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Por: Faitha Nahmens Larrazábal

Faitha Nahmens LarrazábalPeriodista venezolana, es comunicadora social, escritora e investigadora. Es autora de Franklin Brito, anatomía de la dignidad y coautora de Ahora van a conocer al diablo

A la humanidad toda, con excepción tal vez de la remota población de Cuyagua, donde unos viajeros fueron de playa y nadie tenía mascarilla ni televisor, le sentó pésimo aquella supuesta sopa de murciélago, mucho peor que un empacho o una inflamación estomacal.

Nada resolverían una manzanilla, una infusión de anís estrellado o una cucharada rosa de cierto jarabe, con su sabor embustero a pasta dental.

En cosa de meses, medio planeta, o más, había contraído el virus llamado COVID 19, una cepa terca y altanera que no se dejaba atrapar. Sufrimos colectivamente la propagación violenta y virulenta de esta enfermedad que pronto derivó en pandemia.

El desasosiego se volvió entonces protagonista junto a las cifras desalentadoras de contagiados, siempre más. Fue el caldo donde se cultivaron las decisiones más globalizadas, con reacciones variadas vale decir; medidas de carácter urgente, no es para menos, movidas por ese miedo que se nos coló. Miedo real. Miedo justificado. Miedo que algunos creen que nos debilitó el sistema inmune.

El miedo es de las cosas que más miedo dan.

La ciudad donde vivimos lo sabe. Antes de esta pandemia, me permito recurrir a la ficha médica de la identidad, en Venezuela se había instalado, y aún persiste, otra forma enfermiza de relacionarnos, de convivencia, de hacer o deshacer; como consecuencia, siete millones se han ido del país.

Nosotros calcamos la misma cifra triste que hace la resta en las cuentas de los que dejaron de vivir en el planeta; el mismo número que partió de este mundo partió del terruño por la enfermedad preexistente.

Siete millones menos de paisanos en nuestro censo, aunque gracias a Dios, están en Chile o Perú o Estados Unidos o España o Colombia tratando de curarse en salud.

Vuelvo al miedo, que por él y lo que lo motiva, la llamada inseguridad, subimos los muros marcando la propiedad y el espacio público; hasta cortamos los árboles de las aceras por si acaso las escalan los indeseados y entran a casa.

Por eso en la ciudad amada donde estamos, según las cuentas del arquitecto Ignacio Cardona, tenemos un tanto más de metraje en muros alzados que los que mide la muralla china. Vaya conexión. De allá vino el virus o de allá es el murciélago que cayó en la sopa o expresamente fue deshuesado para el caldo de cultivo de alguna teoría conspirativa.

Como dice el médico infectólogo Santiago Bacci Isaza, el autor del libro En pandemia que se acaba de bautizar en Caracas, en la librería El Buscón, el miedo fue más que un daño colateral: hizo estragos, nos bajó las defensas, e hizo más dramática cada consulta.

Enfermedad nueva, miedo a mil, y tantas preguntas.

La medicina empezó a repasar sobre la marcha las experiencias pasadas que podían dar pistas para abordar soluciones o al menos dar con el método a seguir.

La incertidumbre afectó a Santiago Bacci de la mejor manera: puso manos a la obra.

Además de atender pacientes, involucrarse, asumir el riesgo de contagio que tenía como blanco principal precisamente a todos los que van de blanco, el infectólogo se puso a leer, más de lo que suele hacerlo, esta vez con fruición sólo del tema: las pandemias y sus protocolos, la gripe española y sus tiempos, los tercos de todos los siglos, reacios a las inyectadoras. Y a pensar en la importancia de desmontar mitos —a los niños no les da COVID— y a defender la ciencia.

La inquietud lo llevó al debate, como a todos los colegas que comenzaron a hacer redes y chats y reuniones para compartir experiencias, para desbrozar la maleza, para comparar situaciones e intuiciones.

Reunidos en la librería El Buscón para acompañar al Dr. Santiago Bacci quien ha acompañado a entender la enfermedad Foto: Cortesía

Fue más allá. Revelado escritor, tuvo el impulso de hacer registro, de contar. Los que escribimos conocemos ese impulso, ese afán de organizar el mundo con la palabra y compartir interpretaciones. Así, pronto pasó de subrayar textos y hacer apuntes a querer tranquilizar y dar las respuestas posibles con su puño y letra.

