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Médicos de distintas generaciones coincidieron en que el internado es una etapa clave que debe fortalecerse: no solo como servicio hospitalario, sino como un verdadero espacio de aprendizaje, ética y crecimiento profesional

Por: Roxana Muñoz

Roxana Muñoz tiene una especialización en periodismo y salud. Desde la intersección entre el periodismo, la educación y los derechos humanos, desarrolla proyectos editoriales que promueven el pensamiento crítico, la ciudadanía digital y la igualdad.  

El internado médico es, para cualquier estudiante de medicina, uno de los periodos más intensos y decisivos de su carrera. Es el puente entre la teoría universitaria y la vida profesional en hospitales e instituciones de salud. Pero este proceso enfrenta hoy desafíos que no solo conciernen a los internos, sino también al sistema de salud y a la sociedad panameña.

En Panamá, el internado médico no forma parte de la licenciatura, sino que es un requisito posterior y obligatorio, de dos años, para poder ejercer la medicina general con idoneidad y, posteriormente, optar a una residencia o especialidad.

El conversatorio Internado médico en Panamá: retos en la realidad actual, realizado un sábado por la mañana, reunió a médicos internos, profesionales con experiencia, docentes y la presidenta del Colegio Médico de Panamá. La iniciativa fue coordinada por la Dra. Khadija Ravat, de las nuevas generaciones, junto al Dr. Jorge Lasso de la Vega, jefe de docencia del Instituto Oncológico Nacional y tutor de internos.

Un debate necesario: más egresados, menos plazas

Existe una preocupación por el creciente número de egresados que buscan acceder al internado cada año, sin la certeza de que el sistema tenga plazas suficientes.

Esto ha sido más de una vez titular de noticias. En 2024 el sistema de salud aceptó 730 internos y quedaron 220 en espera, según declaró entonces a los medios de comunicación Paulino Vigil de Gracia, director nacional de Docencia e Investigación de la Caja de Seguro Social.

Actualmente, seis universidades —dos públicas y cuatro privadas— forman médicos en Panamá. El reto no es solo abrir cupos para internos en las instituciones de salud, sino garantizar que quienes acceden reciban formación real, con supervisión y calidad.

La Dra. Raquel Gutiérrez, médica familiar y presidenta del Colegio Médico, señaló que la función de su gremio es doble: acompañar y proteger a los jóvenes médicos, pero también garantizar que el internado se cumpla con calidad y seguridad para los pacientes.

Uno de los temas abordados en el conversatorio fue la ética en la formación médica. Gutiérrez recordó que la confianza entre paciente y médico ya no es la misma de décadas pasadas, y que el internado debe preparar a los futuros profesionales para enfrentar ese cambio.

La dimensión bioética aparece como indispensable: equilibrio, justicia, respeto al paciente y autocrítica. En palabras de varios participantes, el internado no solo enseña a hacer medicina, sino también a ser médico: humano, consciente y capaz de generar confianza en una sociedad que cada vez cuestiona más.

Generaciones, pacientes y nuevas tensiones

Uno de los rasgos más llamativos del internado actual es que conviven hasta cuatro generaciones de profesionales: boomers, generación X, millennials y generación Z. Esta diversidad genera tensiones culturales.

Mientras algunos médicos de mayor experiencia valoran la resistencia física, los turnos interminables y la obediencia frente a jerarquías, los más jóvenes priorizan el autocuidado, el balance vida-trabajo y la incorporación de tecnología en su práctica.

Los pacientes también han cambiado. Hoy es común que quieran grabar consultas o cuestionar indicaciones, lo que modifica la relación médico-paciente, antes más vertical. Aquí surge una lección: la comunicación y la empatía no deben subestimarse. Como recordó la Dra. Janett Rangel, anestesióloga y docente, una buena comunicación clara desde el principio no solo mejora la atención al paciente, sino que previene conflictos y demandas.

