Por: Nelson Rivera, director del Papel Literario del diario El Nacional
Cuando Antonio Cova Maduro (1939-2013) falleció, escuché, aquí y allá, sinceras expresiones de dolor, la mayoría de ellas, de personas que lo habían tenido como profesor. Hablaban de su elocuencia e inagotable cantera de ejemplos que usaba en sus clases…
Amigos lectores:
I.
Cuando Antonio Cova Maduro (1939-2013) falleció, escuché, aquí y allá, sinceras expresiones de dolor, la mayoría de ellas, de personas que lo habían tenido como profesor. Hablaban de su elocuencia e inagotable cantera de ejemplos que usaba en sus clases. Del profesor que miraba la sociología -el funcionamiento de la sociedad-, desde la cultura. Ha transcurrido una década desde entonces. En medio de un intercambio de correos con Thamara Hannot, le propuse el homenaje y le pedí ayuda para solicitar y reunir los textos. Por mi parte, añadí un ensayo de Cova por el que tengo especial aprecio: El cinismo como actitud política (“Los últimos años han mostrado que sin una fuerte dosis de cinismo no hubiese sido posible llevar adelante los extraños cambios que hoy vivimos. El problema reside en hasta dónde pueden estirarse estos cambios y por cuánto tiempo podrán mantenerse. La historia del sufrido siglo XX, la verdad, no da muchas esperanzas. ¿O es que olvidamos que, ya desde los comienzos de esta utopía, el siglo XX mostró la horrible cara del cinismo de los gobernados, de quienes, supuestamente, serían los grandes beneficiarios en esas sociedades igualitarias y felices?”).
Vienen artículos de Ramón Piñango (“Conocí a Antonio hacia finales de los años sesenta, cuando comencé a estudiar Sociología y él concluía la licenciatura en la misma carrera. Coincidimos en reuniones de estudiantes que, sin pertenecer a ningún partido político, apoyábamos la democracia que renació en 1958. Recién graduado en Sociología, Antonio se incorporó como profesor de Historia de las Instituciones en el segundo año de Sociología en la Universidad Católica Andrés Bello; así fui su alumno”); Piñango incluye en su texto testimonios de José Mayorca, Luis Luengo, Sandra Yajure y Carlos Peña-;
de Francisco Coello (“Comprender a alguien siempre va de la mano de conocer su contexto, para el caso que nos ocupa es imprescindible recordar la Escuela de Ciencias Sociales que me encontré en 1978. Más allá de la época, la Venezuela que éramos, lo importante es referirse al hecho de que Antonio se destacó en una Escuela plagada de docentes excepcionales. Por ello, su desempeño cobra especial valor cuando lo asociamos con una lista difícil de repetir”;
de Leonardo Azparren Giménez (“Cuando regresó a mediados de 1966 yo tenía varios meses largos casado y vivía en una pensión frente al Ateneo de Caracas. Nos reencontramos y la amistad se amplió porque Herminia y yo conocimos a su familia, en primer lugar a doña Socorro, madre ejemplar y mujer de temple, y a Gladys, Arnoldo e Ivonne sus hermanos. Su casa fue punto de encuentro frecuente en un excelente ambiente familiar. Un día, a comienzos de 1967, Antonio se presentó en la pensión y me entregó un juego de llaves. Me dijo que eran de un apartamento que había comprado y que me podía ir a vivir en él y yo decidiría cuánto podía pagarle. Allí estuvimos hasta comienzos de 1971”);
de Sebastián Cova H. (“Desde muy joven, mis padres, académicos ambos, me enseñaron a pensar críticamente y a que hiciera el esfuerzo por ponerme siempre en los zapatos del otro, de modo de poder entender por qué la gente actuaba como lo hace; pero mientras mi mamá se enfocaba más en el aspecto ético de mi formación, mi papá se dedicó a lograr que me interesara por el mundo y sus problemas”);
y de Arno Erdmann (“Pero lo más emocionante para mí era –como teólogo luterano, pero que había asistido al colegio Javier de los Jesuitas en Barquisimeto– dialogar, discutir e intercambiar ideas teológicas con él. Él tenía como sociólogo un profundo conocimiento teológico católico. Pero también ese profundo conocimiento de la teología protestante, luterana y ecuménica con su historia, siendo él un hombre de fe de la confesión católica romana”). Páginas 1 a la 5.
