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Corina Yoris es doctora en Filosofía, investigadora, ensayista y profesora universitaria de extensa trayectoria. En abril de este año fue incorporada a la Academia Venezolana de la Lengua, como titular del sillón O. El que sigue es el discurso que leyó en el actode incorporación

Por: Nelson Rivera, director del Papel Literario El Nacional

Amigos lectores:

I.

El 24 de abril, en un acto cargado de significación, Corina Yoris Villasana, doctora en Filosofía, investigadora, ensayista y profesora universitaria de extensa trayectoria, se incorporó a la Academia Venezolana de la Lengua, como titular del sillón O. Su discurso es un recorrido, homenaje a los autores que ocuparon el mismo sillón: Ramón González ParedesEduardo Blanco y Laureano Vallenilla Lanz, y también a Rómulo Gallegos, a quien dedica el trecho final de su discurso. Copio aquí dos párrafos dedicados a González Paredes, autor un tanto olvidado en los años recientes:

“Don Ramón dedicó gran parte de su larga vida a la docencia, fue profesor en distintas instituciones trujillanas, así como en diversas universidades; fue rector de la Universidad José María Vargas. Además, supo conjugar su carrera docente con el derecho.  Obtuvo numerosos premios y reconocimientos tanto como escritor, como docente.

Suelen citarse, entre sus obras publicadas, Génesis, obra que le valió el Premio Hispanoamericano de novela del Instituto de Cultura Hispánica de Madrid. Asimismo, recibió, en 1983, el Premio de la Municipalidad de Caracas,mención narrativa, por su novela Simón Bolívar, la angustia del sueñoEsta novela es un recuento largo y detallado de la vida de Bolívar, su llegada a Santa Marta, de su enfermedad y en ese diálogo interior, el propio Libertador realiza un recorrido por su vida. Esta técnica narrativa permite al autor realizar un acercamiento del lector al personaje, en este caso a Bolívar, quien narra en primera persona la novela. González Paredes afirma, en «Últimos días del Libertador», que tardó más de 10 años en escribir esta novela y se vale de una extensa bibliografía para apropiarse de sus notas resaltantes”.

Está desplegado en las páginas 1, 2 y parte de la 3.

II.

El español de Venezuela, el español de Canarias, de Antonio López Ortega, es un breve texto de carácter testimonial. Fue leído durante el VI Festival de Escritores Hispanoamericanos, realizado en la isla de La Palma, Canarias, en septiembre. Escribe López Ortega: “Tiendo a pensar que mi oficio de escritor viene sobre todo de mi relación con el lenguaje, no como medio sino como fin. El lenguaje como extrañeza, sí, el lenguaje como revelación. Escucharlo, escribirlo, olerlo, tocarlo. Y sí, estoy convencido de que escribo con el español de Venezuela, desde el español de Venezuela. Ese es mi gentilicio, lo sé. Pero también siento, como una proximidad, como un sendero estrecho, como una resonancia que se va borrando, que una parte de mí, sin duda, bebe desde el español de Canarias, el español de mi madre palmera, que en su cuerpo blando se fue borrando hasta entregarse a Venezuela”. Página 3.

III.

Volvemos en esta edición a Teresa de la Parra, autora muy recordada este año, a propósito del centenario de su novela Ifigenia. El ensayo de Michelle Roche, páginas 4 y 5, se titula El alma en Teresa de la Parra: una estrategia bifronte para entrar al canon. Dice: “En la dicotomía cuerpo/alma que De la Parra propone, el colectivo de los hombres aparece como el cuerpo de la sociedad: el que realiza las acciones, predomina en el espacio público y articula la historia oficial —el «banquete de los hombres solos»—. Al mismo tiempo, lo femenino se identifica con las actitudes morales, el mundo íntimo y la dimensión inefable de la vida. De la Parra alude con esa imagen de hombre-cuerpo y mujer-alma a la interpretación judeocristiana del cuerpo y el alma como alegoría de la relación entre los géneros presente en el arquetipo del matrimonio sagrado. La idea de hombre-cuerpo y de mujer-alma podría asociarse con el imaginario del Cantar de los Cantares, donde se narra en verso la relación amorosa entre una sulamita y el rey Salomón”.

IV.