El marco legal y sus pendientes

La figura del internado médico se oficializó en 1969, por un decreto de gabinete de la entonces junta provisional de gobierno. Desde esos días, ha evolucionado bajo distintos reglamentos. En el año

Actualmente, está regulado por el Decreto Ejecutivo 312, que define cómo deben organizarse las rotaciones, los horarios, la supervisión y los mecanismos de evaluación. La norma busca homogeneidad y calidad, pero en la práctica se enfrenta a la falta de plazas y a desigualdades entre hospitales. El decreto, señalaron los expositores, está en proceso de revisión para actualizarlo a las necesidades actuales de la docencia médica y del sistema de salud.

La doctora Rangel también señaló que, aunque hoy las condiciones han cambiado, la medicina sigue siendo un oficio exigente, con horarios extendidos y la necesidad constante de estudio y actualización. Su llamado a quienes recién comienzan fue claro: no perder de vista esa disciplina y compromiso que la profesión demanda.

Coincidencias y aspiraciones comunes

Tras las exposiciones de Gutiérrez, Ravat y Lasso, la conversación derivó en un panel intergeneracional con médicos e internos. Allí emergió un punto sensible: ¿cómo debe desarrollarse realmente el aprendizaje durante el internado?

Para algunos doctores, son los internos quienes deben mostrar iniciativa, “querer aprender” y aprovechar cada guardia como una oportunidad formativa. En cambio, muchos internos sienten que también corresponde a los tutores enseñar de manera activa y guiada.

Esta tensión entre la expectativa y la práctica puso en evidencia la necesidad de definir con mayor claridad los roles dentro del proceso formativo. A ello se suma que no todos los médicos tienen la misma afinidad o vocación para la docencia y que, en un hospital sobrecargado, factores como la carga laboral, la disponibilidad de tiempo y la cultura institucional terminan influyendo en la transmisión de conocimiento.

Por otra parte, algunos internos sugirieron propiciar más oportunidades de retroalimentación para compartir el resultado de su internado y proponer mejoras al proceso.

Entre las coincidencias destacó la necesidad de unificar estándares de formación y de rotación entre universidades públicas y privadas, para que todos los egresados tengan las mismas bases al llegar al internado.

Otra preocupación compartida fue que los internos no deben ser vistos como fuerza de obra, sino como médicos en formación, que requieren tutores, docencia y espacios adecuados para aprender.

Esa mañana  el Dr. Jorge Lasso compartió un análisis realizado con 335 médicos, la mayoría graduados después de 2001:

  • 53% dijo estar muy de acuerdo en que el internado cumple una función clave en la formación del médico general.
  • Al preguntar sobre la función principal del internado, 69% lo identificó como educación médica, mientras que un 10% lo vio como trabajo social.

Medicina general: una especialidad clave

En la discusión también emergió una idea central: el internado es, sobre todo, la preparación para ser médico general.

Varios participantes recordaron que, lejos de ser una etapa menor, la medicina general puede ser hoy la especialidad más exigente, porque enfrenta la incertidumbre, la ambigüedad y la atención con menos recursos.

El reto es lograr que el internado realmente equipe a los egresados con esas competencias, tomando en cuenta que la salud primaria sigue siendo la puerta de entrada para la mayoría de los pacientes.

Un debate que apenas comienza

El conversatorio dejó claro que, aunque existen tensiones entre generaciones, instituciones y marcos legales, también hay coincidencias: el internado sigue siendo un pilar en la formación médica.

El reto es que no se convierta en una simple respuesta a la sobrecarga hospitalaria, sino en un verdadero proceso de aprendizaje, ética y crecimiento profesional, donde se proteja tanto a los internos como a los pacientes.

Más que un evento aislado, este encuentro sabatino marcó el inicio de un debate pendiente: cómo fortalecer el internado médico para que Panamá forme a los médicos que su población necesita en un sistema de salud cada vez más complejo.

Por: Roxana Muñoz