II.
Eminente historiadora, reconocida estudiosa de la república, Hilda Sábato estuvo en Caracas los días 27 y 28 de septiembre. Participó en el Seminario Internacional “Pensar las repúblicas. De la res-pública cristiana a la república liberal democrática (1800-1848)”, organizado por la UCAB. En las páginas 6 y 7 reproducimos Las repúblicas terrenas. Hispanoamérica en el siglo XIX, su ponencia en el mencionado encuentro. Dice: “Las independencias encontraron a la América antes española en medio de un confuso y desordenado período de cambio cuyo desenlace resultaba un enigma abierto para los protagonistas, que podían intentar incidir en destinos imaginarios deseables pero difícilmente pudieran cincelarlos a medida. No se trató de una historia lineal ni previsible, sino de procesos marcados por confrontaciones de palabras y de hecho entre quienes apostaban a soluciones diversas frente a la crisis imperial desencadenada en la primera década del siglo XIX. Finalmente, el triunfo de las posturas que abogaban por cortar definitivamente los vínculos coloniales con España despejó uno de los frentes de conflicto, pero profundizó otros, y en particular, la disputa en torno a la cuestión de la conformación de nuevas comunidades políticas en el escenario poscolonial”. Páginas 6 y 7.
III.
Ludwig von Mises nació en Austria en 1881. En 1940 decidió huir de Europa: era judío y su vida corría peligro. Viajó a New York en 1940. Debió aprender inglés con casi 60 años, para iniciar una actividad como docente y escribir en 1949, en su nueva lengua, la que ha sido leída como su obra fundamental: La acción humana: tratado de economía. El dossier que lo recuerda ocupa las páginas 8 a la 11 y ha sido coordinado por Andrea Rondón García. Además de su propio artículo (Mis lecturas de las obras de Ludwig von Mises), vienen los de José Valentín González (Mises, el hombre y sus afectos), Gabriel Zanoti (Mises y Popper), Jesús María Alvarado Andrade (Un viejo liberal sumamente actual), Ricardo Manuel Rojas (La importancia de la praxeología en el pensamiento de Ludwig von Mises) y Nasly Ustáriz (Titán antiinflacionario).
IV.
Cerramos con un artículo de Leonardo Mendoza Rivero dedicado a la Feria del Libro del Oeste -FLOC-, emprendimiento cultural que Marcelino Bisbal y la UCAB pusieron en marcha en 2016, y que se ha establecido como una firme referencia en el mundo de los libros y los autores en Caracas. Mendoza Rivero recuerda algunos de los principales hitos de las siete ediciones realizadas hasta ahora, y habla de la próxima feria -la octava- que comenzará el 27 de noviembre, ahora mismo en fase de preparación: “La grilla de programación, al momento de escribir estas líneas, no está cerrada. Se realizarán importantes presentaciones: de la novela Conspiración y obsesión, de Antolín Sánchez Lancho, y la antología de cuentos de Antonio López Ortega, Casa natal, volúmenes que vienen a engrosar la lista de obras de narrativa publicadas por abediciones, donde encontramos títulos como El cielo invertido, de José Napoleón Oropeza; Dos espías en Caracas, de Moisés Naím; Rocanegra, de Fedosy Santaella; La hija de la española, de Karina Sainz Borgo; Los inmateriales, de Óscar Marcano; Llévame esta noche, de Miguel Gomes y Vamos, venimos, de Victoria de Stefano; obras que, a mi juicio, enlistan la irrefrenable apuesta de abediciones, que consiste en editar textos narrativos de autores consagrados o canónicos de la literatura venezolana”. Página 12.
No más por esta semana. Dejó aquí mi saludo solidario.
Nelson Rivera