“No basta con generar conocimiento. Hay que saber moverlo, traducirlo y transformarlo en decisiones que impacten vidas«

Por: Magister Nathalie Carrasco-Krentzien, consultora en Comunicación Científica y Organizacional
| Especialista en Neurocomunicación Estratégica

La ciencia avanza. Los descubrimientos se acumulan. Los equipos de investigación trabajan con rigurosidad. Pero si todo ese conocimiento no se comunica con claridad, oportunidad y estrategia, el impacto se diluye.
Es aquí donde el rol del comunicador científico se convierte en una función clave, y no en un accesorio institucional.
A pesar de los avances en salud pública, investigación clínica y medicina basada en evidencia, muchas instituciones siguen funcionando bajo una lógica fragmentada: los que investigan, investigan; los que comunican, redactan boletines. Esta división artificial está costando carísimo en términos de confianza, comprensión pública, cumplimiento regulatorio e incluso en la captación de fondos.
Una función subestimada en contextos de alta complejidad
La figura del comunicador científico no ha sido históricamente reconocida como parte del núcleo estratégico en organizaciones de salud o investigación. Sin embargo, estudios como el de Baram-Tsabari y Lewenstein (2017) resaltan que la profesionalización de la comunicación científica es uno de los factores que más contribuye a que los hallazgos científicos se traduzcan en políticas públicas, acciones clínicas o cambios culturales .
Lejos de ser un “traductor de papers”, el comunicador científico moderno:
- Analiza los escenarios sociales, políticos y emocionales que rodean el conocimiento.
- Anticipa los posibles malentendidos, resistencias o sesgos de las audiencias.
- Diseña estrategias narrativas basadas en evidencia neurocognitiva, lingüística y sociocultural.
- Actúa como puente entre los hallazgos científicos y los tomadores de decisiones (sean clínicos, políticos o ciudadanos).
¿Por qué este rol es crítico en instituciones de salud?
- Porque la salud es un campo de alta sensibilidad emocional y reputacional.
Los mensajes mal emitidos o mal recibidos en salud pueden provocar desde pánico social hasta desinformación médica. El comunicador científico gestiona este riesgo desde el diseño del mensaje, no desde el control de daños. - Porque los equipos técnicos no siempre tienen herramientas comunicacionales.
No es falta de capacidad, sino de entrenamiento. Muchos investigadores comunican como escriben papers: con exactitud técnica, pero sin conexión emocional, sin estructura narrativa y sin conciencia de cómo se procesan cognitivamente los mensajes en contextos reales. - Porque la comunicación estratégica mejora la gobernanza.
Cuando los voceros, líderes clínicos o portavoces institucionales son asesorados por comunicadores científicos, la organización gana coherencia, credibilidad y capacidad de respuesta.
Lo que dice la evidencia
- Un estudio de la American Association for the Advancement of Science (AAAS) reveló que el 84% de los investigadores reconoce que comunicar sus hallazgos al público es importante, pero menos del 40% se siente capacitado para hacerlo bien .
- La National Academies of Sciences publicó un informe en 2017 que establece que la comunicación científica efectiva requiere una comprensión profunda del público, el contexto, y las estrategias cognitivas. No basta con “decir la verdad” técnica: es necesario diseñar el mensaje para que sea escuchado, entendido y recordado .
¿Qué puede (y debe) aportar un comunicador científico en tu organización?
- Diseñar estrategias de comunicación de crisis basadas en neurocomunicación.
- Traducir resultados técnicos en mensajes comprensibles para actores clave (pacientes, medios, gobiernos).
- Formar voceros científicos para hablar con claridad y confianza.
- Co-crear campañas de salud pública con impacto real, no solo visual.
- Evaluar la resonancia, comprensión y acción derivada de cada mensaje emitido.
Un rol que ya no es “deseable”, sino urgente
El conocimiento no se mueve solo. El impacto científico no es automático. Y la confianza institucional en salud no se construye solo con datos, sino con mensajes que conectan, decisiones que resuenan y voces que saben comunicar desde la evidencia.
Hoy más que nunca, la comunicación científica no es un lujo ni una nota de prensa al final del proyecto. Es una estrategia de impacto, y debe ocupar el lugar que le corresponde en la estructura de las organizaciones de salud.
¿Estamos listos para evaluar este rol en nuestras organizaciones? ¿Estás listo para lograr diferenciación a partir de la estrategia comunicacional? Déjame tus comentarios aquí: [email protected]
La autora es abogado, comunicadora y Business Process Manager, enfocada en gestión empresarial con tres maestrías en Comunicación: Máster en Comunicación Estratégica y organizacional, Máster en Neurocomunicación, Máster en Comunicación Científica. Vive en Canadá.