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Por: Nelson Rivera, director del Papel Literario del diario El Nacional

Lectores, amigos:
Concurren en esta edición un puñado de asuntos importantes. Importantes para el acontecer humano: la lengua en Venezuela, el libro, la comunicación, los límites de la muerte,  la dialéctica entre pesimismo y escritura, un episodio de la Historia de la esclavitud, los vínculos entre psique y medioambiente, y, al final del recorrido, un trabajo necesario, fundamental y revelador, cuya interrogante de fondo es nada menos que esta: cómo están cambiando y cómo cambiarán las bases constitutivas de la Venezolanidad, como resultado del proceso migratorio.

La enorme pregunta que Enrique Alí González Ordosgoitti se ha formulado es qué pasa con una venezolanidad que, en un apretado lapso de tiempo, producto de una vasta tragedia, interactúa con venezolanos dispersos por el mundo. ¿Acaso podemos ser impermeables a la interacción con el mundo? 

En 1992, como parte de la serie Cuadernos Lagoven, se publicó El idioma español en la Venezuela actual, reunión de ensayos de  Alexandra Álvarez MuroPaola BentivoglioEnrique ObedienteMercedes Sedano y María Josefina Tejera. Le pedí a Álvarez Muro, un texto de recapitulación de aquel libro: su historia, ambiciones y proyección, una vez que han transcurrido tres décadas desde su publicación. Páginas 1 y 2.

Una crónica firmada por Julio Túpac Cabello nos cuenta la visita de Irene Vallejo, la popular autora de El infinito en un junco, a Canadá y Estados Unidos, durante el mes de abril. “El infinito en un junco tiene la osadía, la gracia, la ambición y el logro de contar la civilización occidental desde que se convirtió en cultura, es decir, desde que el libro empezó a albergar el conocimiento, la historia y la cultura. Sus páginas nos pasean por sus primeras grandes cajas fuertes (las bibliotecas de antaño nada tienen que ver con las que conocemos o imaginaríamos), lo que resulta en un viaje de milenios a través de emperadores y escribanos en tierras lejanas”.

Carlos Colina escribe sobre Byung Chul Han (1959), pensador coreano-alemán, ahora mismo leído en numerosas lenguas, infatigable que, en las últimas dos décadas ha publicado una veintena de títulos eficaces, propagados, debatidos y ampliamente citados. En Hipercomunicación. Las manchas ciegas de la psicopolítica, Colina escribe: “En una civilización iconológica donde producimos y consumimos imágenes,  la realidad se concibe defectuosa. Las imágenes parecen más vivas y bellas que la realidad y, en efecto, más que copias, son modelos. Al volverse consumibles y domesticables, las figuras pierden su semántica especial, su poética y su verdad. El nipón síndrome de París se genera a partir de la disparidad entre la ciudad de la luz preconcebida en instantáneas y la sucia realidad. Las ventanas digitales siguen el imaginario universalizado y nos blindan de lo real”. Páginas 3 y 4.

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José Luis Cordeiro y David Wood han publicado La muerte de la muerte. La posibilidad científica de la inmortalidad física y su defensa moral (Editorial Deusto, España, 2022). El de Lucy Fariña es un comentario crítico: “Pretenden, por otro lado, catalogar al envejecimiento como una enfermedad y considerar el Alzheimer, osteoporosis, hipertensión y otras, solo como síntomas de aquella. Buscan con esta visión que “la gente esté lo más sana posible durante el mayor tiempo posible” y eliminar así “el fatalismo de la etiqueta de ‘natural’”. También en la página 4.

Con su autorización, reproducimos el ensayo de la socióloga y Doctora en Letras, Thamara HannotEscritura y cultura del pesimismo, publicado en 1997, en la revista SIC. Un fragmento basta para hacer patente su pertinencia e interés hoy: por qué merece nuestra mejor lectura, 25 años después de su primera publicación:  

“Para Fermín Toro, desde la descripción sistemática de carencias educativas, sanitarias, culturales y políticas, Venezuela se escribe como un país “por ser”. Es una esperanza. Aún no ha sido, porque no lo ha logrado, pero tal vez pueda llegar a ser.

