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La investigación comprende evaluaciones cognitivas, de salud física y subjetiva y de autonomía en el tiempo. La nueva realidad post pandemia plantea retos para continuar con estos esfuerzos.

Por: Tamara Del Moral, periodista científica de la plataforma de divulgación de la Secretaría Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (Senacyt) 
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Poco más de una década ha transcurrido desde que la Dra. Gabrielle Britton, Doctora en Neurociencia y Psicología, en conjunto con el Dr. Alcibiades Villarreal, biotecnólogo, y la Dra. Lee Anne Gómez, médico geriatra, fundaron la Iniciativa de Investigación Enfocada en el Envejecimiento en Panamá (PARI, por sus siglas en inglés).

“Creamos un grupo multidisciplinario para abordar el tema del envejecimiento y enfermedades asociadas al envejecimiento en Panamá. A la fecha, hemos trabajado con dos diferentes grupos de personas mayores.

Uno fue reclutado exclusivamente en el Complejo Hospitalario Arnulfo Arias Madrid de la Caja de Seguro Social.

Pudimos evaluar una cohorte de más de 400 personas mayores de 65 años.

En el año 2016, reclutamos una cohorte comunitaria cuya edad de enrolamiento se redujo a 60 años. En esta cohorte estábamos interesados en reclutar personas cognitivamente sanas para darles seguimiento a lo largo de los años. En total, hemos evaluado a más de mil personas mayores desde que se fundó el grupo PARI”, narra la Dra. Britton.

La investigadora, quien es miembro del Sistema Nacional de Investigación (SNI) de la Secretaría Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (Senacyt), señala que estos son los primeros estudios en personas mayores que se han realizado en la historia de Panamá.

“Se necesitaba una línea base de cómo están las personas mayores respecto a la salud, cuántas enfermedades crónicas padecen, cuántos tienen deterioro cognitivo y cuáles son los factores más asociados a ese deterioro cognitivo”.

Los protocolos que utilizan los científicos del PARI son estándares en grupos mundiales de investigación y fueron adaptados a la población panameña para poder comparar los datos.

El trabajo involucra una evaluación en salud para identificar las enfermedades crónicas que padecen las personas mayores, cuántos medicamentos toman, cuánta fuerza y qué nivel de fragilidad tienen.

La Dra. Diana Oviedo, neuropsicóloga, se encarga de la evaluación cognitiva para identificar qué tipos de dominios cognitivos se ven afectados en personas mayores, por ejemplo, en la atención, lenguaje, memoria y otros.

La evaluación permite determinar si la persona está en una condición igual, mejor o peor que los demás de su edad.

También hacen evaluaciones sobre salud subjetiva, es decir, qué opina cada persona de su salud, por ejemplo, si piensa que tiene un problema de memoria o en otras áreas; y una evaluación del nivel de autonomía que tienen las personas mayores. Esto significa hasta qué grado pueden realizar las actividades de la vida diaria, de manera independiente.

“Como es un estudio longitudinal, realizamos estas evaluaciones en cada visita que hacía la persona, cada año y medio o cada dos años. En cada evaluación se tomaba una muestra de sangre para extraer ADN.

La idea es tipificar genes de interés asociados al alzhéimer y otras enfermedades neurodegenerativas.

También realizamos estudios para la búsqueda y caracterización de marcadores biológicos en sangre, que pudieran darnos luces sobre combinaciones de proteínas que indiquen riesgo que padecer alzhéimer en el futuro.

Este trabajo es en colaboración con colegas de Estados Unidos, como el Dr. Sid O’Bryant, de la Universidad del Norte de Texas”, comenta la Dra. Britton.

“Los estudios más importantes que hemos publicado muestran que sí es posible identificar a aquellas personas que tienen o no alzhéimer, con una precisión mayor a 95%. Esto significa que tenemos una herramienta de diagnóstico que pudiera ayudarnos, porque uno de los mayores retos es diagnosticar correctamente la enfermedad de Alzheimer, de manera oportuna”, detalla la investigadora del INDICASAT.

Estas pruebas aún son experimentales, pero se espera que en unos 10 o 15 años se puedan implementar en la atención primaria, incluso en Panamá.

En términos económicos, si una prueba de sangre permite identificar quién no está en riesgo de alzhéimer, se evitaría hacer otras evaluaciones más costosas y se atendería solo a las personas que sí tienen riesgo de padecer la enfermedad. Esto representaría ahorros para el sistema de salud.

Resultados

El 50% de la cohorte de la Caja de Seguro Social, tenía más de 80 años cuando comenzó el primer estudio del PARI. De ellos, el 40% estaba cognitivamente normal y el 60% sí tenía deterioro cognitivo o una combinación de diferentes padecimientos.

“El hecho de que el 40% estaba cognitivamente normal es indicio de que algo caracteriza a nuestros adultos mayores, digamos que las sociedades latinas son más sociables que otras donde las personas mayores sufren más aislamiento y abandono. Eso ha ayudado a mantener a las personas mayores más estimuladas cognitivamente y eso es positivo”, indica la Dra. Britton.

