fbpx
Imagen Freepik
Lo preocupante en la actualidad es el brote reciente en la Región de las Américas con el aumento acelerado y exponencial de casos en la primera mitad del año

Por: Dra. Marta Illueca

La autora es médica pediatra e investigadora clínica. Este artículo fue publicado de manera original el 24 de noviembre del 2024, en la sección Opinión de La Prensa

Entre las enfermedades virales tropicales más importantes, se encuentra un grupo de infecciones virales causadas por los llamados arbovirus. Su nombre deriva de sus vectores comunes que son los artrópodos o insectos, es decir por mosquitos, pulgas…

 De allí su nombre “arbovirus” (proceden del inglés ARthropod-BOrne VIRUS).

En América Latina, se conocen por lo menos una decena de arbovirus, y aparte de las bien conocidas enfermedades como la fiebre amarilla y la malaria, en los últimos años se ha visto la aparición masiva del dengue, y en menor frecuencia del virus Zika y chikungunya o chikunguña.

Pero hoy no escribo sobre estos virus ya conocidos, sino por una nueva infección viral emergente, transmitida también por picaduras de mosquitos: la fiebre de Oropouche, detectada a mediados de los años 50 en Trinidad y Tobago en el área del mismo nombre. La infección es causada por el virus de Oropouche, también conocido por sus siglas OROV.

Lo preocupante en la actualidad es el brote reciente en la Región de las Américas con el aumento acelerado y exponencial de casos en la primera mitad del año.

Se han tabulado 10,275 casos ameritando una alerta epidemiológica este año por las autoridades de la salud en las Américas, incluyendo la Organización Mundial de la Salud (OMS), Organización Panamericana de la Salud (OPS) y los Centros para el control de la Enfermedades (CDC por sus siglas en ingles) en los E.E.U.U. (ver la Actualización Epidemiológica de la OMS/OPS del 15 de Octubre del 2024 en línea).

Se calcula que el virus del Oropouche ha afectado cerca de medio millón de personas en las últimas décadas y es poco conocido.

El mosquito transmisor más común es el llamado “jején”, en particular el Culicoides paraensis. Entre los principales vectores animales se destaca el oso perezoso. Aparte de la picadura del mosquito, no hay transmisión directa entre humanos.

Sin embargo, se ha reportado que el virus puede transmitirse verticalmente, es decir de una mujer embarazada a su feto.   

La fiebre de Oropouche es poco conocida. El Instituto Gorgas reportó casos por primera vez en Panamá en 1989. El  más reciente lo registró el 16 de noviembre de 2024, y lo anunció el Ministerio de Salud (Minsa), en un varón de 31 años. El cuadro clínico es muy similar al dengue, aunque menos severo, y hasta puede manifestarse como fiebre hemorrágica o meningo-encefalitis.

Las autoridades de salud señalan que después de tres a diez días de incubación, los síntomas pueden durar de 3 a 7 días e incluyen:  fiebre, escalofríos, dolor de cabeza, artralgias, mareos, fotofobia, conjuntivitis, erupción cutánea, náuseas y vómitos. También se ha reportado que en 60-70% de los casos pueden tener una recurrencia en sus síntomas. La enfermedad puede durar de 2 a 3 semanas.

Aunque su curso es mayormente benigno, ya se han reportado muertes en dos mujeres jóvenes en edad reproductiva en Brasil. El OROV comparte con el  zika efectos nocivos para embarazadas, destacando la microcefalia congénita (cerebro subdesarrollado al nacer) y otras anomalías. Al menos una muerte fetal se ha atribuido al oropouche.

La oropouche es muy común en Brasil (cuenca amazónica) como también en Perú, Colombia, Ecuador, Argentina, Panamá, Bolivia, Trinidad y Tobago, Cuba y Guyana Francesa.  Fuera de países latinos los casos están ligados a viajeros de Cuba o Brasil. No existen vacunas ni tratamientos para ese virus, aunque hay pruebas de laboratorio para el diagnóstico. El manejo del paciente se centra en controlar síntomas y medidas de soporte.

La prevención es clave: vigilancia epidemiológica y control ambiental de los mosquitos y aguas estancadas. Otras medidas incluyen el uso de repelente de insectos, ventanas con mallas finas, evitar charcos y realizar fumigación regular. En este caso, los mosquiteros son menos efectivos porque los mosquitos transmisores son muy pequeños y los pueden atravesar.

Reitero que es urgente la atención al medio ambiente.  La industrialización, la deforestación, el mal estado de las aguas negras y el cambio climático son todos factores que resultan en desbalance del ecosistema en que vivimos.Con el comportamiento emergente de la fiebre de  Oropouche en América Latina, debemos unir esfuerzos en combatir las crías de mosquitos. Aunque no existe tratamiento ni vacuna contra el oropouche, sabemos que la prevención es clave, en especial el control ambiental de los mosquitos.

Por: Dra. Marta Illueca