad y la fuerza tranquila de quienes se aseguraron de que cruzara al otro idioma.
Méndez Guédez escribió una novela feroz.
La vida añadió una historia de perseverancia.
Juntas forman una obra completa:
una novela que importa y un trayecto que la honra.

Por: Israel Centeno