Oro criminal. El Arco Minero: la devastación oficial en la Amazonía venezolana: tal el elocuente título del imprescindible y revelador libro que la periodista Lisseth Boon acaba de publicar, con prólogo de William Neumann, periodista que fue jefe de la corresponsalía de The New York Times, para Venezuela y la región andina, autor de un libro dedicado a nuestro país, Todo se puede poner peor. Escribe Neumann sobre el libro de su colega: “El Arco Minero contiene todos los males de la Venezuela actual, en forma concentrada, y ese es el retrato que nos ofrece aquí Lisseth Boon, en una crónica urgente y de primera mano. Todo se encuentra aquí: la crisis humanitaria profunda. Niveles excesivos de violencia y degradación ambiental. La corrupción de los altos rangos militares y del gobierno. La fragmentación del Estado. La enfermedad no controlada. La pobreza extrema. El pranato: el código de la cárcel impuesto a la sociedad civil generalizada. La presencia de grupos armados foráneos y autóctonos. Las comunidades indígenas despojadas de sus derechos y tradiciones. Y otras muchas violaciones de derechos humanos”. Página 6.

V.

Oro criminal contiene siete reveladores reportajes. Aunque pueden leerse como piezas autónomas, leídas en su conjunto construyen un mapa en el que se resume la complejidad, los elementos visibles y también los ocultos, la degradación de todo o de casi todo en los espacios que ocupan las operaciones del Arco Minero. Al cerrar la última página, algo queda sumido en la intemperie y en la impotencia. Como se dice en alguna parte, el oro es destructivo y autodestructivo. Y esas son las fuerzas que, incontrolables e impunes, están ahora mismo depredando una región única del territorio venezolano, de la Amazonia y del planeta. Y, me atrevo a señalar, sin olvidar que vivo en el exilio -por lo que mi campo de visión es limitado-, que las historias que narra Lisseth Boon quizá no se conocen tanto como merecen; quizá porque desde las urbes venezolanas es casi imposible pensar en las magnitudes de la destrucción. Las vidas que el oro cambió, el reportaje que reproducimos, viene en las páginas 7, 8 y 9.

VI.

Venezuela sefardí. Período hispánico e Independencia: así se llama el más reciente libro del historiador, poeta y abogado, José Chocrón Cohén. Lectura cargada de sorpresas. El autor rastrea, no solo la llegada de judíos sefardíes por más de tres siglos (muchas veces sorteando las prohibiciones que les impedían viajar en nuestro continente), también su inserción en Venezuela, diseminación por el territorio, el crecimiento de algunas de sus ramales familiares. En la página 10 viene una parte de la entrevista que le hice a Chocrón Cohén (la versión completa está en la web). Le pregunté si los judíos conversos que llegaban a Venezuela ocultaban sus raíces: “Evidentemente ocultaban sus raíces judías. Recordemos que, tanto en la península ibérica como en los territorios hispánicos de ultramar, cualquier “cristiano nuevo”, era de por sí sospechoso de judaizar, es decir, de ser un criptojudío, un “hereje”, falso cristiano quien tras la máscara del cristianismo practicaba las creencias y el culto judíos de sus ancestros. Estaban, por ende, bajo la mira de los tribunales eclesiásticos de la Inquisición y eran vulnerables a ser extorsionados o denunciados ante los tribunales inquisitoriales”.

VII.

En la página 11 se reproduce un artículo de Asdrúbal AguiarEl derecho a no emigrar de los venezolanos, en el que reseña los debates del IX Diálogo del Grupo IDEA, referido a una palpitante agenda de asuntos como la guerra en Ucrania, el proceso migratorio que continúa afectando a Venezuela, las violaciones a los Derechos Humanos y otros.

VIII.

Así llegamos al ejercicio de Markus BroderEspirales de la opresión, que se ofrece en la página 12: suerte de urdimbre literaria, donde el pensamiento crítico se entreteje con la ficción, la narración con la denuncia. Las piezas, de distinta extensión, se conectan y resultan en sugestivo engranaje: “El Opresor ríe siempre, aún en los momentos menos pensados, fuera de contexto. Ríe para inducir la risa, no la alegría, ni el espíritu festivo. Los que le hacen coro, ríen también pero no de inmediato, casi siempre hay un silencio previo al estallido general. Últimamente, ese silencio se ha ido ampliando como una franja invisible, una brecha que comienza a serle incómoda. Los consejeros, unos más cautos que otros, le han hecho ver el accidente y le recomiendan estrategias para aminorar esa brecha inexplicable. Entonces el Opresor le suma a la risa explosiva (con esquirlas, a veces) un bailecito, unos saltitos, un movimiento de cadera. Sus seguidores alcanzan el paroxismo: la estrategia ha funcionado y la atención ha vuelto sobre él, aunque se ha dado cuenta, en el fondo, de que será perecedera”.

IX.

No agrego más. Les dejo mi saludo, cargado de solidaridad para todos.

Nelson Rivera, director del Papel Literario del diario El Nacional