Los resultados en Panamá han mostrado que hay ciertos factores asociados a peores estados de condición cognitiva y para realizar las actividades de la vida diaria, entre ellos: tener una menor educación, por ejemplo, no haber pasado de la primaria, y padecer cuatro o más enfermedades crónicas.

También se ha encontrado en esta cohorte que las personas que expresaban una o dos copias de una variante del gen llamado apoliproteína E4, tenían entre 3 y 12 veces más riesgo de padecer alzhéimer, que aquellos que no tenían ese gen, lo que concuerda con hallazgos en muchos estudios clínicos de otros países.

Genética y ambiente

La edad es el principal factor de riesgo para padecer deterioro cognitivo y la enfermedad de Alzheimer.

Al respecto, la Dra. Gabrielle Britton comenta que la literatura de salud pública indica que la genética puede influir alrededor de un 30% en la gran mayoría de las enfermedades, pero los factores sociales, como el nivel educativo y socioeconómico, la calidad de los servicios disponibles en las comunidades, acceso a calles, parques vecinales y actividades culturales y de entretenimiento para distintos grupos de edad, son responsables de un 60%.

En el caso del alzhéimer, menos del 5% de los casos se atribuye a causas exclusivamente genéticas. El 95% de los casos se debe a una combinación de factores genéticos y ambientales, incluyendo factores de riesgo potencialmente modificables como, el control de la diabetes y la hipertensión, el nivel de actividad física, el grado de educación, la estimulación cognitiva y las relaciones sociales.

Impacto de COVID-19

En Panamá, los mayores golpes para la investigación clínica durante la pandemia de COVID-19 se produjeron en marzo del año 2020, cuando se reportó el primer caso en el país. Se desplomaron las inscripciones para muchos estudios médicos y éstos fueron suspendidos o trasladados a otros lugares, fuera de los hospitales.

También se interrumpió el lanzamiento de nuevos estudios. “Eso se ha publicado ampliamente”, dice la Dra. Britton. “Se redujeron, por ejemplo, más del 50% del número de estudios clínicos a nivel global y hasta el 80%. Incluso, estudios ya aprobados”.

Como el PARI atiende principalmente a personas mayores de 60 años, los investigadores suspendieron las evaluaciones presenciales.

“Ya teníamos más de 400 personas que habían sido evaluadas en dos puntos en el tiempo en la cohorte comunitaria. Tuvimos que poner todo en pausa. Adoptamos ciertas medidas para mitigar el impacto, lo primero fue redactar adendas al protocolo que tuvimos que enviar al Comité de Bioética para poder hacer seguimientos telefónicos”.

La primera llamada fue a inicios de la pandemia y les preguntaron a los participantes sobre su estado de ánimo, síntomas de depresión o ansiedad y deterioro cognitivo subjetivo.

Los investigadores también indagaron cuántos habían contraído COVID-19 o tenían síntomas y cuántos se habían hecho pruebas de hisopado. En la segunda llamada, a inicios de 2021, adoptaron una prueba que mide cognición global para tener una idea del estado cognitivo. Los investigadores tendrán que considerar toda esta información cuando reinicien las evaluaciones presenciales.

La pandemia complicó un poco el diseño del estudio debido a que algunas de las personas mayores empeoraron, otros se mantuvieron igual, y algunos se perdieron del todo.

“De la cohorte de 500 y más personas, perdimos a más del 30% de participantes. No sabemos si se mudaron o han fallecido; algunos decidieron que ya no querían participar, a pesar de que les aclaramos que no era presencial. No hemos podido localizarlos a todos por teléfono”, indica la Dra. Britton.

“La pérdida de un 30% de una cohorte es incalculable en términos del tiempo que hemos invertido y lo difícil que es para nosotros recuperar esas personas”.

La nueva realidad postpandemia demanda ser innovadores y flexibles para continuar trabajando con las personas mayores, considerando que no siempre es factible hacer una evaluación cognitiva integral y con alta resolución por teléfono. En ese sentido, los investigadores del PARI están buscando soluciones con apoyo de colegas y expertos nacionales e internacionales.

“Hemos sufrido pérdidas, tratamos de hacer lo mejor posible para publicar datos que ya hemos recogido. Esta es una oportunidad para actualizar y modernizar el trabajo, pero los fondos son escasos. Debemos seguir estudiando las enfermedades no transmisibles, que son las principales causantes de morbilidad y mortalidad. Es un reto para los investigadores clínicos y tomadores de decisiones”.

Este trabajo fue publicado de manera original en la revista Imagina de la Senacyt
Ver enlace directo:

https://imagina.senacyt.gob.pa/2021/12/26/cientificos-estudian-la-salud-y-el-deterioro-cognitivo-en-personas-mayores/