El Dr. Miguel A. Cedeño T., psiquiatra y catedrático de Psicopatología y Psiquiatría Clínica de la Facultad de Medicina de la Universidad de Panamá, aborda el alzheimer desde la evidencia médica y su realidad familiar. Un texto conmovedor y humano que nos acerca de otro modo a la vida y pensamientos del paciente

Por: Dr. Miguel A. Cedeño T.
La demencia por enfermedad de Alzheimer es un trastorno mental de origen desconocido a causa del cual el individuo va perdiendo paulatinamente sus facultades cognitivas.
Su primer blanco destructivo son las memorias. Primeramente la memoria reciente, luego lentamente la memoria remota. Por lo anterior, el paciente deja de fijar nueva información y lucha por mantener los recuerdos de antaño.
Al no haber un tratamiento efectivo, la vida mental se va apagando poco a poco de forma irremediable.
Misteriosamente, en ese reducto de memoria lejana la persona rememora ansiosamente y con frecuencia, antiguas experiencias muy particulares.
En mi Chitré natal, un conocido con dicha enfermedad recordaba constantemente la huerta donde había pasado gran parte de su niñez y adolescencia. Así, burlaba con frecuencia la custodia familiar para lanzarse al encuentro con la finca de sus amores, sólo que también ya le fallaba la orientación y tan pronto salía de casa, la red de calles se transformaba en un inexpugnable laberinto que lo llevaba al extravío.
Un día, inexplicablemente, descifró el odioso laberinto y comenzó a acercarse a su añorada huerta. Mientras se aproximaba trabajosamente, el sol, su edad y su frágil salud conspiraron contra su anhelo. Murió en su intento de reencontrarse con su niñez.
A pocos metros de la finca, fue encontrado por vecinos del lugar sobre una alfombra de hierba que hacía de ataúd ocasional. Había perdido su lucha por abrazar la última alegría de su vida.
Mi esposa, hace algunos años, desarrolló la misma enfermedad.
Cada vez menos elabora nuevos recuerdos y cada vez más pierde los que tenía guardados.
Sin embargo, hay uno que siempre evoca y constantemente repite.
Recuerda los paseos con sus hermanos en un zulky (carro de dos ruedas tirado por un caballo), que conducía su padre en la ruralidad de la argentina provincia de Córdoba.
A veces lo recuerda con suma alegría, otras veces sus emociones se arrugan y llora.
Lo cierto es que de forma constante pasea mentalmente en aquel divino zulky de su infancia argentina.
Un día, estando en nuestra casa panameña, decidí subirme con ella al zulky de sus pensamientos.
Ella recordaba sólo algunos, pero significativos parajes cordobeses.
Yo, a mi vez, conocí aquellos lugares que nunca había visitado.
Nos bajamos felices del zulky al terminar.
Ambos coincidimos que había sido un lindo paseo.
Y es que las lindas cosas que el cerebro se empecina en olvidar, el corazón se encarga de recordarlas, sea una finca o un zulky.
Por: Dr. Miguel Ángel Cedeño Tello

