La discriminación también se alimenta del lenguaje. Palabras como loco, demente, drogadicto o trastornado deshumanizan y dañan. Lo mismo ocurre al difundir imágenes que refuerzan miedo, aislamiento o desesperanza
Por: Dra. Patricia Arroyo

La doctora Patricia Arroyo es médico especialista en psiquiatría. Actualmente se desempeña como jefa de docencia del Servicio de Psiquiatría del Hospital Santo Tomás. Además, preside la Sociedad Panameña de Psiquiatría y la Asociación Centroamericana de Psiquiatría, liderando iniciativas regionales orientadas al fortalecimiento de la atención en salud mental y la cooperación científica entre países de la región.
La salud, explica la Organización Mundial de la Salud (OMS), es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y constituye un derecho humano fundamental. Dentro de esa definición se encuentra la salud mental, entendida como la capacidad de enfrentar los momentos difíciles de la vida, desarrollar habilidades, aprender, trabajar y aportar al bienestar colectivo (OMS, 2022).
Cuidar nuestra salud mental es esencial: nos permite manejar el estrés, preservar nuestra salud física, mantener relaciones sanas, trabajar de forma productiva y alcanzar nuestro potencial.
Sin embargo, tras la pandemia los problemas emocionales se intensificaron. Hoy se estima que entre el 5% y el 20% de la población mundial vive con algún problema de salud mental. Además, una de cada cuatro personas lo experimentará en algún momento de su vida. La mitad de estos casos comienza antes de los 15 años y tres de cada cuatro antes de los 18 (OMS, 2022).
El panorama también es alarmante en términos de mortalidad: cada 40 segundos una persona se suicida en el mundo. A ello se suma que las personas con condiciones de salud mental, sin acceso a tratamiento oportuno, suelen vivir entre 10 y 25 años menos, ser menos productivas y enfrentar mayores costos sociales y económicos.
La mala salud emocional incrementa hábitos poco saludables —como dietas inadecuadas, sedentarismo y consumo de sustancias— y podría costarle al mundo 16 billones de dólares para 2030. En América Latina, la depresión y la ansiedad están entre las principales causas de discapacidad (OPS, 2018).
En Panamá, esta realidad también está presente. Los diagnósticos más frecuentes incluyen depresión y ansiedad, así como condiciones relacionadas con el uso de sustancias, bipolaridad, esquizofrenia, alteraciones neurocognitivas y del neurodesarrollo (MINSA, 2022).
Señales de alarma: lo que debemos vigilar

Es fundamental reconocer cambios que podrían indicar un problema de salud mental:
- Variaciones importantes en el sueño o el apetito
- Aislamiento social
- Falta de energía
- Sensación persistente de vacío o apatía
- Dolores inexplicables
- Sentimientos de desesperanza o impotencia
- Incremento en el uso de alcohol o drogas
- Confusión, irritabilidad o miedo inusual
- Cambios bruscos de humor
- Pensamientos intrusivos
- Alucinaciones o ideas falsas
- Deseos de autolesionarse o lastimar a otros
- Dificultad para realizar actividades cotidianas
Ante cualquiera de estas señales, la recomendación es buscar apoyo profesional.
El peso del estigma
A pesar de la evidencia, la salud mental sigue siendo la gran olvidada. Solo 2.8% del gasto global en salud se destina a este rubro. Como consecuencia, muchas personas nunca reciben diagnóstico y, de quienes sí lo tienen, solo entre el 15% y 25% accede a tratamiento. La falta de servicios, los costos y, sobre todo, el estigma, son las principales barreras.
“Las palabras importan” es una herramienta creada para reducir ese estigma y guiar a periodistas y comunicadores hacia un lenguaje respetuoso y preciso. Porque el estigma no solo es una etiqueta: es una marca que excluye, discrimina y genera miedo o rechazo hacia quienes viven con estas condiciones.
Persisten ideas falsas: que las personas con problemas de salud mental son violentas, incapaces de trabajar, estudiar o formar una familia. Nada de esto es cierto. La evidencia demuestra que no son más violentas que la población general, y con tratamiento adecuado pueden estudiar, trabajar, criar hijos, tener amistades y construir una vida plena.
Mitos y realidades
| Mito | Realidad |
| Son violentas y peligrosas. | No presentan mayor riesgo de violencia que cualquier otra persona. |
| No pueden estudiar, trabajar o tener familia. | Con tratamiento adecuado, pueden llevar una vida plena y funcional. |
| Representan una carga. | Con atención oportuna, pueden trabajar y ser productivas. |
| No hay tratamiento. | Existen terapias eficaces para múltiples condiciones. |
| Todos tienen discapacidad intelectual. | La mayoría no tiene ninguna discapacidad cognitiva. |
| No pueden decidir por sí mismos. | Deben participar en sus decisiones; la exclusión perjudica su recuperación. |
| No se pueden prevenir. | Muchos factores de riesgo pueden abordarse desde la infancia y la adolescencia. |
El poder del lenguaje (y de las imágenes)

La discriminación también se alimenta del lenguaje. Palabras como loco, demente, drogadicto o trastornado deshumanizan y dañan. Lo mismo ocurre al difundir imágenes que refuerzan miedo, aislamiento o desesperanza.
Lo que debemos hacer:
- Usar términos como condición de salud mental, problema de salud mental o persona con esquizofrenia/depresión, nunca etiquetas identitarias.
- Resaltar capacidades, historias de recuperación y ejemplos de integración social.
Lo que debemos evitar:
- Lenguaje despectivo o que patologice a la persona.
- Relacionar recurrentemente la salud mental con violencia o actos “bizarros”.
- Mostrar imágenes que refuercen estereotipos negativos.
Las imágenes también influyen en la prevención del suicidio. Detallar métodos o mostrar imágenes explícitas puede incentivar conductas de riesgo. Por ello, lo recomendable es transmitir mensajes de esperanza y remarcar que el suicidio sí se puede prevenir.
Un llamado a la empatía
Quienes viven con una condición de salud mental tienen los mismos derechos que cualquier otra persona. Eliminar el estigma comienza por reconocer su dignidad y referirnos a ellas con el lenguaje adecuado. Las palabras pueden acercar o alejar, pueden herir o sanar.
En salud mental, las palabras importan. Usemos aquellas que construyen bienestar, inclusión y esperanza.
Por: Dra. Patricia Arroyo

