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Aristides Ureña Ramos ha estado conversando allí en Bogotá, en el Museo Nacional de Colombia, sobre «Recorrido de la pintura panameña, hasta las últimas cuatro décadas», y el subtítulo no tiene desperdicio (un aviso para navegantes): «Una provocadora charla que trata de excavar el conflicto de la producción artística en Panamá»

Pedro Crenes Castro, coordinador del Viernes Cultural: Literatura panameña | Viernes Cultural [email protected]

Arístides Ureña Ramos: una mirada

Reseña por: Pedro Crenes


«Nació en Santiago de Veraguas, Panamá, (1954) el 24 de febrero. Fue su abuelo materno quien le inició en la pintura (era cartelonista, músico y pintor de cantinas). De modo que, la pintura popular marca el camino a tomar en su vida». Después de graduarse en la Academia de Bellas Artes de San Marco Florencia, Italia, en 1978, se especializa, siempre en Florencia, en litografía y grabado en el centro gráfico «Reparata Graphi Art Center» y en Cinematografía, en el «Instituto Lorenzo di Medici». Es un artista universal: pinta, escribe, compone… Para ver su biografía completa: https://aristidesurena.blogspot.com/search/label/Biografie

Arístides Ureña Ramos: una mirada

La palabra correcta es «mirada» para definirlo, y si hubiera que amenizar la palabra, la salsa de Ojos, cantada por Rubén Blades (Siembra, otra vez, está de celebración), sería perfecta, en este verso feliz de Johnny Ortiz: «hay ojos de miles miradas/cristales que observan al mundo pasar/ojos que encuentran fortuna/mirando a la luna y a su resplandor».

En esta perspectiva es que «leo» la obra de un artista versátil, pintor para más señas, como es Aristides Ureña Ramos, que retrata el mundo en los instantes reflexivos de sus cuadros.

Como buen florentino, el maestro Ureña Ramos no se conforma solo con pintar, sino que también escribe, compone y, me temo, también lee, lo que lo convierte en un creador multidisciplinar, capaz de consignar nuestra circunstancia de una manera muy poco frecuente en Panamá.

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Los artistas «manuales», que con sus manos elaboran su arte, cuentan con una suerte de doble mirada de la que otros artistas carecen. No solamente miran con los ojos —como dice el verso de JohnnyOrtiz— «a la luna y a su resplandor» sino que una vez, hecha la mirada, construyen su reflexión, construyen su emoción, sus sentimientos, su pasión para transmitirla. Y eso, en Ureña Ramos, se da de un modo extraordinario.

No he tenido el privilegio de ver en directo su pintura, para poder reparar en ella con el sentimiento que produce estar delante de un arte vivo como ocurre con las grandes obras de arte, pero he podido leer sus lienzos escritos, he podido escucharlo hablar de su oficio, he podido vincularme con una obra que late al ritmo de la pasión de su autor.

Me fascinan los azules de muchas de sus obras, me sorprende, todavía, ver escritas las dimensiones de sus telas. Es una de esas mentes ilustradas y valientes, capaz de volver de su exilio voluntario y pedagógico para seguir haciendo arte con frescura y buen oficio, con mirada cargada de conocimiento de causa.

Me llama poderosamente la atención un proyecto suyo, gestado hace tiempo. Está trabajando en Bogotá, en una estatua de bronce, que será el segundo monumento más alto de Panamá, y, esta es mi conexión con él, está esculpiendo un «gesto» (persigo gestos en el arte y en la literatura): un apretón de manos, el que se dieron Torrijos y Carter después de haber firmado los Tratados que llevan sus apellidos. Y llama la atención el hecho de que no puede ser hecho este trabajo en Panamá, no existen este tipo de talleres de fundición en nuestro país. Que estas grandes obras, con una carga tan nacional, tan panameña, tengan que hacerse fuera de nuestras fronteras no deja de tener cierto mensaje irónico para las instituciones.

La cosa se puede antojar una simpleza, pero, siendo el arte y la creación reflexivos, no deja de tener un punto de llamada de atención, de que todavía, para poder hacer el arte que queremos en Panamá, nos hacen falta elementos, más allá de la monumentalidad de los grandes edificios en los que queremos celebrar el arte.

Aristides Ureña Ramos ha estado conversando allí en Bogotá, en el Museo Nacional de Colombia, sobre «Recorrido de la pintura panameña, hasta las últimas cuatro décadas», y el subtítulo no tiene desperdicio (un aviso para navegantes): «Una provocadora charla que trata de excavar el conflicto de la producción artística en Panamá», lo que demuestra su conocimiento crítico del arte panameño y su capacidad prospectiva en la materia, con el propósito de dar espacios para pensar por dónde vamos y hacia a dónde. Quizá una de las cosas que más nos faltan en Panamá sea la mirada del artista sobre la obra de otros artistas. Ocurre en la pintura, en la literatura, en el cine.

Parece ser que estar circunscrito a un rubro artístico te impide mirar a otros y opinar, y creo que esa falta de mirada, de disfrute de la obra de los demás, de reflexión crítica, por qué no, disminuye la capacidad de los artistas para hacer su propio arte (en cierta medida). Crear desde uno mismo, sin mirar alrededor y ver y saber y comprender lo que se está haciendo, genera obras anodinas que no tienen sustento más que en el ego del propio artista.

Qué bien que Aristides Ureña Ramos haya estado allí, hablando de nuestra pintura, y se puedan mencionar muchísimos nombres que han construido nuestra tradición artística.

Y agitar las aguas del estanque, como gesto de genialidad y apertura de espacios (algo tan necesario y poco practicado por muchos artistas viajantes) para que podamos pensarnos como artistas y para señalar caminos y soluciones.

Ojalá podamos leer esa ponencia pronto y disfrutar del conocimiento de este hombre que definitivamente encarna el espíritu de otro florentino ilustre, Leonardo, apasionado por el arte y el conocimiento en todas sus formas, de cuya mirada esperamos seguir aprendiendo más.


Pedro Crenes Castro, coordinador del Viernes Cultural: Literatura panameña | Viernes Cultural | [email protected]

Pedro Crenes Castro (Panamá, 1972), es escritor. Columnista y colaborador en varios medios panameños y españoles. Ha ganado dos veces el premio Nacional de Literatura Ricardo Miró de Panamá y dicta talleres literarios. Vive en España desde el año 1990.