Juan Vicente González ve a Venezuela como el espacio de la grandeza perdida. Venezuela fue grande y, por la pérdida de sus grandes hombres, dejó de serlo. Está por “rehacerse”, pero ello no parece ya posible. Venezuela es el espacio de la desesperanza.

Cecilio Acosta, desde la necesidad de dar forma a los principios, muestra una confianza cautelosa ante un país que no parece estar claro en sus propósitos”.

Y así. Páginas 5 y 6.

26 años de esclavitud: Juan Miranda y otros negros españoles en la Nueva York colonial: nombre del libro por el que la historiadora venezolana Beatriz Carolina Peña Núñez, docente del Queen College de New York, fue reconocida con el Willy Paul Adams Award 2023. Gerardo Vivas Pineda habla de la investigación y su proyección. Parte superior de la página 6.

Psicoanalista, María del Carmen Míguez nos introduce en la urgente cuestión -asediados por el debate del cambio climático-, de Psique, naturaleza y medio ambiente: “Como Humboldt, los venezolanos tenemos una particular sensibilidad hacia los paisajes más destacados del país, que no son pocos. Hay un reconocimiento de los peligros que encarna lo natural, pero también puede percibirse cierto regocijo por aspectos sutiles de nuestra geografía y cultura. Hemos crecido admirando los diversos ecosistemas de nuestro mapa: selva, playa, llanos, desierto y montaña. Esa cosmogonía sobre el paisaje venezolano está en nuestro imaginario, pero pareciera haberse instalado de una manera estática y pasiva, como las fotos panorámicas de Venezuela que circulan con fines turísticos”. Páginas 7 y 8.

La diáspora y la nueva venezolanidad: así se titula el artículo de voluntad académica, de Enrique Alí González Ordosgoitti, Doctor en Ciencias Sociales, filósofo, sociólogo, teólogo, estudioso del folklore, así como autor de una extensísima obra compuesta por libros, artículos académicos, colaboraciones para volúmenes colectivos, conferencias y más. Hace un metódico recorrido conceptual, de enlaces argumentales, ejemplos, caracterizaciones, tensiones y más, que arranca con la pregunta de qué podemos entender por “reconfiguración étnica”, para avanzar hacia el enunciado de las etnia de los “intra-venezolanos” y los “venezolanos-mundo”. González Ordosgoitti, celoso cumplidor de las preceptivas del mundo académico, nos abre las puertas hacia definiciones e interacciones donde concurren identidad, cultura, etnicidad y otras categorías afines o próximas. Su reflexión se aproxima a preguntas de cómo somos, cuáles son nuestros rasgos predominantes, y cómo todo ello está cambiando. Estas son, como sabemos, materias inflamables, que deben ser tratadas con cuidado y sosiego, tal como hace nuestro autor.

Lo que González Ordosgoitti nos propone y pregunta es qué está ocurriendo con los que salimos, qué está ocurriendo con los que permanecen, y que podría surgir de la interacción entre ambos universos. En tanto que ya no se trata de hechos que afectan a pequeños porcentajes de la población, sino de realidades que han alterado la demografía venezolana, y que ahora más de 7 millones de venezolanos están en diario intercambio con otros 22 o 23 millones que continúan en el territorio -intercambios emocionales, económicos, académicos, culturales y más-, surgen preguntas con fuerza propia: ¿Después de tanta destrucción, separación, emigración sin final, de tanto ver mundo, aprender, experimentarlo y narrarlo a los que siguen en el país, acaso podemos continuar siendo los mismos? ¿Se ha puesto en movimiento una enorme maquinaria de corrientes y factores que nos cambiarán, a unos y otros? Es muy probable que una Nueva venezolanidad esté naciendo ahora mismo, protagonizada por cada uno de nosotros, complejidad que nos concierne y que no podremos eludir, de aquí en adelante.

Nelson Rivera