Decir que esto llegó para quedarse sonaría poco optimista ¿un médico que no cree en la cura de una enfermedad? El dirá: como la gripe que siempre nos pesca, el COVID mutará, tal vez su fuerza se aminore, pero estará, como estuvo siempre antes en nuestras narices, gravitando tenaz.

Pero controlaremos la situación. Ciertamente, la mortalidad bajó a 5% de los casos. Dirá también que para cada médico será prioritario atender sin dilación, por el volumen de afectados, a cada paciente en consulta… durante unos dos años. La cantidad de ayes y reclamos sería inmenso. ¿Dos años doctor? ¿Cómo se le ocurre? Pues han sido 3 años y 3 meses. Y el COVID no se ha erradicado del todo, nada como la viruela y su universalmente decretado el final feliz.

Pero la Organización Mundial de la Salud acaba de anunciar, señores, el fin de la emergencia a causa de esta pandemia.

La pluma del doctor se afiló: no sólo sobre la marcha aprendió los rudimentos del informar con coherencia, sin las tentaciones del amarillismo, aproximando explicaciones más que provocando pánico. Se convirtió en una suerte de vocero estrella, de los pocos que acapararon la confianza de los ávidos oyentes. 

Si tienes tales síntomas reposa, espera, no desesperes. Luego hablamos. Mejor usa la mascarilla, aunque te ahogue, te protege y proteges a otros. La libertad no puede ser que no te importe estar sano o contagiar a otros.

Escribió de todo. Estos tres años de encierro, de más divorcios que de costumbre, de algunas ruinas, de tics en el ojo y demás consecuencias fueron para el doctor Bacci un postgrado autogestionado que aprobó con honores.

Cuenta con la credibilidad de sus pacientes, de la comunidad médica, de los lectores, de la prensa, de los venezolanos que lo empezaron a seguir como a un gurú.

Tal vez no lo sea, pero sin duda sí que es un hombre solidario que arrimó el hombro, que se comprometió, que decidió darse a la causa de la salud, tan desportillada en casa.

Contra todo pronóstico o con un panorama de pronóstico reservado, dio la pelea con más entusiasmo que pesar, y más alertando, y mejor alentando, sin tirar la toalla, aunque las circunstancias políticas hayan sido, son, para explotar los termómetros. ¿O no? Tal vez José Gregorio le ha echado bendiciones.

El libro compila los artículos que escribió cada viernes en El Nacional no para contarnos lo doloroso de nuevo; no como malsano regodeo: este trabajo de curaduría de sus textos resulta un registro imprescindible que nos espejea como sistema, como sociedad, como pacientes impacientes. Es una suerte de bitácora en la cual vernos y comprendernos ¡y hasta querernos! Luchamos, no dejamos de hacerlo, y Santiago Bacci, sin duda.

Este libro es una suerte de victoria. Es y será útil por eso. Un libro sobre algo reciente que tiene futuro, ojalá no el COVID, pero En pandemia es un vademécum.

Un manual de procedimientos y protocolos que ayudará a médicos y pacientes en experiencias eventuales para sortearlas con más tino. Para analizar tiempos y dolencias.

Para saber cómo somos en lo organizativo y efectivo y afectivo y cómo procesamos y procedemos. Leer siempre produce eso: sabiduría. La palabra enlaza, fortalece y puede sanar. Más si está escrita con tersura. Si viene inspirada desde la generosidad.

España aplaudió cada tarde a las seis a sus médicos devotos, no cabe duda de que los médicos venezolanos, por cierto, no sólo los que guapean en su país sino también los que fueron destacados en la primera fila de esta prueba o batalla, librada en los hospitales extranjeros donde recalaron por vocación y exportando empatía, unos 50 mil, también merecen zalemas y vítores.

En tiempos de crisis, de desaliento, de dudas, Santiago Bacci Isaza, egresado de la amada Universidad Central de Venezuela y profesor en la Escuela de Medicina, en efecto conquista, como todos los galenos, el reconocimiento público de los pacientes que lo acompañan en la presentación de este libro de experiencias, pesares, conquistas. Cruzada médica de vocería convertida libro impreso, y todas las librerías de la ciudad, con él dicen todos ¡salud!


Por: Faitha Nahmens Larrazábal