fbpx
Imagen de Freepik
Cuando una mujer sufre de estrés laboral reduce las horas y altera la arquitectura del sueño y a su vez, la falta de sueño aumenta su vulnerabilidad al estrés la ansiedad y la depresión

Por: Dra. Carmen Bellido Cambrón (*)

Coordinadora del Servicio de Prevención de Riesgos Laborales del Hospital General Universitario de Castellón y del Grupo de Sostenibilidad. Economía y Empresa de la Alianza por el Sueño

En la actualidad, según el neurocientífico Matthew Walker, estamos inmersos en una epidemia silenciosa de pérdida de sueño que está dañando gravemente nuestra salud, acortando nuestras vidas e incluso perjudicando a la economía, convirtiéndose en uno de los problemas de salud pública más importante del siglo XXI.

El uso continuado de redes sociales, los horarios irregulares, la multitarea, el trabajo a turnos en una sociedad 24/7, la falta de desconexión digital laboral, la contaminación acústica y lumínica de las ciudades y un largo etcétera, nos lleva a afirmar que el mundo moderno crea las condiciones óptimas para dormir poco y mal.

A nivel laboral a menudo nos enorgullecemos de sacrificar el sueño en favor del trabajo. Pero diferentes estudios demuestran que, a mayor número de horas trabajadas a la semana, se incrementa la frecuencia de trastornos del sueño y síntomas depresivos, especialmente en las mujeres.

También se observa que el aumento de horas de sueño influye en el empleo, la productividad y la renta de las personas.

Además, los trabajadores que experimentan una falta de sueño se enfrentan a un mayor riesgo de cometer errores, valorar insuficientemente los riesgos, manejar peor las relaciones interpersonales, favoreciendo la aparición de conflictos y sufrir accidentes laborales y de tráfico.

La sobrecarga laboral, tener un mal líder o malas relaciones con los compañeros, una incorrecta gestión del tiempo de trabajo, la inseguridad en el empleo son situaciones que inevitablemente van a tener un impacto en nuestro sueño.

Según datos del Ministerio de Trabajo de España, en el 2024 las mujeres representan el 47,1% del total de la población activa. Las mujeres ocupadas desarrollan su actividad mayoritariamente en el sector servicios, donde trabajan el 88,6% del total de trabajadoras y donde más presentes están los riesgos psicosociales.

La “doble presencia” describe la realidad de muchas mujeres que, al terminar la jornada laboral, comienzan otra: organización familiar, tareas domésticas y cuidado de hijos o mayores dependientes. Todo ello reduce el tiempo de sueño, dificulta la desconexión y acaba deteriorando su salud mental.

El insomnio es especialmente prevalente en mujeres trabajadoras, hasta un 15% de ellas lo presentan de manera crónica, aumentando los porcentajes al llegar a la menopausia, afectando a su salud física y mental.

Entre un 10-18% de las mujeres en esta etapa han faltado al trabajo por estos síntomas, consideran la posibilidad de reducir su jornada laboral, rechazan promociones o incluso abandonan el empleo.

La apnea del sueño en nosotras, aunque menos frecuente que el insomnio, también tiene impacto importante con síntomas que pueden ser menos evidentes, pero más incapacitantes que en hombres. El infradiagnóstico y la falta de intervenciones adaptadas agravan su impacto en forma de somnolencia diurna, riesgo cardiovascular, afectando directamente la productividad.

El vínculo entre sueño, trabajo y salud mental es inseparable. Cuando una mujer sufre de estrés laboral reduce las horas y altera la arquitectura del sueño y a su vez, la falta de sueño aumenta su vulnerabilidad al estrés la ansiedad y la depresión.

La reducción del sueño profundo limita la recuperación física, mientras que las alteraciones del sueño REM dificultan la regulación emocional y el manejo de la adversidad. Y cuando el trabajo es precario, desorganizado o emocionalmente demandante, todo esto se agrava.

A menudo, las mujeres ocultan su sufrimiento mental por miedo a la estigmatización o a perder oportunidades profesionales.

Los datos de salud mental son contundentes en España, la cifra de bajas laborales relacionadas con trastornos mentales ha batido récord, con 643.000 procedimientos de incapacidad temporal iniciados, el 15% de las bajas laborales en España se debe a problemas de salud mental y el 20% de las incapacidades permanentes tienen esta causa.

En cuanto a la duración se ha incrementado en el grupo etario de 36-45 años y en las mujeres. Sanidad y educación, sectores con alta presencia femenina y elevada carga psicosocial, son los más afectados. Como sociedad, deberíamos preocuparnos de “cuidar a las que cuidan”.

También somos nosotras las que más ansiolíticos e hipnosedantes consumimos, fármacos con una elevada capacidad adictiva y que se asocian a deterioro cognitivo por consumo crónico.

En conclusión, la salud mental y el sueño en la mujer trabajadora no pueden considerarse de manera aislada. La promoción de la salud en el entorno laboral, integrada en una buena política de prevención de riesgos laborales, que mejore las condiciones laborales e incluya el cuidado del sueño y la atención temprana de patologías de salud mental, permitiría que las mujeres trabajadoras mantengan su bienestar y desempeño óptimo.

Y que nos quede claro que sin sueño y sin salud mental no hay salud laboral.

(*) Este tema formó parte de la agenda de discusión del VIII Congreso de la Sociedad Española de Medicina Dental del Sueño (SEMDeS), que se desarrolló el 22 de noviembre de 2025 en San Lorenzo de El Escorial (Madrid), con énfasis en “Los trastornos del sueño de la mujer: la importancia de un diagnóstico precoz”.